¡Hola, hola! Sin entretenerme mucho porque el tiempo apremia, ¡aquí os dejo el siguiente capítulo! Siento haber tardado tantísimo en actualizar, pero al final, entre unas cosas y otras, me ha sido imposible pararme a publicar. De cualquier manera, ¡espero que os guste!
Fuente |
With words I thought I’d never speak
Awake and unafraid
Asleep or dead?
Famous last words, My Chemical Romance
CLOVE
La búsqueda ha resultado tan inútil como cabría de esperar.
Pese a que dedicamos toda la noche a rastrear el bosque (incluyendo una persecución tan vana como exhaustiva de algo que bien podría haber sido un animal), no encontramos nada que no fueran unas cuantas trampas deficientes y vacías. Tampoco es de extrañar: a estas alturas, un grupo de tres es demasiado ruidoso como para pasar desapercibido, y más aún si tenemos en cuenta lo que nuestros rivales han debido superar para sobrevivir hasta ahora. Todos los idiotas que se dejarían sorprender por una cacería nocturna están ya muertos: sólo quedamos los ocho mejores.
Sentada en el claro de siempre, con Cato y Marvel tras de mí, no puedo evitar sonreír con ironía. Los ocho mejores. Desde que ayer Cato asesinara a Chip, todo el mundo periodístico del Capitolio habrá viajado ya a los Distritos, buscando información jugosa con la que elaborar reportajes sobre nosotros. Sin duda habrán llegado a nuestros amigos del Centro, aunque ninguno será lo suficientemente estúpido como para contar toda la historia que Cato y yo llevamos a la espalda: se limitarán a constatar que ya nos conocíamos, y poco más. Pero, ¿y mi familia? Pensar en las mentiras que habrá inventado Raw para esconder la mierda de relación que hay entre los cuatro casi me hace soltar una carcajada fría, que sólo contengo ante la idea de despertar a mis compañeros.
La mía es la última guardia antes del día, antes de que todos estemos descansados y suceda lo inevitable. Ayer, con Cato tan desquiciado, romper nuestra alianza habría sido un terrible error; pero cuanto más tiempo dejamos pasar, más evidente se hace que no podemos permanecer juntos.
Marvel suelta un suave ronquido a mi espalda. Asesinarlo ahora mismo sería tan fácil como levantarme un segundo y lanzar un cuchillo, pero no lo hago. En primer lugar, porque quiero creer que tengo algún patrocinador que me saque de esta situación de mierda en algún lado, y no creo que matar a mis aliados por la espalda sea la mejor manera de conservar su simpatía; y en segundo lugar, porque si yo he podido fiarme de él para dormir, hay un acuerdo no escrito por el que él también debería poder fiarse de mí.
Sin embargo, eso no significa que no me guarde algún as en la manga. He hablado de patrocinadores, ¿no? Pues ya es hora de que les demuestre que tengo lo que hace falta para ganar estos Juegos.
Compruebo de un vistazo que Cato y Marvel siguen profundamente dormidos antes de coger sigilosamente mi mochila. Dentro hay suficientes cuchillos, cuidadosamente guardados en fundas y sets, como para matar dos veces a cada uno de los tributos que quedan en pie. Una cantimplora con agua, un mechero de gas, el botiquín de primeros auxilios con el que curé a Cato, las gafas para ver en la oscuridad... Y lo más importante.
En casa, Raw las llamaba raciones de combate. Era lo que el gobierno daba a cada agente de la paz cuando debían irse a realizar operaciones especiales en terrenos muy hostiles, como los alrededores de Panem, o incluso el Distrito 13. Se trata de comida deshidratada, o de alto valor energético, capaz de cubrir casi por completo las necesidades calóricas de una persona durante un día. Enseño con cuidado los tres paquetes de los que dispongo, para volver a guardarlos rápidamente cuando Cato empieza a retorcerse.
En cuestión de unos pocos minutos, está despierto.
-Tengo hambre. –Gruñe, malhumorado.
Sé lo que estará pensando la gente en casa: que podría sacar uno de los paquetes y alimentarnos decentemente por una vez. Sin embargo, y aunque por un instante absurdo me dejo seducir por la idea, echo un vistazo de nuevo al cuerpo dormido de Marvel y decido reservarlos para una situación de urgencia.
-Entonces será mejor que vayamos a cazar algo.
En cuanto nuestro aliado se despierta, nos ponemos en marcha de nuevo. Esta vez, a la especie de hierba acuática de ayer se unen unos cuantos frutos secos, unas cebollitas silvestres (doy gracias otra vez al maldito curso de plantas comestibles) y un par de peces que Marvel logra pescar de casualidad. Mientras limpiamos las raspas, pienso en la bandada de aves gordas que vimos despegar al acercarnos al lago, y en lo fácil que habría sido cazarlas si Glimmer no se hubiese llevado el único arco de los Juegos consigo.
Sin embargo, lamentarse no va a hacernos ganar. Es más importante centrarse en lo que todos sabemos que viene ahora.
-No me hace ninguna ilusión tener que mataros si no es necesario –dice Marvel, tirando las espinas. Como si fuera capaz. –Así que...
-Sí. –Asiento.
-Es un adiós, entonces.
-Lo preferiría a un “hasta luego”. –Ironizo.
Marvel esboza una sonrisa forzada.
-Sí, claro. En fin –continúa mientras se levanta. –Os deseo la peor suerte del mundo. Sin rencores.
Alzo la vista al cielo. Mientras se aleja, vuelve a aparecérseme en la cabeza la facilidad con la que podría matarle, y una vez más, me contengo. En su lugar, miro a Cato. Él me devuelve la mirada antes de arrancar un puñado de hierba.
-Sigo teniendo hambre.
No puedo evitar reírme ante el comentario, e incluso a él se le elevan un poco las comisuras de los labios.
Mi risa, sin embargo, tarda poco en apagarse.
-Sabes tan bien como yo que quieren que nos separemos, ¿verdad? Las batallas entre compañeros de Distrito venden más que las alianzas.
-Y Brutus no me enviará ni un puñetero mendrugo de pan hasta que estés lejos. Lo sé.
Pero ninguno de los dos se mueve durante unos instantes. Siento algo en sus ojos, algo que no estaba ahí cuando nos lanzaron a la Arena...
Y que no puedo permitirme parar a identificar. Nuestra supervivencia está en juego, al fin y al cabo.
-Felices Juegos del Hambre, Cato.
-Felices Juegos del Hambre, Clove.
Nos sumergimos en el bosque, cada uno en una dirección, poco después del mediodía. Una vez alejada del claro, compruebo de nuevo mis provisiones, y decido que mi mejor opción es seguir caminando y buscar la manera de cazar algún animal o, si hay suerte, incluso algún tributo. Encuentro enseguida un arroyo, y opto por seguir su curso: junto al agua crecen algunas plantas que reconozco, y es la manera más fácil de cruzarme con algún ser vivo.
Por la tarde, la suerte empieza a sonreírme. Estoy sentada, tratándome las picaduras de las rastrevíspulas (sin mucho éxito, porque siguen doliendo una barbaridad), cuando localizo el nido escondido de un ave. Como encender un fuego se une, junto a cazar y desollar animales, a lista de cosas útiles que no sé hacer, decido calentarlos como puedo con el mechero, comérmelos crudos y rezar por no morir de salmonella.
Ya bastante patética es mi situación como para acabar mi vida con el olor de mis propia diarrea alrededor.
Sin embargo, pocos minutos después, me alegro de haberlo hecho: las proteínas obran milagros en mí. Y por si eso fuera poco, recibo entonces el primer regalo de Lyme en forma de una pomada verde y algo grumosa, llamada sin duda a tratar las picaduras que siguen martirizándome.
“Ya estabas tardando.” Pienso. Pero no digo nada. Me limito a mirar al cielo sonriente, como agradecimiento silencioso a mis patrocinadores, y a aplicarme la pomada.
El alivio es inmediato. No puedo contener un suspiro cuando el picor desaparece, e incluso siento cómo mi cara se deshincha un poco. Guardo el bote con la pomada en mi mochila y, de mucho mejor humor, sigo adelante.
Al anochecer, decido parar de nuevo para buscar un sitio donde pasar la noche. Empieza a refrescar, y pienso con nostalgia en lo fácil que era todo hace apenas unos días, cuando teníamos sacos de dormir, botellas de combustible para encender una hoguera, y la certeza de que nadie se acercaría a atacarnos ni aunque un fuego señalase nuestra posición. Ahora, sin embargo, no tengo más opción que arrebujarme en mi chaqueta y buscar un árbol que me pueda esconder y cortar el viento a la vez. La idea de una comida caliente me tienta a abrir una de las raciones de combate...
Cuando un cañonazo rompe el silencio del bosque. Y mi cabeza empieza a funcionar a toda velocidad sin permiso.
“Por favor que no sea Cato. Por favor, por favor, por favor que sea el chico amoroso, o la niñata, o...”
Para cuando me quiero dar cuenta, mis piernas me han llevado ya muy lejos del lugar en el que pensaba acampar. Aguzo el oído, y escucho los sollozos quedos de una niña junto a otra voz.
La voz de una chica.
La adrenalina corre por mis venas. La oportunidad de matarla, de acabar con ella y vengarme por lo que nos ha hecho pasar, tanto si fue ella como si no la que destruyó nuestros suministros es tan eficaz como un chute. Me obligo a inspirar, a mantener la cabeza fría mientras persigo el sonido de su voz hasta encontrarla, de rodillas, en un claro.
Me escondo entre los arbustos, aunque no creo que me vea. Está demasiado afectada, cantando una nana a una niñita (sólo puede ser la del Distrito 11) que yace en el suelo, sobre una red y con una lanza atravesándole el estómago. Verla hace que mi corazón palpite a mayor velocidad: ¿Cato llevaba una lanza? ¿O era una espada? ¿O las dos?...
Pero no. Asomándome con cuidado, acierto a ver el cadáver de Marvel, con una flecha de plata sobresaliendo de su cuello. Vaya, conque Glimmer no se lo llevó a la tumba. Ahora ya me puedo imaginar cómo hizo estallar nuestras provisiones, y sin duda la niñita debió de ser quien encendió las hogueras para despistarnos. La red sobre la que yace ella debe de ser una de las trampas, aunque al no haberla visto en acción no sabría decir si de Marvel o del chico amoroso. Hmm. Sería divertido que hubiese sido precisamente Peeta el culpable de que la aliada de su novia muriera...
Pero ya basta de tanta observación. Me abro la chaqueta para escoger un cuchillo. ¿Quiero una muerte rápida? No, ni de coña. Me decanto por un par de cuchillos sencillos para anclarla al suelo, antes de pasar con lo divertido. Salgo un poco de entre los arbustos, busco una posición cómoda para disparar, y me freno en seco.
Está de espaldas a mí, a un tiro perfecto y sencillo. La trenza cae a su espalda de forma descuidada, junto al carcaj que lleva colgado del hombro. No sé en qué momento ha dejado de cantar, pero ahora sólo emite unos gemidos quedos mientras cubre a la niña de flores, los gemidos de alguien a quien le duele ver sufrir a quien quiere como si fuese él mismo el herido. En mi cabeza se dibujan otros Juegos, otra Arena...
Hasta que ya no veo a la chica en llamas. O sí, pero ya no es sólo ella: también es Liah. Liah, que murió en los Juegos el año pasado mientras protegía a una niña, a manos de un chico de su propio distrito que le apuñaló por la espalda, como estoy a punto de hacer yo. Liah, que me enseñó a usar el mismo arco que utiliza la niñata combustible. Liah, que no habló nunca más que para advertirme antes de que casi me ahogara en los rápidos.
Me tiembla el pulso. Cuidadosamente, bajo el cuchillo, y me alejo despacio del claro. No puedo hacerlo, no puedo disparar; ya nos cruzaremos las caras en otro momento, y entonces no flaquearé. En cuanto estoy lo suficientemente lejos, empiezo a correr como una loca, tratando de alejarme de este momento de debilidad. Espero que las cámaras no hayan podido captarlo. Oigo otro cañonazo poco después, supongo que para señalar la muerte de la niñita del 11. Sigo corriendo, hasta que encuentro un árbol que parece suficientemente robusto y seguro, y elijo una rama. Con los dientes castañeando, intento dormir, pero las imágenes de Liah muerta me persiguen, una y otra vez, sin parar, como las pesadillas de las rastrevíspulas...
Sólo consigo conciliar el sueño acariciando la pulsera que me dio Hayden.
FIN DEL CAPÍTULO 47
Esta geniaal����
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarPor fin salieron las pulseras. Y Cato? Me quedé con la duda, que esta pasando por la mente de Cato? Como tomó el la separación? Apostaría a que nadie vio la reacción de Clove ya que eso no lo estaba transmitiendo, <> y por lógica nada de lo que alrededor sucedió, que feo, me habría gustado que vieron todos que no es fria y desalmada, será para la otra!!
ResponderEliminarComo siempre un exelente capítulo y la despedida, no puedo pedir mas, fue la indicada la mejor para ellos.
Gracias!!
Ya tienes publicado el siguiente capítulo para saberlo ;).
EliminarSí, por suerte o por desgracia yo tampoco tengo la impresión de que lo de Clove se retransmitiese a todo Panem; aunque no creo que ella le hubiese hecho mucha gracia que le destruyesen la fama jaja.
En cuanto a las pulseras, sí, ¡por fin! Y aún harán acto de presencia alguna vez más...
¡Muchas gracias a ti, como siempre! Un beso enorme ^^