sábado, 12 de marzo de 2016

Capítulo 36: When it's half past five

¡Hola, hola, tributillos! Un mes más, aquí está otro capitulillo para acercarnos un poco más a los Juegos (se me está haciendo eterno hasta a mí xD). ¡Espero que os guste!
¡Ah! Aviso para navegantes: este capítulo contiene escenas subiditas de tono, así que si sois especialmente susceptibles a ese respecto, os recomiendo no leerlo :). Anyway, ¡aquí está!


I only fuck you when it's half past five
The only time I'd ever call you mine
I only love it when you touch me, not feel me
When I'm fucked up, that's the real me
When I'm fucked up, that's the real me, babe
                                          The Hills, The Weeknd

CATO

“Un minuto” me digo a mí mismo. “Sólo un minuto más sentado y se acabó, sacarán las notas, comprobaré que soy el mejor, que he roto una barrera más en el camino a ganar los Juegos y podré levantarme de este maldito sillón...”

Pero antes de que me dé cuenta vuelvo a estar de pie, dando vueltas alrededor del comedor para exasperación de Brutus.

-Chico, es la sexta vez que te levantas en los últimos diez minutos. Haz el favor, y estat…

-No puedo, ¿vale? –interrumpo casi a gritos.

La mirada de mi mentor se vuelve repentinamente dura.

-Controla ese tono, chico.

Inspiro con fuerza para evitar contestar. Vale, es verdad: hasta yo mismo he notado que, desde el bodrio del Desfile, salto con más facilidad de lo que es habitual al más mínimo comentario pero, ¿acaso se me puede recriminar? Estamos, no sólo en una competición a vida o muerte, sino viviendo el que ha sido mi sueño desde que tengo memoria; es normal que trate por todos los medios de dejar claro quién es el campeón, y que ratos de espera como este me pongan absolutamente de los nervios.

Ya la cena se me ha hecho eterna. He engullido la sopa de pescado antes de que los avox que llevaban la fuente se retirasen de la mesa, con las costillas de cerdo que han seguido a la sopa ha sucedido exactamente lo mismo y cuando yo ya estaba a punto de terminar el postre, Clove todavía no se había servido el segundo plato. He tenido que esperar a que todos los demás acabasen con su comida, y ni aún eso me ha parecido tan insoportable como los quince minutos que llevamos en el salón, esperando a que la cuenta atrás que aparece en nuestra pantalla pase del seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno…

-¡Bienvenidos, telespectadores de Panem!

Oír la voz de Caesar Flickerman me atrae como un imán al asiento; escucho una risilla ahogada de Lunnette, pero no le presto atención: mis sentidos están puestos en la imagen que hay frente a mí.

-Bienvenidos un año más a nuestra segunda toma de contacto con los valientes jóvenes a los que, dentro de dos días, veremos competir a muerte por el orgullo de llevar a su Distrito toda la gloria y el honor posibles. Durante el día de hoy, nuestros capacitados Vigilantes han estado observando, uno a uno y minuciosamente…

-O al menos antes de que el vino se les subiera a la cabeza –comenta Brutus.

-…a los veinticuatro participantes. Como ya saben, el contenido de estas exhibiciones se mantiene en secreto para favorecer la espectacularidad de los Juegos, pero eso no significa que no tengamos una valoración a la que atenernos.

Flickerman aprovecha el momento en que un avox aparece por el lateral de la pantalla con un sobre para deslumbrarnos a todos con una sonrisa dolorosamente blanca. Miro a ambos lados y compruebo que Clove, aunque trata de aparentar tranquilidad, no puede dejar de tamborilear con los dedos.

-¡Muchas gracias! Sin más preámbulos, aquí están las puntuaciones:

Primero van Marvel y Glimmer que sacan respectivamente un 9 y un 8. Me pregunto qué clase de artimañas habrá empleado Glimmer, porque si sus capacidades con las armas se parecen a las que me demostró a mí, un 8 es una nota sorprendentemente alta.

Mi puntuación aparece la siguiente, seguida de la de Clove, y puedo relajar los músculos por primera vez en el día de hoy: 10 los dos. Es una nota buenísima, aunque por supuesto mi demostración no era para menos, y noto cómo la sonrisa orgullosa florece en mi cara cuando las puntuaciones de Tamina y Xack (un 9 y un 5) me revelan como la mejor valoración del grupo profesional y por ende, probablemente de todos los Juegos; es verdad, Clove ha sacado la misma nota, y en cierto modo eso me fastidia, pero no nos vamos a engañar: yo sé lo peligrosa que puede llegar a ser, pero el resto no, y es tan pequeña que a mi lado, casi desaparecerá…

Además de que, en el remoto caso de que no gane esto, estaría bien que lo hiciera alguien de casa, ¿no?

A partir del Distrito 4, me quedo a ver las puntuaciones más por obligación que por ganas, con lo que no retengo casi ninguna en mi mente: el chico grandullón del Distrito 11 saca una nota bastante decente, y me sorprende ver que su compañera, la cría, no se queda muy atrás; le sigue el tributo del 12, que iguala la nota de Glimmer con un 8 nada desdeñable…

-¿Hablaste con su mentor? –pregunto a Brutus.

-Haymitch es un tipo complicado, pero se lo dijo a su protegido y al final han cedido; yo me andaría con cuidado por si acaso, pero por ahora es uno de los vuestros.

Sonrío satisfecho. Todo lo relativo al entrenamiento está saliendo a la perfección: he impuesto mi autoridad dentro del grupo profesional, tenemos al aliado que yo he elegido, la nota que me han dado es la más alta hasta ahora y sólo falta por decir que a la idiota combustible del Doce ha sacado…

Un once.

Once. ON – CE. 11. Los dos números aparecen delante de mí de una forma que parece irreal. Noto que todos giran la cabeza para mirarme pero yo soy incapaz de moverme, de reaccionar, pudiendo solamente sentir cómo el fuego crece dentro de mí, imparable, extendiéndose desde mis vísceras hasta el resto del cuerpo. Se me nubla la vista y todo se vuelve a ratos blanco, negro, blanco, negro…

-Cato… -dice Lunnette.

Y con ello, activa el botón.

-¡PUTA NIÑATA! –rujo con todas mis fuerzas mientras clavo el puño en la mesa de café que tengo enfrente. El dolor hace que mi rabia se libere parcialmente, pero no es suficiente. – ¡La voy a matar, voy a acabar con ella en cuanto uno de sus putos pies llenos de mierda pise la Arena. ¡LA VOY A MATAR!

Sigo pegando puños y patadas al aire y a todos los objetos que me encuentro de por medio sintiendo, como en otra realidad, que Brutus me empuja hasta mi cuarto ante la mirado aterrorizada de Lunnette.

-Trata de pegar a las almohadas y no romper nada más, chico. –dice cuando hemos llegado, cerrando la puerta tras de él de un portazo.

Por supuesto, no le hago ningún caso. Estrello jarrones contra el espejo del baño y me lleno las manos de sangre; pego puñetazos a la pared, incansablemente, pero esta no es como la de mi casa y no se abre un boquete; muerdo la sábanos y grito tan fuerte como puedo pero, por alguna razón, nada de eso es suficiente. No es el primer ataque de ira que me entra, y siempre he conseguido calmarme a base de golpes así que, ¿por qué ahora no? ¿Qué ha habido todas las otras veces que esta no…?

Oh, claro. La respuesta se encuentra en la puerta de al lado.

Así que ignoro la vocecilla en mi cabeza que me advierte de que me va a mandar a la mierda y salgo del cuarto con paso firme. Fuera, el pasillo está a oscuras, por lo que todos han debido de acostarse ya, pero me da igual: aporreo la puerta de Clove y estoy a punto de ponerme a gritar su nombre cuando abre, en pijama y con cara de pocos amigos.

-Necesito calmarme.

Arquea una ceja.

-No me digas.

-Y para calmarme te necesito a ti.

-Vaya.

Suelto un gruñido exasperado.

-Pero, ¿qué coño te pasa?

-Pues mira, quizás tenga algo que ver con que estaba a punto de quedarme dormida cuando alguien se ha propuesto echar mi puerta abajo…

Bah, la verdad es que no me importa lo más mínimo; en un gesto brusco tiro de ella hacia mí y la beso descargando toda la rabia  que puedo en el contacto de nuestros labios, cogiendo su cara con una mano para acercarla más a la mía…

Y experimentado una sensación de déja vu cuando oigo la palma de su mano impactar contra mi cara. Me separa de sí misma con un empujón que apenas me hace cosquillas, pero que refleja lo mismo que sus ojos llameantes.

-¡Perdóname, pero la pregunta es qué coño te pasa a ti! –sisea. -¿A qué se supone que ha venido esto?

-¡Te he dicho que necesito relajarme! En el Dos funcionaba, así que no entiendo por qué no va a funcionar aquí.

Su cara se llena de incomprensión un milisegundo antes de que el sarcasmo inunde sus facciones con una fuerza renovada.

-Ah, ya entiendo. El problema es que te has equivocado de piso: Glimmer está uno más abajo.

Reprimo las ganas de pegarle un puñetazo. Lo que yo quiero es liberarme de la tensión que me está comiendo vivo, no empezar una discusión que me ponga más nervioso.

-¿Qué tiene ella que ver con todo esto?

-Ah, no lo sé. Pero después de que hayáis pasado todo el tiempo juntos y del beso de ayer, supongo que ella te vendrá mejor que yo para estos menesteres.

Espera… ¿El beso?

-¿Lo dices por eso, en serio? –pongo la vista en blanco, cambiando el peso de un pie a otro para aliviar la tensión. –Mira, no te voy a mentir: Glimmer es muy pesada y está buenísima, pero sé ver una estrategia a kilómetros y lo suyo, claramente lo es. No me importaría pasar un buen rato con ella…

-No me interesan lo más mínimo los detalles de vuestra hipotética vida íntima, gracias.

-Oh, vamos, Clove, está claro que Glimmer te da exactamente igual –inspiro para tratar de calmar la rabia porque me dé órdenes un minuto más- Mira, sé lo que pasa.

-¿Ah, sí?

-Sí. Lo nuestro era autodestructivo, Clove, malo, para ti y para mí, y ahora estamos a punto de ir juntos a la Arena; pero no hace falta que te preocupes, ¿vale? Cuando me fui, lo hice como lo hice para que no se repitiera nunca. Esto no va a significar nada. Sólo necesito desahogarme, y es la mejor manera que conozco.

El sarcasmo desaparece de la cara de Clove a medida que pronuncio esas palabras. Veo que algo cambia en su mirada, algo casi imperceptible y que, no sé por qué, me recuerda a la tristeza durante un instante de clara confusión.

-¿No va a significar nada?

-Nada. Te lo prometo.

Se queda callada unos segundos, pensativa, mirándome tan seria como sólo ella puede estarlo.

-Está bien –suspira finalmente. –“Desahógate”.

Hay algo que no termina de convencerme de la forma en la que me lo dice, pero mi paciencia ha alcanzado su límite así que no voy a ponerme a evaluar ahora la validez moral de mis actos.

-Dios, gracias. –murmuro antes de entrar en el cuarto junto a ella y echar el pestillo.

En cuanto los dos estamos completamente solos, la empujo hasta que su espalda choca contra la pared y empiezo a besarla con toda la dureza de la que soy capaz. Al principio ella está tensa, como si hiciese esto por pura obligación, pero no tarda en rendirse a lo inevitable y responder con toda su fuerza a la rudeza de mi tacto, pasando las manos por mi pelo como hace prácticamente desde el primer beso de verdad que nos dimos. Absorbido por la rabia, muerdo su labio hasta hacerlo sangrar, lo que provoca que, al son de un gemido, ella clave las uñas aún más en mi cuero cabelludo, casi hasta dejarme marca. Se agarra a mí con las dos manos, tratando de imponer su propio ritmo mientras mis caderas se mueven, acercándose a ella por un instinto casi animal, y dejando a Clove la oportunidad de ser quien guíe y reine sobre nosotros; pero yo no soporto perder el poder, así que tardo décimas de segundo en coger sus dos muñecas con una mano y llevarlas sobre su cabeza, donde quedan inutilizables.

-Eh –trata de quejarse entre exhalaciones – si el favor te lo hago yo, -jadeo -¿por qué tienes que mandar tú?

-Porque por desgracia –respondo con voz ronca –soy el más fuerte y el menos prudente de los dos.

Y con esto continúo besándola, pasando mi boca por su cuello y succionando mientras ella permanece pegada a la pared, jadeando e incapaz de moverse más allá de lo que yo le permito. Poniéndome a mil al ser tan pequeña, tan manipulable por la enormidad de mi cuerpo, y haciendo que la puntuación de esa niña idiota quede en un pasado muy remoto.

En un momento dado la aúpo hasta que sus piernas rodean mi cintura, y puedo detenerme a pasarle la mano por todo el cuerpo sin ningún impedimento. Clove comienza a morder el lóbulo de mi oreja mientras yo recorro con mis dedos sus pechos por encima de la ridículamente fina camisa del pijama, recreándome en las sensaciones, en su aliento caliente en mi cuello y el tacto de su piel por todas partes…

Y ya no puedo aguantar más. La tiro a su cama como si fuese un fardo, y antes de que a ella le dé tiempo a revolverse, la inmovilizo nuevamente para disfrutar otra vez de la sensación de control. Trato de volver a cogerle las muñecas por encima de la cabeza, pero la necesidad de tocarla tarda poco en impedírmelo así que me conformo con aplastarla con mi peso para limitar sus movimientos a los que yo quiera. Desde abajo protesta, pero no podría importarme más: a lo largo de los años me ha demostrado cuánto odia que la traten como a una escultura de cristal, frágil y necesitada de cuidados; como a mí, si no tiene un componente primitivo, a Clove no le pone.

Así que la recorro con las manos una y otra vez, arriba y abajo, sintiendo cómo el enfado se va convirtiendo en una exigencia física muy diferente y me urge, imposible contentarme con lo que he obtenido hasta ahora, a pasarle la camisa de seda por encima de la cabeza con tanta fuerza que oigo desgarrarse la tela.

Un momento ínfimo de lapsus me asola al darme cuenta de que no lleva sujetador, momento que Clove aprovecha para arrancarme también la camiseta y tirarla al suelo. Por supuesto, estaba lista para irse a la cama y el sujetador debe de ser realmente incómodo a la hora de acostarse, pero no puedo evitar pensar, mientras vuelvo a besarla, a jugar tentativamente con la cinturilla del pantalón y ella pega su torso, completamente desnudo, al mío, que lo más cerca que hemos llegado a estar de esta situación fue el día de su cumpleaños.

No quiero que se me malinterprete: tampoco es que ninguno de los dos tuviese un especial respeto al concepto de la virginidad y, de hecho, encontrábamos otras formas de pasarlo bien mucho más cuestionables que el sexo sin más. Si no lo llegamos a hacer fue porque, simplemente, nunca hubo un momento: no teníamos tiempo ni dinero para buscar un sitio recogido, en mi casa estaba la amenaza constante de mi padre, o bien borracho o bien de resaca, y en la suya, con su madre sin empleo y la relación sujeta con pinzas con su padre, la situación era mucho peor. Además, por supuesto, de que encontrar métodos para prevenir accidentes que sean legales y sobretodo, seguros en el Dos no es algo fácil...

Pero llevo estudiando todo lo relativo a los Juegos desde que tengo memoria, y ya de bien pequeño se me quedó grabado los múltiples efectos  de las pastillas que hacían que los chicos, por muy mayores que me pareciesen entonces, no tuvieran el más leve rastro de barba. O que, como me descubrió Hayden en un día no muy agradable, evitaban que las chicas sangrasen durante la competición, una (palabras textuales) “clara desventaja para la supervivencia y algo verdaderamente antiestético”.

Así que me recupero rápidamente del impacto que supone ver a Clove medio desnuda y tardo poco en terminar la tarea, bajando su pantalón y llevándome la escueta ropa interior por el camino en un gesto rápido y casi animal. Ella tarda menos de un instante en comprender mis intenciones y clava sus uñas en mi espalda con fuerza como señal de asentimiento. Dejo de tocarla un momento para liberarme yo mismo de la ropa y vuelvo rápidamente sobre ella, huyendo de la extraña sensación de vacío que me ha recorrido en esos segundos sin notar el tacto, el calor y el olor de su piel. Clove abre los ojos, expectante, y veo cómo mueve la mano para guiarme, enviándome con un gesto tan sencillo un millón de descargas eléctricas al cerebro. Siento un ligero temblor en sus dedos, y las palabras salen de mi boca sin que yo pueda controlarlas.

-Si te hago daño, avísame.

Me mira con sus ojos marrones, esos ojos en los que me he perdido demasiadas veces, y soy incapaz de ignorar la fuerza magnética que surge de ellos y que trata de decirme algo que las palabras no pueden expresar, algo crucial pero impronunciable.

-Tú –susurra en su lugar con un hilo de voz –hazlo y ya está.

Así que empujo y en poco tiempo, a un ritmo que tarda en liberarse de la torpeza, sólo soy consciente de su cuerpo y del mío y del sudor que nos une hasta que los dos caemos derrotados encima de su cama.

Debo de quedarme dormido, porque lo siguiente de lo que soy consciente es de que Clove está a mi lado, desnuda y arropada por las sábanas, y de que mi brazo está sobre ella en un ademán inconsciente, entre protector y posesivo. Sacudo la cabeza, embotada y aturdida, y necesito unos minutos para recordar todo lo que ha sucedido: por qué estoy aquí, por qué ninguno de los dos lleva ropa y, sobretodo, por qué debería marcharme ahora mismo. Vuelvo a mirar el brazo que se cierne sobre mi compañera de Distrito, mi rival a muerte dentro de dos escasos días, y me recrimino a mí mismo lo idiota que soy por dejar que esto pase; no el hecho de haberme acostado con ella, porque desde el momento en que entré dejé claro que esto era sólo físico, que necesitaba relajarme un poco; sino el que me haya quedado después, dormido, rodeando a Clove como si tuviese que protegerla, porque eso va en contra de todo lo que he tratado conseguir en estos últimos meses.

Y este, por muchas razones, no es el momento para cagarla.

Así que me levanto tan rápida y silenciosamente como puedo, recogiendo mi ropa tirada de los diferentes rincones de la habitación y poniéndomela de la mejor manera posible en estas circunstancias, a oscuras y evitando el más mínimo ruido porque sé lo mucho que le cuesta dormirse a Clove una vez que ya la han despertado. Salgo del cuarto de puntillas y me meto en el mío, aún a medio vestir, y recriminándome lo mucho que me cuesta borrar la impresión de su cuerpo bajo el mío de mi cabeza.

FIN DEL CAPÍTULO 36

 ¡Y esto es todo! Tengo bastante cariño a este capítulo, puesto que no estaba incluido en mi idea inicial de cómo desarrollar la historia, pero creo que recoge bastante bien la esencia de lo que es la relación de Cato y Clove. Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Os ha gustado? ¿No? ¿Querríais más escenas así o todo lo contrario? Cualquier cosilla sabéis que me la podéis dejar en un comentario. ¡Un beso! :D.

9 comentarios:

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  2. Wow (^o^)/ Hola nueva fan jeje, encontre tu blog y esta asombroso realmente me quede encantada con el, y bueno tu ultimo capitulo esta genial y me dejo con muchas ansias de leer el proximo actuliza pronto.:)

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    1. ¡Muchas gracias! Siento tardar tanto en actualziar y contestar, pero espero volver a verte por aquí :D
      ¡Un beso!

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  3. Wow. Solo... wow. Tengo que decir que no sabía cómo volverían a ser durante los preliminares a los Juegos, pero esta no era una de mis opciones. Y aún así, es tan... Cato y Clove que ahora no me imagino otra opción.
    Necesito las entrevistas. ¡YA!

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    1. Para ser sincera cuando mi inocente e incorrupta mente de trece años pensó por primera vez esta historia no estaba ni remotamente cerca de añadir una escena así; pero como tú dices, es demasiado Cato y Clove, y visto desde una perspectiva más "madura" me parecía incoherente no explotar el factor sexual en una relación que es tan terrenal.
      ¡Un besazo!

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  4. Volví!! Había perdido la cuenta, pero ya la recupere. Ya quiero que lleguen los juegos! . Estoy demasiado ansiosaaaa jaja. No te voy a decir que escribís genial, porque ya es obvio, así que muchos saludos!

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    1. Jajaja, ¡Me alegro de volver a verte por aquí! Muchísimas gracias, y un besazo :D.

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  5. Como siempre, me quedo sin palabras, es genial, ya quiero las entrevistas, por Dios q van hacer cuando vean a los del 2 fingiendo cuando estostealemnte se aman. Ya quiero saber...

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    1. ¡Muchas gracias! Precisamente ese es la parte de als entrevistas que más me interesa a mí ;). ¡Un beso!

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