¡Hola, hola, tributos! Estos dos últimos meses han sido de locos, pero no hay excusas par ano subir un capítulo en dos meses así que no me voy a molestar en ponerlas. ¡Espero que lo disfrutéis, igualmente :D!
PD: ¡Por fin, por fin, por fin las entrevistas! No sabéis qué ganas tengo de llegar ya a la acción!
Love [..] I don't need it, but I'll take what I want from your heart
And I'll keep it in a bag, in a box [...]
Gimme more, gimme more, gimme more
Shut up and sing it with me
Na Na Na, My Chemical Romance
CLOVE
Para
cualquier tributo profesional, o al menos para cualquiera que venga del
Distrito 2, el día anterior a los Juegos es un día aburridamente fácil.
Mientras que en los pisos superiores puedo imaginarme a mis rivales peleándose
por calzar tacones, o tratando de no tropezarse con las largas faldas de los
vestidos de gala, nosotros llevamos practicando todo ello desde mucho antes,
con aquellos insufribles entrenamientos de protocolo invernales. En mi caso
particular, no sólo cuento con la experiencia que me proporcionó el Centro (y
que ya me ha evitado tener que trazarme un perfil de cara al público); sino que
además, llevo a mi espalda años y años de convivencia con una hermana como
Bethany, obsesionada por los vestidos, la belleza, y todo aquello que el resto
de gente a nuestro alrededor (yo la primera), considera intrascendente hasta
decir basta. El baile que practiqué de pequeña me dio suficiente gracilidad
para no parecer torpe, hay preguntas que he ensayado hasta aprender de memoria,
domino a la perfección la sonrisa de niña buena con una pizca de sarcasmo...
Pero,
en primer lugar, ni en mil años me habría esperado llegar a este día con una
incomodidad tan irritante en la cara interna de los muslos; y sobretodo, jamás
habría sido capaz de imaginar que mi mentora se quedaría mirándome fijamente
sin decir palabra desde el momento en que Lunnette salió de la sala.
Hace
quince minutos.
Por
tercera vez, trato de devolverle la mirada esperando a que reaccione, pero hoy
la implacabilidad de sus ojos de hielo es superior a mis fuerzas. Aburrida,
enfadada, y sintiendo pinchazos cada vez que intento recolocarme en mi asiento,
suspiro por fin.
-No
vamos a hacer nada hasta que te lo diga, ¿verdad?
Ella
se encoge de hombros sin dejar de observarme.
-Es
por tu propio beneficio. –responde con un tono peligrosamente calmado. Suspiro.
-Lyme...
-No
puedo proteger a alguien sin saber qué mierda le mueve a acostarse con un chico
que en una semana podría estar clavándole una espada en el estómago.
Un
segundo… ¿Qué?
-Espera,
¿tú..? Pero…
-Mira,
Clove, voy a hacerte una confesión con la intención de asentar un precedente en
el resto de la conversación, ¿vale? Soy insomne desde que gané mis Juegos, así
que te puedes imaginar mi no tan grande sorpresa cuando ayer, al salir de mi
cuarto para dar una vuelta, empecé a oír los gemidos muy poco contenidos de dos
adolescentes hormonados… ¡Surgiendo de la puerta de mi tributo, la que asegura
que entre ella y su compañero de Distrito no hay ni ha habido nada! –concluye
con sarcasmo.
Yo
permanezco callada, más que nada porque, por una vez, no sé qué decir; pero
está claro que Lyme lleva deseando hacer esto desde que nos conocimos.
–Oye,
que quizá el chico del Distrito 1 tiene un deslumbrante atractivo que yo no he
encontrado, o puede que estuvieses ensayando un número de imitación del ritual
de apareamiento de algún muto como estrategia defensiva, aunque hay algo,
llámalo sexto sentido, que me dice que no es así. ¿Me equivoco?
Desvío
la mirada al suelo, apelando a toda mi fuerza de voluntad para no levantarme
ahora mismo y pegarle un puñetazo; sin embargo, por poco que me apetezca hablar
de ello, está claro que, al menos a mi mentora, ya no puedo ocultárselo por más
tiempo.
-Está
bien, sí; ayer lo hicimos.
-¡No!
¿En serio? –exclama, echando la vista al cielo.
Yo
la fulmino con la mirada, pero ella, como toda reacción, modera ligeramente el
sarcasmo de su voz.
-¿Fue
la primera vez?
-Sí.
Lyme
parpadea una milésima de segundo más despacio de lo normal.
-Vaya,
pues tal y como sois y con vuestra edad… En fin, voy a decir que te traigan una
pastilla, debes de estar bastante molesta con el dolor. ¿Él también era…
-A
no ser que en los últimos tres meses haya conocido a alguna –me muerdo el labio
para evitar decir la palabra que se me pasa por la mente -…chica dispuesta, de
la que yo no haya sabido, sí.
Es
entonces cuando mi mentora pierde, por primera vez en toda la mañana, su
actitud de conocedora de la verdad absoluta.
-¿Tres
meses?
Y
se lo cuento todo. Bueno, no, todo no; me ahorro los detalles cursis, las
partes más íntimas o las más escabrosas, como el día en que Dock murió y yo
lloré por primera vez en mucho tiempo, o que su padre intentó matarme, por
ejemplo. Le digo que hemos sido muy amigos desde que yo entré en el Centro,
hace cuatro años, y que en ese tiempo hemos tenido una relación en la que tan
pronto somos inseparables, como dejamos de hablarnos durante meses, de
“desintoxicarnos del otro”. Hablo de que me salvó la vida, de que luego me la
“quitó” en el entrenamiento de campo, de nuestra vuelta juntos pero evitando
ante todo cualquier cariño excesivo, cualquier gesto que hiciese nuestra
relación más íntima, en el sentido menos físico de la palabra, y que consiguió
durar un año entero…
-Hasta
que hace tres meses, casi que… De repente, sucedió algo. Él dijo lo que me
volvió a decir anoche: que nuestra relación es peligrosa, que es dañina y
destructiva aunque… -trato de mantener el tono sereno, pese a que por dentro
noto cómo mi voz pide a gritos quebrarse -Bueno, quizás es que se cansó,
simplemente. Me dejó de hablar. Se cambió de grupo de entrenamiento. Cortó
todos los lazos que le unían conmigo y la siguiente vez que me dirigió la
palabra fue en el momento en que los dos salimos elegidos. “Felices Juegos,
Clove” –repito con ironía.
Por
suerte, Lyme ha vuelto a ser la mentora que ha sido todo este tiempo, fría,
seria, objetiva, no sarcástica ni irritada por tener que lidiar con una
adolescente que dificulta su propia supervivencia. Se queda callada un minuto,
por respeto, ya que las dos sabemos cuál es la pregunta que va hacer ahora; sin
embargo, yo ya he soltado la peor parte, la que me atormenta desde el día en
que me dejó, así que, si he sido capaz de contarle esto, puedo contárselo todo
sin miedo en cuanto su minuto de silencio concluye.
-Y
entonces, ¿qué pasó ayer?
-Cato
nunca ha sido una persona tranquila.
“Estuvo
a punto de ahogarme el día que le conocí.”
-Le
dan ataques de rabia con facilidad, y el éxito que está consiguiendo la niñata
del Distrito 12 le pone histérico. Pero desde que entreno con él, siempre que
ha pasado estaba yo, o al menos Hayden…
-¿La
hija de Dart y Pansy?
Asiento.
-Nos
encargamos de calmarle, siempre, y ayer no fue una excepción: vino a mi cuarto,
me dijo que necesitaba tranquilizarse y… Bueno, el resto ya lo oíste.
Lo
veo venir en su mirada, pero eso no hace menos humillante el chaparrón.
-¿Me
estás diciendo que perdiste la virginidad para evitar que un chico rompiese un
puñado de cristales?
-¡No!
–grito enseguida -Bueno, puede… No, ¡no! –bufo –Mira, en primer lugar, el
concepto de la virginidad está muy sobrevalorado, ¿vale?; en segundo lugar, no
habría sido “un puñado de cristales” sino un brazo o si hubiese podido,
probablemente un cuello; y en tercer lugar…
Claro,
en tercer lugar, está el problema. Que él decidió que se olvidaría de mí: “no
va a significar nada”, lo dejó muy claro. Pero yo también decidí que no puedo
dejar atrás todo lo que hemos vivido, porque es algo tan propio de mí como
lanzar cuchillos y, en cierto modo, hay algo que se resiste a creer que Cato sí.
Y me da vergüenza admitirlo delante de mi mentora, de cualquiera que no sea yo
misma, porque va en contra de todo lo que significa ser profesional, pero si
sigo dándole vueltas, sin saber ni siquiera la respuesta a esa pregunta que he
querido hacerle a él, y que estoy entendiendo cómo formular, va a acabar
conmigo.
-Créeme,
Lyme, yo también veo que esto no es natural, que es raro, que te perjudica a ti
en tu trabajo y a mí en mi objetivo de ganar los Juegos. Así que tengo que
hablarlo con él, a solas, para poder dejar de dudar y centrarme, y saber qué
significa para los dos todo lo que nos ha pasado. ¿Puedes ayudarme?
Lyme
cruza los brazos, meditativa. Frunce el ceño, lo que interpreto como un gesto
que señala que, efectivamente, a sus ojos me estoy volviendo una bola de
sentimientos que en nada se parece a esa chica con la que he soñado ser desde
que tenía ocho años, y que tengo que aprender a resolverlo yo solita; sin
embargo, finalmente, ella relaja la expresión y responde:
-Tú
misma lo has dicho: que estés más centrada en tu relación con Cato que en ganar
interfiere con la meta de las dos, y no puedo permitir que eso suceda. Esta
noche, al final de la cena. Aprovecha el tiempo.
Suspiro,
nerviosa pero aliviada de haber sacado algo positivo de este rato. Miro la
hora: toca parar para comer, y poco después Regina y el equipo de preparación
llegarán para ponerme todo lo guapa que puedan de cara a las entrevistas; menos
mal que tengo las preguntas de Caesar casi memorizadas. Me levanto, sin poder
contener una mueca de incomodidad (espero que durante la comida llegue la
famosa pastilla) y cojo el pomo de la puerta…
-¿Clove?
Me
giro.
-¿Sí?
-Ya
te dije que no sois la primera relación que conocía, así que ten cuidado: a
veces las explicaciones pueden dejar la cosa peor de lo que ya estaba.
***
CATO
Es
un traje.
Tampoco
es que me esperase nada diferente, claro, así que por esta vez, me guardo las
ganas de romperle la cara a Quio cuando aparece con mi vestuario de la noche.
Después de horas con el equipo de preparación echándome mil y una cremas,
retocando mis uñas y hasta maquillándome, la verdad es que me alivia poder
deshacerme de la bata de papel que me han hecho llevar y ponerme ropa de
verdad. Como si fuera un niño pequeño, me abotonan la camisa, me ponen el
pantalón y el cinturón, ayudan a calzarme los lustrosos zapatos y, finalmente,
se encargan de que hasta las mangas de la chaqueta plateada queden dobladas
exactamente por el mismo punto. Suelto los dos últimos botones, agobiantes, sin
que me den la orden, pero nadie se atreve a decirme nada; supongo que después
de la escena que monté el día del Desfile, todos han quedado prevenidos.
Así
que me observo en el espejo de cuerpo entero que hay frente a mí, satisfecho con
la imagen que me devuelve: para empezar, esta vez no llevo falda, lo cual ya es
un gran avance con respecto al comienzo de la semana; además, el contraste del
vestuario, enteramente negro, con la chaqueta plateada, me hace parecer
amenazador, pero no excesivamente serio. Practico mi mueca de depredador un
segundo y salgo de mi cuarto, seguido de todo el equipo de preparación.
Frente
al ascensor, nos encontramos con los dos mentores y Lunnette, quien parece
haber desplegado todo su arsenal de extravagancias para la ocasión. Justo
cuando empiezo a impacientarme, Clove y su equipo de preparación entran en la
sala, y el ascensor se abre para llevarnos directamente al plató de las
entrevistas.
A
ella no le gusta su vestido, lo sé sólo con mirarla. Tampoco es que me extrañe:
armoniza de manera extraña tules, muchas capas de tela, lazos y un color naranja
demasiado cálido para alguien tan frío como la chica de los cuchillos; si Clove
hubiese hecho una lista con las cosas
que no querría en un vestido, estoy seguro de que todas ellas habrían aparecido.
Sin embargo, yo no puede evitar verla guapa. Preciosa, para qué negarlo: tan
preciosa como cuando entrena y su mirada se vuelve casi felina, como cuando
lleva los vestidos de su hermana a las Cosechas, como anoche, con el camisón… y
sin él.
Aunque,
por supuesto, no seré yo quien se lo diga. Ya bastantes errores cometí al ir a
buscarla ayer, y no pienso echar por tierra todos mis esfuerzos en menos de dos
días.
Por
eso, tan sólo le dedico una media sonrisa al verla, y en cuanto las puertas se
abren y Glimmer aparece delante de nosotros, no me corto un pelo en observarla
de arriba abajo, como sé que ella quiere que haga. El vestido es
semi-transparente y tan corto que hace que sus piernas, ya largas de por sí, se
vuelvan kilométricas. El maquillaje de Clove era fácil de ver, pero Glimmer lo
ha llevado a todo un nuevo nivel, con una gruesa línea negra con destellos
dorados enmarcando sus ojos verdes; en cuanto me ve, no pierde un segundo en
acercarse y pasarme el brazo por la cintura, de una manera casi posesiva.
“El
problema es que te has equivocado de piso: Glimmer está uno más abajo.”
Contengo
un respingo cuando esas palabras vuelven a mi cabeza repentinamente. Echo un
nuevo vistazo, esta vez más sutil, a la bomba de pelo rubio y piernas largas
que tengo a mi lado y mi cuerpo se separa un poco de ella inconscientemente.
“Glimmer
es muy pesada y está buenísima, pero sé ver una estrategia a kilómetros y lo
suyo, claramente lo es. No me importaría pasar un buen rato con ella…”
Tampoco
tuve que fingir ni una palabra al decir eso. Joder, tendría que estar ciego
para que me molestase lo más mínimo tener que pasar una noche con una chica
como ella, pese a que nadie se creería que sus intenciones pegándose tanto a mí
son buenas. Sin embargo, en pleno ataque de rabia, Glimmer ni se me pasó por la
cabeza, mientras que Clove, y su piel blanca, y su cuerpo diminuto, y su pelo
negro e inacabable…
Sacudo
la cabeza, tratando de alejar unos pensamientos que se están acercando
peligrosamente a los recuerdos de ayer por la noche. Las cámaras están a punto
de comenzar a retransmitir y necesito estar centrado en mi pose, no en
controlar que mis hormonas me jueguen una mala pasada, así que, cuando Caesar
entra en el plató, me separo de Glimmer, evito con todas mis fuerzas mirar a
Clove, y tomo el sitio que me corresponde.
En
cuanto la última maquilladora aplica una capa final de turquesa a los párpados
de Flickerman, el lugar se transforma y el show comienza. El presentador saluda
a la audiencia con su tono animado, todo un despliegue de brillos, sonrisas
blancas y turquesa, turquesa allá donde mires. En apenas un par de minutos ya
está presentando a Glimmer y esta sale al escenario, con su vestido dorado
arrancando “ohs” a todo el público. Echo un rápido vistazo a mi vestuario,
simple y sobrio en comparación: espero que mi actitud brutal sea suficiente
para eclipsarla algo que, claramente, no sucede con Marvel, quien pasa
prácticamente desapercibido hasta que, cuando me quiero dar cuenta, ya es el turno
de Clove.
Sarcasmo
con una pizca de dulzura; lo decidió cuando tenía doce años, y desde entonces
no ha cambiado ese perfil. Responde a las preguntas con una elegancia natural,
fría pero empática al mismo tiempo, y todo lo lejos que se puede estar de la
avasalladora exuberancia de Glimmer. El vestido es largo hasta los pies, pero
al cruzar las piernas deja asomar el taconazo que lleva y parte de su pierna
perfectamente esculpida, con lo que siento una oleada de calor extenderse por
mi cuerpo…
Basta.
Desvío la mirada de Clove, en una lucha con mi propio cuerpo, y me repito
mentalmente las preguntas de Caesar, tratando de olvidar todo lo relativo a
ella hasta que el presentador me llama y tomo el relevo de mi compañera.
Al
pasar junto a Clove, su aliento cálido me roza el cuello, y no puedo evitar
contener un escalofrío; doy la mano a Caesar casi en un sueño, porque el recuerdo
de su piel contra la mía empieza a apoderarse nuevamente de mi mente,
incitándome a perderme justo en el momento menos oportuno, delante de un montón
de gente que podrían ser mis potenciales patrocinadores y que se han quedado
todos en silencio de repente, como, como…
Como
esperando una respuesta.
Mierda.
Caesar
me está mirando fijamente, pero parece leer el apuro en mis ojos cuando el
silencio se alarga unos segundos más de lo necesario.
-¡Bueno!
–exclama sin dejar de sonreír – parece que ser uno de los favoritos no hace que
quedes menos deslumbrado por el estupendo look del presentador, ¿verdad, Cato?
La
tensión del público se relaja, y yo aprovecho la oportunidad que me ha dejado
para reengancharme al ritmo de la entrevista.
-Qué
puedo decirte, Caesar –respondo con humor pese a no abandonar la actitud de
campeón –ha sido sonreírme y no he podido pensar más que en turquesa.
Flickerman
se ríe de mi comentario y, desde ese momento, consigo permanecer lo
suficientemente centrado para terminar los tres minutos de entrevista sin
volver a quedarme en blanco, e incluso logrando proyectar la imagen que tanto
tiempo he trabajado. El zumbido suena, y vuelvo a mi sitio sin relajar la
postura hasta que me siento y soy incapaz de no mover las piernas, tan nervioso
como estoy. Si necesitaba alguna prueba más de que hice bien en dejar de hablar
a Clove, y que lo de ayer fue un error garrafal, ha sido esta: me trastorna
tanto que he estado a medio paso de perder una entrevista que supone mi última
baza para avanzar en las apuestas antes de los Juegos, todo, ¿por qué? ¿Por una
noche que no tendría que haber significado nada? ¿Por tenerla delante, aunque
ni siquiera hablemos? No; no merece la pena perderlo todo por algo que a lo
largo de los años nos ha traído más sufrimientos que alegría. Hayden me lo dijo
con catorce años y yo no lo quise creer, pero es verdad: somos profesionales y
los profesionales no quieren. A nadie.
Miro
a Clove con la firme intención de que sea la última vez que lo haga con dudas;
sin embargo, la cara que ella está poniendo en ese momento hace que mi atención
se desvíe por fin de mi monólogo interno y vuelva al público.
La
“chica en llamas” está haciendo honor a su ridículo nombre mientras da vueltas
como una idiota, rodeada de fuego por todos lados. Yo personalmente sólo deseo
que se incendie de una maldita vez, pero el público no parece opinar lo mismo:
apenas se oye la siguiente pregunta de Caesar entre las ovaciones y, para
cuando mi primera víctima declarada sale del escenario, me rechinan los dientes
inevitablemente. Trato de inspirar hondo, pensando que sólo queda ver al chico
del 12, y esto habrá acabado. Cenaremos, nos iremos a la cama, y mañana por la
mañana atravesaré a la niñata combustible con una espada.
No
puedo evitar una media sonrisa ante esa idea. Por otro lado, parece que a
nuestro aliado le van bien las cosas: ha adoptado una actitud relajada, y el
público no para de reír con sus respuestas, sencillas pero al parecer,
ingeniosas.
-¿Un
chico guapo como tú? Tiene que haber una chica especial. Venga, ¿cómo se llama?
-Bueno,
hay una chica –responde él, suspirando.
-Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy
bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la Cosecha.
No.
Tiene
que estar de coña. ¿Me estás diciendo que, después de todo lo que he hecho,
después de mi debate interno hace apenas unos segundos, ahora resulta que me he
aliado con un maldito crío enamorado? La rabia que no había terminado de
disiparse vuelve a recorrerme, poco a poco…
-¿Tiene
a otro?
-No
lo sé, aunque les gusta a muchos chicos.
-Entonces
te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte,
¿eh?
-Creo
que no funcionaría. –rara vez funciona cuando sabes que vas a acabar muerto, y
espérate que no sea a mis manos -Ganar... no ayudará, en mi caso.
-¿Por
qué no? -pregunta Caesar, perplejo.
-Porque...
–empieza a balbucear. Sí, venga lúcete, sólo te faltaría decir que…
-Porque...
ella está aquí conmigo.
Noto
cómo la mandíbula de todos los presentes se desencaja al unísono.
Venga,
hombre, no me jodas.
FIN DEL CAPÍTULO 37
¡Y esto es todo por hoy, amig@s! ¿Os ha gustado el capítulo? ¿Os imaginabais así las entrevistas? ¿Os hubiese gustado profundizar un poco más en lo que respondieron Cato y Clove? ¡Todo esto me lo podéis dejar en un comentario!
Dios, pensé que habías muerto. ¡Cómo he echado de menos esto!
ResponderEliminarPor fin las entrevistas muajaja.¿Qué puedo decir? Increíble, como siempre. Me quedo con ganas de escuchar algo de sus entrevistas personales con Caesar, pero está bien saber que Cato también puede fallar. Lo mejor, sus comentarios.
Venga, hombre, no me jodas.
¿Para cuándo el siguiente?
Aquí sigo, lenta pero segura jajaj.
EliminarLa verdad que yo me quedé con ganas de escribir en mayor profundidad sobre ellas, pero llegado el momento me pareció que el capítulo se estaba quedando excesivamente largo.
El siguiente, tarde como siempre, para hoy mismo! Un besazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDios, dia a dia estuve entrando a tu blog, como siempre genial, sobra qt te lo diga pero no lo puedo evitar, espero el siguiente con muchas ancias, Que coraje el del guapo Cato, ellos Que si se aman y no lo gritan ni modo, pero Que lo griten despues, GRACIAS GRACIAS, por no abandonarnos.... son tu Fan.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Para mí añade mucha complejidad a la fijación de Cato por Peeta y sobretodo, por Katniss, porque está viendo cómo los dos se benefician de algo que para él, es un problema enorme. Un besazo, ¡y gracias a ti por leerlo y esperar!
EliminarOhhh, momento de satisfacción instantánea al ver el nuevo capítulo. ¡¡Dos meses sin capítulo nuevo!! Eso es mucho tiempo. La verdad, no me esperaba que reconozcan que siguen amándose el uno al otro. Ya quiero el siguiente!! No te retrases tanto con el otro porque necesito un poco de acción, los juegos!!
ResponderEliminarGenial, como siempre. Un beso.
Aquí estoy, tarde otra vez jejej. ¡Muchas gracias! Yo también estoy deseando llegar a los Juegos. ¡Un besazo!
Eliminar