miércoles, 7 de septiembre de 2016

Capítulo 41: Sucker for pain

¡Hola, hola, tributos! Se acerca ya el final del verano (y por desgracia, con ello el principio de curso), pero para aprovechar estos últimos días, traigo otro capitulillo :D. Por fin, por fin, por fin, estamos metidos en los Juegos, y aunque hoy la acción no sea la gran protagonista, a partir de ahora ya sólo quedan emociones fuertes, jejej. En fin, sin más dilación, ¡aquí lo tenéis!
PD: Me alegra decir que este verano me he puesto bastante las pilas, y he escrito más capítulos que ningún otro año, ni siquiera el primero. Si no he podido publicar por regularidad es por dos razones:
-En primer lugar, suelo pasar un verano movidito, yendo de un lado para otro, y no siempre con internet o con el tiempo necesario para, además de escribir, dedicarme a editar, buscar las imágenes e incluso en ocasiones la canción, para publicar un capítulo como Dios manda.
-En segundo lugar, llevo bastante tiempo sin hablar de mi edad por estos lares, pero para quien no lo sepa, este año empiezo segundo de bachillerato. Sí, segundo. Con todo lo que ello implica. Así que, como este curso me va a ser duro encontrar tiempo libre, prefiero dedicarlo a editar y publicar todo lo que he podido escribir este verano, y no encontrarme como me pasa siempre: con el culo al aire y sin suficientes capítulos escritos en la recámara. Pretendo terminar la historia antes de cerrar el 2016, aunque luego tarde más en publicar, con lo que espero que, igualmente, pueda traer por lo menos un capítulo al mes a partir de ahora.


Fuente
I torture you [...]

I'm just a sucker for pain
I wanna chain you up
I wanna tie you down
I'm just a sucker for pain
                          Sucker for pain, Suicide Squad OST

CLOVE
Verle hace que algo en mi pecho se agite...
Pero no precisamente para bien.
Quizás es por la decepción que ha supuesto la lucha de esta mañana; quizás porque ya se me ha escapado su compañera, y estoy harta de la puñetera pareja combustible; quizás es porque estoy aburrida de hacer inventario; quizás porque en realidad, nunca me gustó como aliado, y tengo una tolerancia a la traición muy baja; o quizás no tiene nada que ver con ninguna de esas cosas; el caso es que, cuando su preciosa cabecita rubia ha asomado por el claro, he sentido una imperiosa necesidad de separarla del resto de su cuerpo...
Y eso es exactamente lo que voy a hacer ahora.
-¡EH! –grito cuando me encuentro a unos veinte metros de él.
Al oírme, el chico amoroso pone la espadita que lleva en posición defensiva, como si así pudiese salvarse de mí. Sin necesidad de pararme, lanzo uno de los cuchillos que llevo en el cinturón con gesto aburrido, atravesando su camiseta y dejándole clavado al árbol más cercano.
Adoro hacer ese truco.
Antes de que le dé tiempo a reaccionar, lanzo otro cuchillo que va a parar  a la manga izquierda, esta vez rozando “accidentalmente” su brazo. Disfruto con el gemido de dolor que se escapa instintivamente de entre sus labios y ando tranquilamente la distancia que nos separa sin que a él le dé tiempo a soltarse de su presa.
-¿Qué tal estás, mi amor? –pregunto con ese tono de voz fingidamente dulce que he adoptado para las entrevistas.
Y, sin preocuparme por lo que tenga que contestar, le doy un derechazo con el mango de una daga que hace su nariz sangrar inmediatamente.
-¿Sabes? Estoy segura de que si te viese así, tu amiguita en llamas caería rendida a tus brazos. Yo desde luego te encuentro mucho más atractivo.
-Creía... que teníamos una... Alianza –jadea costosamente.
-Los aliados no salen corriendo en cuanto comienza una pelea. –respondo con frialdad. –Hasta en el Doce os deben de enseñar eso. Se llaman modales.
El chico amoroso levanta la cabeza, los mechones rubios apelmazados contra su frente, y cruza su mirada con la mía.
-¿Me vas... a enseñar... modales? ¿Cuándo, antes o después de abrirme en canal con tu cuchillo?
Suelto una risa hueca, más cruel que animada, para intentar disimular la incomodidad. Hay algo en él que me contraría, aunque no soy capaz de distinguir el qué, exactamente.
-Lo puedo ir decidiendo sobre la marcha. –contesto.
Después, acerco la daga a su cara, que se empieza a amoratar por el golpe, y trazo su perfil con el filo, dejando a mi paso una finísima línea roja que, sin embargo, no llega a sangrar. Oigo cómo el resto de profesionales se acercan a nosotros, pero no les hago caso; estoy demasiado ocupada intentando discernir qué es lo que hace a este chico diferente, por qué puedo pasarle un maldito cuchillo por la cara sin que se inmute sin que...
En sus ojos haya ni una pizca de miedo.
Mierda.
Flexiono y estiro los dedos de la mano que no sostiene el cuchillo, barajando las posibilidades. No aprecio la valentía especialmente, sobretodo porque suele ir asociada con la estupidez; pero en este caso, sé que hay algo más detrás de los ojos limpios del chico amoroso, algo que él sabe y que cambia la situación radicalmente.
-Dime –susurro en su oído –por qué no te estoy matando ahora mismo.
Él, sin embargo, no susurra, sino que habla en voz alta y firme, para que todos le oigan.
-Porque soy la mejor baza que tenéis para encontrarla a ella.
***
Media hora más tarde estoy sentada en una especie de refugio que los demás han montado, con aguja e hilo quirúrgico en mano, cosiendo la herida que yo misma he infligido en el brazo de nuestro nuevo aliado.
-¿Dónde has aprendido a poner puntos? –pregunta, curioso.
Como si no hubiese estado a punto de matarle hace escasos minutos. Como si hubiese sido yo la que hubiese abogado por salvarle la vida y no todo lo contrario, que es lo que ha sucedido.
En silencio, le dirijo una mirada abrasadora, las que siempre me han funcionado para hacer callar a todo el que me molestaba con preguntas innecesarias; sin embargo, él no se inmuta, y deja sus ojos azules clavados en mí, aguardando pacientemente.
-Mi hermana. –concedo finalmente. –Es modista, así que lo de las agujas no es nada nuevo.
-Oh. –responde él.
No dice nada más: parece que por fin se ha dado cuenta de que no tengo ningún interés en hablar con él.
“Porque soy la mejor baza que tenéis para encontrarla a ella.”
En el momento en que lo ha dicho he sabido que se saldría con la suya porque, en el fondo, es verdad: ninguno de nosotros conoce a la chica en llamas tan bien como él, que ha vivido en el mismo Distrito, que ha estado entrenando codo con codo, que, si lo que dijo en las entrevistas es cierto, ha estado enamorado de ella desde que el mundo es mundo. Y ya antes del Desfile, de la nota en el entrenamiento, del puñetero vestido de las entrevistas, Cato había marcado a esa estúpida niñata como un objetivo, con lo que estaría dispuesto a cualquier cosa, incluso a aliarse con un crío enamorado que ya le ha traicionado una vez, para cumplirlo.
Lo que implica, por supuesto, que todos los demás también tenemos que estar dispuestos a ello.
-¡Ay! –exclama cuando clavo la aguja con excesiva fuerza.
-Perdón. –digo alzando la cabeza, sin una pizca de arrepentimiento.
Mirarlo sólo hace que se reafirmen mis ganas de volver a clavarle en el árbol: su cara de niño bueno, que jugase con lo que jugó en la entrevista únicamente para ganar patrocinadores, salir corriendo en lo más intenso de la pelea... Por lo general, trato de matar fríamente, sin prolongar el sufrimiento más de lo necesario; pero en mi mente, imagino la daga todavía en mis manos, hiriéndole, torturándole con las posibilidades más creativas que ofrece un cuchillo, recreándome en el sufrimiento...
Y la cara se me ilumina con una idea; sí, quizás no pueda acabar con él, pero nada me impide jugar un rato.
-Tú no la sientes, ¿verdad, chico amoroso? –digo de repente.
Peeta me mira, entre curioso y confundido porque haya decidido hablarle.
-¿Sentir el qué?
Esbozo una sonrisa canina, con un punto casi delirante. Quiero asustarle, demostrarle que aunque ahora esté protegido por esta mierda de alianza su suerte no durará mucho.
-La adrenalina, chico amoroso. La adrenalina de acabar con otra vida humana, de sentir cómo se escapa sin poder hacer nada, de la sangre caliente corriendo por tus dedos, tiñéndolo todo de rojo. El chute al oír el filo de un cuchillo o la punta de una lanza desgarrar la carne, ver cómo tienes el control sobre los demás para hacerles gritar, y suplicar... Esa adrenalina. A alguien has tenido que matar para conseguir tu espadita, así que dime: ¿la has sentido alguna vez?
Es demasiado divertido. Le mantengo la mirada horrorizada durante unos instantes; sin embargo, su cara de puro espanto me gana y no puedo evitar una sonora carcajada.
-Yo tampoco, en realidad. Sé que Marvel sí, y estoy segura de que a Tamina le va a la vida en ello; pero yo no creo que sea para tanto. ¿Qué vale una vida, sobre todo si es esa persona o tú? A mí me gusta la emoción de la pelea, saber que había un riesgo y he ganado. Lo de matar es sólo una consecuencia inevitable, como dormir lo es del cansancio, ¿no crees?
-¿Te han dicho alguna vez que estás loca, Clove? –responde, huyendo de tener que mirarme.
“Ya no quieres hablar conmigo, ¿verdad?”
Yo vuelvo a esbozar esa sonrisa que destila peligro, cuidadosamente ensayada, y cojo su cara con la mano para obligarle a enfrentarse a mí.
-Yo no estoy loca, Peeta. Yo soy mala. Cruel. Despiadada. No me preocupo por lo que puedan sentir los demás, ni por nada que no sea yo misma. Pero soy plenamente consciente de ello y es más: disfruto sabiéndolo. Porque saber que no tengo ninguna barrera moral me hace el doble de peligrosa.
-O de predecible. –contesta.
Me pilla por sorpresa. Que haya sido capaz de contestarme, quiero decir. Parpadeo, perdiendo la máscara de profesional por un segundo, pero me recompongo rápidamente.
-Pruébame, a ver qué es lo que consigues.
Esta vez se calla, pero no es el silencio sumiso de un perdedor; no, es un silencio que mi hermana dominaba, el silencio de alguien que sabe que tiene razón pero no quiere continuar una pelea, así que te deja creer que has ganado.
Quizás no es tan idiota como yo pensaba.
Ya que parece que he sido nombrada como médico del grupo, en cuanto termino de coser la herida le echo un spray antinflamatorio en el tobillo, que tiene notablemente hinchado; ni él me dice cómo se lo ha hecho ni yo le pregunto, porque no podría interesarme menos: puede que le dé una segunda oportunidad antes de abrirle la garganta mientras duerme, pero sigue sin contar con el honor de mi simpatía.
Aunque, bien pensado, hay poca gente en este grupo que sí la tenga. Hago un repaso mental: con Marvel, si he cruzado alguna palabra, ha sido pura bravuconería; de Tamina prefiero mantenerme lo más alejada posible; Glimmer me saca de mis casillas cada vez que la veo; y Cato...
En Cato prefiero no pensar demasiado.
Así que me centro en otro de los problemas que me preocupa, doblemente si se tienen en cuenta mis relaciones con el resto del grupo: la comida. Sí, es verdad, hay para alimentar a una familia durante medio año (después del tiempo que he pasado haciendo inventario, estoy más que segura); pero si por alguna razón el momento de separarse se adelanta...
Después de echar a Peeta con un gesto de la mano, miro a mi alrededor para comprobar que no me ve nadie y salgo del refugio hacia la pila de comida. Tras sopesar la decisión, cojo unos cuantos paquetes y la botella de agua más grande que puedo llevar sin que resulte sospechoso. Sí, mi mochila pesará más de lo normal, pero estoy segura de que en algún momento lo agradeceré.
Tan sigilosamente como he venido vuelvo a mi lugar en el refugio, entre los botiquines médicos. La mayoría ya han pasado por aquí con diferentes heridas que he curado de mejor o peor grado, dependiendo de la persona, pero ahora no queda mucho por hacer: cada vez hay menos luz, y Glimmer y Marvel se acercan a la pila para decidir qué vamos a cenar. Yo por mi parte me entretengo practicando con los cuchillos, lanzándolos contra los pobres animalillos que reptan por el suelo: como de costumbre, no fallo uno. Me estoy levantando para practicar el tiro a larga distancia (tengo que inspirar hondo al recordar cómo le he regalado un buen cuchillo a la niñata en llamas), cuando siento una presencia a mi izquierda.
-Clove, ¿puedes ayudarme con la herida? –pregunta Cato.
La dulzura con la que lo dice hace que me estremezca inconscientemente, pero mando a mi cuerpo que se calle.
-Podrías habérmelo pedido cuando aún había luz; habría sido más fácil.
Gruñe.
-Cuando aún había luz no parecía importante.
Suspiro. Ese es el Cato que yo conozco. Evitando mirarle a los ojos más de lo necesario, le indico que se siente con un gesto, y él se quita la chaqueta. Comienza a refrescar, así que pongo mis escasos conocimientos médicos a funcionar tan rápido como puedo, y saco una linterna para ver mejor el corte que tiene el brazo, similar al de Peeta.
-¿Te has echado algo ya?
-Un poco de antiséptico, hace unas horas.
-¿Y nada más?
-¿Tendría que haberlo hecho?
No puedo evitar echar la vista al cielo.
-Eres un chapuzas, Cato.
Él hace una mueca ante mi comentario, pero no dice nada más; por suerte, el corte no es más que una herida superficial, aunque está claro que si se hubiese tomado la molestia de cambiar la venda no habría tenido ni que venir a mí. Le pongo un poco de pomada, envuelvo su antebrazo con otra venda limpia y lo sello con un trozo de esparadrapo; los lujos que uno se puede permitir al ser profesional.
Me entretengo en cerrar el botiquín tan lentamente como puedo, controlando cada inspiración y espiración. Me propuse volver a ser Clove Ringer, la profesional, ¿no? Pues Clove Ringer, la profesional, siempre aprovechaba para meterse con Cato, preocupándose más de que aquello acabase en una pelea de que lo hiciera en una situación incómoda.
-Te creía más duro que para necesitar mi ayuda por esta mierda. –bromeo, aunque la voz me tiembla un poco al final de la frase.
Cato me mira, sorprendido; parece que no termina de creerse que lo de ayer no pasó nunca.
-Aún con todo el brazo infectado –acaba por seguirme la pulla -seguiría venciéndote, Clove.
Inmediatamente, relajo unos músculos que ni siquiera recuerdo haber contraído. Pero vuelvo a tensarme cuando a mi cabeza viene otra cosa.
-El corte... ¿Te lo hiciste en el baño de sangre?
-Sí.
-¿Contra Xack?
El silencio se prolonga un segundo más de lo necesario. Hostil.
-...Sí.
-Cato, no te estoy juzgando.
-No tendrías ninguna razón para hacerlo, si me conocieras.
-Cato, ya te lo he dicho antes –miro a ambos lados, bajando el volumen –Es por Tamina, ¿vale?
-Mira, Clove, entiendo que eran compañeros de Distrito pero ella tiene que saber que esto es la guerra. Y en la guerra muere gente por muy de casa...
Se calla. A él esta conversación tampoco le suena a nueva, y eso no hace más que demostrarme lo difíciles que van a ser las próximas semanas.
“Soy Clove Ringer. Y soy una profesional” me repito mentalmente. Puedo hacerlo, puedo advertirle como una compañera y no llevarlo a nada más...
Siempre y cuando Glimmer no se acerque moviendo las caderas tanto como es humanamente posible hacia nosotros.
-La cena está lista. –dice poniendo sus manos sobre los hombros de Cato – ¿Venís?
La afectación con la que pronuncia cada palabra me pone frenética, pero hago todo lo que puedo para intentar disimularlo:
-¿Te acuerdas de la clasificación de Hayden, Cato?
Cato, que estaba ya levantándose, se queda paralizado de repente.
-¿La clasificación?
-Sí, la clasificación de armas: cuchillos, espadas... Látigos...
Los ojos de Cato se abren un milímetro más de lo normal. Espero que haya captado el énfasis.
-Ah, ya, claro.
-Estaba bien, ¿verdad?
Ante mis ojos, veo cómo Cato se debate por qué contestación dar para salir de esta situación tan embarazosa...
-¡Venga, que se enfría! –exclama Glimmer, tirando de él para que se levante.
Por mucho que me hierva la sangre cuando la veo, hay algo que no puedo negar de ella: en este tipo de ocasiones, sus ansias de protagonismo son tan irritantes como útiles.
Veinte minutos más tarde, los restos de unas latas de estofado de ternera sirven de combustible para el fuego que Tamina ha encendido. Su cara sigue dando más miedo que otra cosa, pero por lo menos ahora responde con monosílabos a algunas preguntas; anoto mentalmente que debería evitar quedarme con ella a solas. Después de soltar las correspondientes bravuconerías, el himno de Panem resuena a nuestro alrededor, y el cielo se ilumina con la cara de los tributos muertos: once. Conforme aparecen nuestras víctimas, nos dedicamos a detallar a todo volumen las sangrientas muertes que hemos provocado cada uno (ni que los posibles patrocinadores no lo supieran ya), y maldecimos por aquellos tributos que se nos escaparon: yo me deleito en las expresiones de espanto que el chico amoroso intenta ocultar, en vano. Finalmente, cuando ya a nadie se le ocurre más que decir, nos organizamos para esta noche.
El plan es simple: estamos cansados, pero nuestros adversarios también, y ellos no estarán ni mucho menos igual de bien equipados. Decidimos dormir dos o tres horas, antes de que una patrulla salga a explorar; por si la sesión de enfermería no hubiese sido suficientemente aburrida, me toca a mí quedarme de guardia para proteger los suministros mientras el resto se va de caza. Así pues, aprovecho mi corto descanso, antes de que el chico amoroso me despierte para indicarme que se van.
Permanezco junto al fuego, aún encendido, en tanto que los demás se aseguran de que llevan todo lo necesario en sus mochilas, y tardo poco en quedarme a solas con las llamas. Sin saber qué más hacer, vuelvo a usar los animalillos nocturnos como objetivos durante lo que parece una eternidad. Media hora. Una hora. El reloj que llevo en la muñeca y que encontré entre los suministros es más un martirio que un consuelo. Una hora y media. Dos...
Va a ser una noche larga.

FIN DEL CAPÍTULO 41

***

¡Y hasta aquí por hoy! ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿No? ¿Cómo veis la dinámica entre Clove y Peeta? Cualquier cosilla que queráis decirme, sois libres de dejarla en un comentario :D.

4 comentarios:

  1. La tensión entre estos dos se puede cortar con un cuchillo. Pero me ha encantado ver cómo llegaba Peeta y lo que piensa Clove de él.
    Mucha suerte en segundo, que yo también lo empiezo ya; y a por un capítulo nuevo ;)

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  2. Muy complicado tratar de ocultar sentimientos tan fuertes e intensos, me pregunto cuando van a aguantar.
    Gracias .. Hermoso como siempre.

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    1. ¡Gracias a ti! Lo cierto es que los sentimientos de uno y otro es uno de los principales temas de la historia, así que sí, es curioso ver cómo luchan contra ellos a lo largo de los capítulos.
      ¡Un beso!

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  3. Veo que clove anda super tensa con lo de peeta. Esto será interesante. Encantada de leerte :D

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