¡Ah! Aviso para navegantes: este capítulo contiene escenas subiditas de tono, así que si sois especialmente susceptibles a ese respecto, os recomiendo no leerlo :). Anyway, ¡aquí está!
I only fuck you when it's half past five
The only time I'd ever call you mine
I only love it when you touch me, not feel me
When I'm fucked up, that's the real me
When I'm fucked up, that's the real me, babe
The Hills, The Weeknd
CATO
“Un
minuto” me digo a mí mismo. “Sólo un minuto más sentado y se acabó, sacarán las
notas, comprobaré que soy el mejor, que he roto una barrera más en el camino a
ganar los Juegos y podré levantarme de este maldito sillón...”
Pero
antes de que me dé cuenta vuelvo a estar de pie, dando vueltas alrededor del
comedor para exasperación de Brutus.
-Chico,
es la sexta vez que te levantas en los últimos diez minutos. Haz el favor, y
estat…
-No
puedo, ¿vale? –interrumpo casi a gritos.
La
mirada de mi mentor se vuelve repentinamente dura.
-Controla
ese tono, chico.
Inspiro
con fuerza para evitar contestar. Vale, es verdad: hasta yo mismo he notado
que, desde el bodrio del Desfile, salto con más facilidad de lo que es habitual
al más mínimo comentario pero, ¿acaso se me puede recriminar? Estamos, no sólo
en una competición a vida o muerte, sino viviendo el que ha sido mi sueño desde
que tengo memoria; es normal que trate por todos los medios de dejar claro
quién es el campeón, y que ratos de espera como este me pongan absolutamente de
los nervios.
Ya
la cena se me ha hecho eterna. He engullido la sopa de pescado antes de que los
avox que llevaban la fuente se retirasen de la mesa, con las costillas de cerdo
que han seguido a la sopa ha sucedido exactamente lo mismo y cuando yo ya
estaba a punto de terminar el postre, Clove todavía no se había servido el
segundo plato. He tenido que esperar a que todos los demás acabasen con su
comida, y ni aún eso me ha parecido tan insoportable como los quince minutos
que llevamos en el salón, esperando a que la cuenta atrás que aparece en
nuestra pantalla pase del seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno…
-¡Bienvenidos,
telespectadores de Panem!
Oír
la voz de Caesar Flickerman me atrae como un imán al asiento; escucho una
risilla ahogada de Lunnette, pero no le presto atención: mis sentidos están
puestos en la imagen que hay frente a mí.
-Bienvenidos
un año más a nuestra segunda toma de contacto con los valientes jóvenes a los
que, dentro de dos días, veremos competir a muerte por el orgullo de llevar a
su Distrito toda la gloria y el honor posibles. Durante el día de hoy, nuestros
capacitados Vigilantes han estado observando, uno a uno y minuciosamente…
-O
al menos antes de que el vino se les subiera a la cabeza –comenta Brutus.
-…a
los veinticuatro participantes. Como ya saben, el contenido de estas
exhibiciones se mantiene en secreto para favorecer la espectacularidad de los
Juegos, pero eso no significa que no tengamos una valoración a la que
atenernos.
Flickerman
aprovecha el momento en que un avox aparece por el lateral de la pantalla con
un sobre para deslumbrarnos a todos con una sonrisa dolorosamente blanca. Miro
a ambos lados y compruebo que Clove, aunque trata de aparentar tranquilidad, no
puede dejar de tamborilear con los dedos.
-¡Muchas
gracias! Sin más preámbulos, aquí están las puntuaciones:
Primero
van Marvel y Glimmer que sacan respectivamente un 9 y un 8. Me pregunto qué
clase de artimañas habrá empleado Glimmer, porque si sus capacidades con las
armas se parecen a las que me demostró a mí, un 8 es una nota sorprendentemente
alta.
Mi
puntuación aparece la siguiente, seguida de la de Clove, y puedo relajar los
músculos por primera vez en el día de hoy: 10 los dos. Es una nota buenísima,
aunque por supuesto mi demostración no era para menos, y noto cómo la sonrisa
orgullosa florece en mi cara cuando las puntuaciones de Tamina y Xack (un 9 y
un 5) me revelan como la mejor valoración del grupo profesional y por ende,
probablemente de todos los Juegos; es verdad, Clove ha sacado la misma nota, y
en cierto modo eso me fastidia, pero no nos vamos a engañar: yo sé lo peligrosa
que puede llegar a ser, pero el resto no, y es tan pequeña que a mi lado, casi
desaparecerá…
Además
de que, en el remoto caso de que no gane esto, estaría bien que lo hiciera
alguien de casa, ¿no?
A
partir del Distrito 4, me quedo a ver las puntuaciones más por obligación que
por ganas, con lo que no retengo casi ninguna en mi mente: el chico grandullón
del Distrito 11 saca una nota bastante decente, y me sorprende ver que su
compañera, la cría, no se queda muy atrás; le sigue el tributo del 12, que
iguala la nota de Glimmer con un 8 nada desdeñable…
-¿Hablaste
con su mentor? –pregunto a Brutus.
-Haymitch
es un tipo complicado, pero se lo dijo a su protegido y al final han cedido; yo
me andaría con cuidado por si acaso, pero por ahora es uno de los vuestros.
Sonrío
satisfecho. Todo lo relativo al entrenamiento está saliendo a la perfección: he
impuesto mi autoridad dentro del grupo profesional, tenemos al aliado que yo he
elegido, la nota que me han dado es la más alta hasta ahora y sólo falta por
decir que a la idiota combustible del Doce ha sacado…
Un
once.
Once.
ON – CE. 11. Los dos números aparecen delante de mí de una forma que parece
irreal. Noto que todos giran la cabeza para mirarme pero yo soy incapaz de moverme,
de reaccionar, pudiendo solamente sentir cómo el fuego crece dentro de mí,
imparable, extendiéndose desde mis vísceras hasta el resto del cuerpo. Se me
nubla la vista y todo se vuelve a ratos blanco, negro, blanco, negro…
-Cato…
-dice Lunnette.
Y
con ello, activa el botón.
-¡PUTA
NIÑATA! –rujo con todas mis fuerzas mientras clavo el puño en la mesa de café
que tengo enfrente. El dolor hace que mi rabia se libere parcialmente, pero no
es suficiente. – ¡La voy a matar, voy a acabar con ella en cuanto uno de sus
putos pies llenos de mierda pise la Arena. ¡LA VOY A MATAR!
Sigo
pegando puños y patadas al aire y a todos los objetos que me encuentro de por
medio sintiendo, como en otra realidad, que Brutus me empuja hasta mi cuarto
ante la mirado aterrorizada de Lunnette.
-Trata
de pegar a las almohadas y no romper nada más, chico. –dice cuando hemos
llegado, cerrando la puerta tras de él de un portazo.
Por
supuesto, no le hago ningún caso. Estrello jarrones contra el espejo del baño y
me lleno las manos de sangre; pego puñetazos a la pared, incansablemente, pero
esta no es como la de mi casa y no se abre un boquete; muerdo la sábanos y
grito tan fuerte como puedo pero, por alguna razón, nada de eso es suficiente.
No es el primer ataque de ira que me entra, y siempre he conseguido calmarme a
base de golpes así que, ¿por qué ahora no? ¿Qué ha habido todas las otras veces
que esta no…?
Oh,
claro. La respuesta se encuentra en la puerta de al lado.
Así
que ignoro la vocecilla en mi cabeza que me advierte de que me va a mandar a la
mierda y salgo del cuarto con paso firme. Fuera, el pasillo está a oscuras, por
lo que todos han debido de acostarse ya, pero me da igual: aporreo la puerta de
Clove y estoy a punto de ponerme a gritar su nombre cuando abre, en pijama y
con cara de pocos amigos.
-Necesito
calmarme.
Arquea
una ceja.
-No
me digas.
-Y
para calmarme te necesito a ti.
-Vaya.
Suelto
un gruñido exasperado.
-Pero,
¿qué coño te pasa?
-Pues
mira, quizás tenga algo que ver con que estaba a punto de quedarme dormida
cuando alguien se ha propuesto echar mi puerta abajo…
Bah,
la verdad es que no me importa lo más mínimo; en un gesto brusco tiro de ella
hacia mí y la beso descargando toda la rabia
que puedo en el contacto de nuestros labios, cogiendo su cara con una
mano para acercarla más a la mía…
Y
experimentado una sensación de déja vu cuando oigo la palma de su mano impactar
contra mi cara. Me separa de sí misma con un empujón que apenas me hace
cosquillas, pero que refleja lo mismo que sus ojos llameantes.
-¡Perdóname,
pero la pregunta es qué coño te pasa a ti! –sisea. -¿A qué se supone que ha
venido esto?
-¡Te
he dicho que necesito relajarme! En el Dos funcionaba, así que no entiendo por
qué no va a funcionar aquí.
Su
cara se llena de incomprensión un milisegundo antes de que el sarcasmo inunde
sus facciones con una fuerza renovada.
-Ah,
ya entiendo. El problema es que te has equivocado de piso: Glimmer está uno más
abajo.
Reprimo
las ganas de pegarle un puñetazo. Lo que yo quiero es liberarme de la tensión
que me está comiendo vivo, no empezar una discusión que me ponga más nervioso.
-¿Qué
tiene ella que ver con todo esto?
-Ah,
no lo sé. Pero después de que hayáis pasado todo el tiempo juntos y del beso de
ayer, supongo que ella te vendrá mejor que yo para estos menesteres.
Espera…
¿El beso?
-¿Lo
dices por eso, en serio? –pongo la vista en blanco, cambiando el peso de un pie
a otro para aliviar la tensión. –Mira, no te voy a mentir: Glimmer es muy
pesada y está buenísima, pero sé ver una estrategia a kilómetros y lo suyo,
claramente lo es. No me importaría pasar un buen rato con ella…
-No
me interesan lo más mínimo los detalles de vuestra hipotética vida íntima,
gracias.
-Oh,
vamos, Clove, está claro que Glimmer te da exactamente igual –inspiro para
tratar de calmar la rabia porque me dé órdenes un minuto más- Mira, sé lo que
pasa.
-¿Ah,
sí?
-Sí.
Lo nuestro era autodestructivo, Clove, malo, para ti y para mí, y ahora estamos
a punto de ir juntos a la Arena; pero no hace falta que te preocupes, ¿vale? Cuando
me fui, lo hice como lo hice para que no se repitiera nunca. Esto no va a
significar nada. Sólo necesito desahogarme, y es la mejor manera que conozco.
El
sarcasmo desaparece de la cara de Clove a medida que pronuncio esas palabras.
Veo que algo cambia en su mirada, algo casi imperceptible y que, no sé por qué,
me recuerda a la tristeza durante un instante de clara confusión.
-¿No
va a significar nada?
-Nada.
Te lo prometo.
Se
queda callada unos segundos, pensativa, mirándome tan seria como sólo ella
puede estarlo.
-Está
bien –suspira finalmente. –“Desahógate”.
Hay
algo que no termina de convencerme de la forma en la que me lo dice, pero mi
paciencia ha alcanzado su límite así que no voy a ponerme a evaluar ahora la
validez moral de mis actos.
-Dios,
gracias. –murmuro antes de entrar en el cuarto junto a ella y echar el
pestillo.
En
cuanto los dos estamos completamente solos, la empujo hasta que su espalda
choca contra la pared y empiezo a besarla con toda la dureza de la que soy
capaz. Al principio ella está tensa, como si hiciese esto por pura obligación,
pero no tarda en rendirse a lo inevitable y responder con toda su fuerza a la
rudeza de mi tacto, pasando las manos por mi pelo como hace prácticamente desde
el primer beso de verdad que nos dimos. Absorbido por la rabia, muerdo su labio
hasta hacerlo sangrar, lo que provoca que, al son de un gemido, ella clave las
uñas aún más en mi cuero cabelludo, casi hasta dejarme marca. Se agarra a mí
con las dos manos, tratando de imponer su propio ritmo mientras mis caderas se
mueven, acercándose a ella por un instinto casi animal, y dejando a Clove la
oportunidad de ser quien guíe y reine sobre nosotros; pero yo no soporto perder
el poder, así que tardo décimas de segundo en coger sus dos muñecas con una
mano y llevarlas sobre su cabeza, donde quedan inutilizables.
-Eh
–trata de quejarse entre exhalaciones – si el favor te lo hago yo, -jadeo -¿por
qué tienes que mandar tú?
-Porque
por desgracia –respondo con voz ronca –soy el más fuerte y el menos prudente de
los dos.
Y
con esto continúo besándola, pasando mi boca por su cuello y succionando
mientras ella permanece pegada a la pared, jadeando e incapaz de moverse más
allá de lo que yo le permito. Poniéndome a mil al ser tan pequeña, tan
manipulable por la enormidad de mi cuerpo, y haciendo que la puntuación de esa
niña idiota quede en un pasado muy remoto.
En
un momento dado la aúpo hasta que sus piernas rodean mi cintura, y puedo
detenerme a pasarle la mano por todo el cuerpo sin ningún impedimento. Clove
comienza a morder el lóbulo de mi oreja mientras yo recorro con mis dedos sus
pechos por encima de la ridículamente fina camisa del pijama, recreándome en
las sensaciones, en su aliento caliente en mi cuello y el tacto de su piel por
todas partes…
Y
ya no puedo aguantar más. La tiro a su cama como si fuese un fardo, y antes de
que a ella le dé tiempo a revolverse, la inmovilizo nuevamente para disfrutar otra
vez de la sensación de control. Trato de volver a cogerle las muñecas por
encima de la cabeza, pero la necesidad de tocarla tarda poco en impedírmelo así
que me conformo con aplastarla con mi peso para limitar sus movimientos a los
que yo quiera. Desde abajo protesta, pero no podría importarme más: a lo largo
de los años me ha demostrado cuánto odia que la traten como a una escultura de
cristal, frágil y necesitada de cuidados; como a mí, si no tiene un componente
primitivo, a Clove no le pone.
Así
que la recorro con las manos una y otra vez, arriba y abajo, sintiendo cómo el
enfado se va convirtiendo en una exigencia física muy diferente y me urge,
imposible contentarme con lo que he obtenido hasta ahora, a pasarle la camisa
de seda por encima de la cabeza con tanta fuerza que oigo desgarrarse la tela.
Un
momento ínfimo de lapsus me asola al darme cuenta de que no lleva sujetador,
momento que Clove aprovecha para arrancarme también la camiseta y tirarla al
suelo. Por supuesto, estaba lista para irse a la cama y el sujetador debe de
ser realmente incómodo a la hora de acostarse, pero no puedo evitar pensar,
mientras vuelvo a besarla, a jugar tentativamente con la cinturilla del
pantalón y ella pega su torso, completamente desnudo, al mío, que lo más cerca
que hemos llegado a estar de esta situación fue el día de su cumpleaños.
No
quiero que se me malinterprete: tampoco es que ninguno de los dos tuviese un
especial respeto al concepto de la virginidad y, de hecho, encontrábamos otras
formas de pasarlo bien mucho más cuestionables que el sexo sin más. Si no lo
llegamos a hacer fue porque, simplemente, nunca hubo un momento: no teníamos
tiempo ni dinero para buscar un sitio recogido, en mi casa estaba la amenaza constante
de mi padre, o bien borracho o bien de resaca, y en la suya, con su madre sin
empleo y la relación sujeta con pinzas con su padre, la situación era mucho
peor. Además, por supuesto, de que encontrar métodos para prevenir accidentes
que sean legales y sobretodo, seguros en el Dos no es algo fácil...
Pero
llevo estudiando todo lo relativo a los Juegos desde que tengo memoria, y ya de
bien pequeño se me quedó grabado los múltiples efectos de las pastillas que hacían que los chicos,
por muy mayores que me pareciesen entonces, no tuvieran el más leve rastro de
barba. O que, como me descubrió Hayden en un día no muy agradable, evitaban que
las chicas sangrasen durante la competición, una (palabras textuales) “clara
desventaja para la supervivencia y algo verdaderamente antiestético”.
Así
que me recupero rápidamente del impacto que supone ver a Clove medio desnuda y
tardo poco en terminar la tarea, bajando su pantalón y llevándome la escueta
ropa interior por el camino en un gesto rápido y casi animal. Ella tarda menos
de un instante en comprender mis intenciones y clava sus uñas en mi espalda con
fuerza como señal de asentimiento. Dejo de tocarla un momento para liberarme yo
mismo de la ropa y vuelvo rápidamente sobre ella, huyendo de la extraña
sensación de vacío que me ha recorrido en esos segundos sin notar el tacto, el
calor y el olor de su piel. Clove abre los ojos, expectante, y veo cómo mueve
la mano para guiarme, enviándome con un gesto tan sencillo un millón de
descargas eléctricas al cerebro. Siento un ligero temblor en sus dedos, y las
palabras salen de mi boca sin que yo pueda controlarlas.
-Si
te hago daño, avísame.
Me
mira con sus ojos marrones, esos ojos en los que me he perdido demasiadas
veces, y soy incapaz de ignorar la fuerza magnética que surge de ellos y que
trata de decirme algo que las palabras no pueden expresar, algo crucial pero
impronunciable.
-Tú
–susurra en su lugar con un hilo de voz –hazlo y ya está.
Así
que empujo y en poco tiempo, a un ritmo que tarda en liberarse de la torpeza,
sólo soy consciente de su cuerpo y del mío y del sudor que nos une hasta que
los dos caemos derrotados encima de su cama.
Debo
de quedarme dormido, porque lo siguiente de lo que soy consciente es de que
Clove está a mi lado, desnuda y arropada por las sábanas, y de que mi brazo
está sobre ella en un ademán inconsciente, entre protector y posesivo. Sacudo
la cabeza, embotada y aturdida, y necesito unos minutos para recordar todo lo
que ha sucedido: por qué estoy aquí, por qué ninguno de los dos lleva ropa y,
sobretodo, por qué debería marcharme ahora mismo. Vuelvo a mirar el brazo que
se cierne sobre mi compañera de Distrito, mi rival a muerte dentro de dos
escasos días, y me recrimino a mí mismo lo idiota que soy por dejar que esto
pase; no el hecho de haberme acostado con ella, porque desde el momento en que
entré dejé claro que esto era sólo físico, que necesitaba relajarme un poco;
sino el que me haya quedado después, dormido, rodeando a Clove como si tuviese
que protegerla, porque eso va en contra de todo lo que he tratado conseguir en
estos últimos meses.
Y
este, por muchas razones, no es el momento para cagarla.
Así
que me levanto tan rápida y silenciosamente como puedo, recogiendo mi ropa
tirada de los diferentes rincones de la habitación y poniéndomela de la mejor
manera posible en estas circunstancias, a oscuras y evitando el más mínimo
ruido porque sé lo mucho que le cuesta dormirse a Clove una vez que ya la han
despertado. Salgo del cuarto de puntillas y me meto en el mío, aún a medio
vestir, y recriminándome lo mucho que me cuesta borrar la impresión de su
cuerpo bajo el mío de mi cabeza.
FIN DEL CAPÍTULO 36
¡Y esto es todo! Tengo bastante cariño a este capítulo, puesto que no estaba incluido en mi idea inicial de cómo desarrollar la historia, pero creo que recoge bastante bien la esencia de lo que es la relación de Cato y Clove. Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Os ha gustado? ¿No? ¿Querríais más escenas así o todo lo contrario? Cualquier cosilla sabéis que me la podéis dejar en un comentario. ¡Un beso! :D.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarWow (^o^)/ Hola nueva fan jeje, encontre tu blog y esta asombroso realmente me quede encantada con el, y bueno tu ultimo capitulo esta genial y me dejo con muchas ansias de leer el proximo actuliza pronto.:)
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Siento tardar tanto en actualziar y contestar, pero espero volver a verte por aquí :D
Eliminar¡Un beso!
Wow. Solo... wow. Tengo que decir que no sabía cómo volverían a ser durante los preliminares a los Juegos, pero esta no era una de mis opciones. Y aún así, es tan... Cato y Clove que ahora no me imagino otra opción.
ResponderEliminarNecesito las entrevistas. ¡YA!
Para ser sincera cuando mi inocente e incorrupta mente de trece años pensó por primera vez esta historia no estaba ni remotamente cerca de añadir una escena así; pero como tú dices, es demasiado Cato y Clove, y visto desde una perspectiva más "madura" me parecía incoherente no explotar el factor sexual en una relación que es tan terrenal.
Eliminar¡Un besazo!
Volví!! Había perdido la cuenta, pero ya la recupere. Ya quiero que lleguen los juegos! . Estoy demasiado ansiosaaaa jaja. No te voy a decir que escribís genial, porque ya es obvio, así que muchos saludos!
ResponderEliminarJajaja, ¡Me alegro de volver a verte por aquí! Muchísimas gracias, y un besazo :D.
EliminarComo siempre, me quedo sin palabras, es genial, ya quiero las entrevistas, por Dios q van hacer cuando vean a los del 2 fingiendo cuando estostealemnte se aman. Ya quiero saber...
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Precisamente ese es la parte de als entrevistas que más me interesa a mí ;). ¡Un beso!
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