If I had to
I would put myself right beside you
So let me ask
Would you like that?
Would you like that?
I would put myself right beside you
So let me ask
Would you like that?
Would you like that?
The diary of Jane, Breaking Benjamin
-Tío,
de verdad que no sé de qué me estás hablando…
-¡Estoy
hablándote del cuchillo que hace un minuto estaba en mi mano y que tú me has
quitado, ladrón mentiroso!
El
tributo masculino del Distrito 6 parece hacerse más y más diminuto a cada paso
que Cato da hacia él.
Pese
a que al principio ha tratado de retroceder, con las palmas de las manos
levantadas en un patético intento de protegerse, en poco tiempo se ha topado
con una pared a su espalda que le impide cualquier posibilidad de huida de la
inmensa mole que se cierne sobre él. De un rápida ojeada veo que todos los agentes
de la paz situados estratégicamente, de manera que hace un segundo resultaban
imperceptibles, comienzan a mirarse unos a otros, algunos incluso avanzando
hacia el lugar del conflicto…
Y
mis piernas se mueven antes de que mi cerebro dé la orden. Mis músculos se
ponen en marcha impulsivamente y, cuando me quiero dar cuenta, justo en el
instante en que veo alzarse un puño amenazador, estoy entre Cato y el otro
tributo, con el cuerpo en tensión y una mirada en la que trato de volcar toda
la firmeza que puedo.
Cato
tarda un segundo en asimilar que la persona a la que tiene delante (a la que
está apuntando directamente con el puño) no es la misma a la que pretendía
dirigir este y noto la confusión cruzar su rostro un segundo antes de que sus ojos vuelvan a mostrar una furia
llameante; sin embargo, por dentro, suspiro de alivio al ver que baja la mano.
Evalúo
la situación rápidamente: los guardias siguen observándonos con desconfianza, y
la mayoría ya se mueven en nuestra dirección; he conseguido dejar a Cato
inmóvil un instante, pero sé que esta pausa durará poco, así que antes de que
le dé tiempo a reaccionar, me inclino hacia él para susurrarle como le susurré
en el Desfile, con la voz suave pero sin vacilación que sólo es capaz de
calmarle:
-Los
Vigilantes. Los guardias. No dejes que en un momento se estropee todo por lo
que has luchado.
Me aparto y durante un instante imperceptible,
intercambio mi mirada con la suya, para asegurarme de que, en efecto, lo ha
entendido; después, delicadamente, casi como si se tratase de una invitación,
le empujo levemente hacia atrás, alejándole del conflicto, de los problemas, de
todo lo que pueda hacerle daño, de la manera en que sé que no puedo evitar
hacerlo.
-¡Ya
nos veremos en la Arena! –oigo su voz elevarse por encima de mí.
Sigue
gritando al tributo del Distrito 6 durante un rato: le vuelve a amenazar de
cara a la Arena una, dos tres veces, le llama otra vez mentiroso y ladrón, jura
que las cosas no se van a quedar así y que se arrepentirá; pero lo más
importante es que cede a mi leve empujón y, poco a poco, se va alejando,
mientras el resto de tributos vuelven a centrarse en sus respectivos puestos y
los guardias se retiran a sus posiciones semiescondidas de siempre. Cuando por
fin deja de gritar improperios me mira, con una huella de furia aún impresa en
esa mirada y me espero que, en ese momento, empiece a ser a mí a quien insulte…
-Gracias,
Clove. –dice sin embargo en un tono de voz brusco, que no tiene nada de
agradecimiento.
Pero
yo le conozco lo suficientemente bien para saber que eso es todo lo que puedo
conseguir de él en este momento así que ni siquiera me molesto en responder un
“de nada”.
-Espadas.
–contesto en su lugar. – Quiero practicar espadas.
Él
capta al mensaje así que, juntos por primera vez desde que empezamos el
entrenamiento, nos dirigimos a ese puesto y, durante una hora, nos dedicamos a
lanzar estocada tras estocada a todos los maniquíes que el instructor nos pone
delante.
En
realidad, yo odio las espadas; bueno, no, no es que las odie, pero desde luego
no son el tipo de arma que más me gusta ni la que me apetece practicar
en este momento. Las espadas son demasiado pesadas, demasiado
difíciles de manejar como para centrarte en algo más que en lanzar ataques y
protegerte de los del adversario, dejándote muy poco espacio para pensar y
analizar tu situación; sin embargo, en este momento lo único que importa es
conseguir que Cato libere la suficiente tensión como para olvidarse del
incidente, que se relaje, y no hay nada mejor para ello que una sesión capaz de
agotarle físicamente y hacerle reventar.
Así
que no es hasta que ya estamos sudados, hechos un asco, y él raja de un solo
golpe un saco de arpillera del que se escapa una lluvia de paja, que quedo contenta
y decido que, al menos yo, puedo parar. Me siento en una esquina de la zona de
espadas, centrándome en calmar mi respiración acelerada; en poco menos de un
minuto, sin embargo, noto la presencia de otra persona a mi izquierda.
Su
mirada limpia y llena de su orgullo habitual, en la que ya no queda ni un
rastro de la ira de hace un rato, es la que corrobora que no me equivocaba, que
ya ha habido suficiente actividad como para despejarle la mente. Tal y como me
sucede muy a menudo últimamente después de estos tres últimos meses
evitándonos, me quedo observándole en silencio: lleva algo alrededor del
cuello, una cadena finísima que no había visto hasta ahora y de la que cuelga
un objeto escondido bajo la ropa. Supongo que se tratará de un recuerdo del
Distrito 2 preparado por Hayden, como mi pulsera; al fin y al cabo,
ella era tan amiga suya como mía. A mi cabeza vuelven los recuerdos felices de
los entrenamientos en casa, de las veces que reí con los dos, y no soy
consciente de la sonrisa que ha aparecido sin permiso en mi cara hasta que él
se gira y, sorprendido pero contento, me devuelve una llena de satisfacción y
un ligero deje de arrogancia.
Se
acerca a mí, de una manera que, sumida en esos mismos recuerdos, se asemeja
demasiado a las pocas veces en la que se acercaba para darme un beso suave, no
lleno de una pasión sobrecogedora. Con cuidado, se inclina hasta que su boca
roza mi oreja y, muy a mi pesar, el susurro de su aliento en mi oído hace que
se me ponga el vello de punta cuando comienza a hablar:
-El
chico del 12, en combate cuerpo a cuerpo.
Por
supuesto, en cuanto mi cerebro asimila la frase, todos las evocaciones
abandonan, de una manera que resulta humillantemente dolorosa, mi cuerpo. Tardo
un instante en entender a qué se refiere, pero entonces vuelve a mi cabeza
dónde estamos y la conversación de esta mañana: por supuesto, la búsqueda de
aliados.
Despejo
las absurdas ensoñaciones y observo al tributo que él me ha indicado: se
encuentra a escasos metros de su compañera de Distrito (oh, qué sorpresa),
pero, por una vez, no es el conjunto de los dos unidos irremediablemente lo que
llama la atención, sino sus propias habilidades.
Durante
la sesión de espionaje que llevé a cabo en el entrenamiento de ayer vi a un
número indecible de tributos practicar el combate cuerpo a cuerpo y tan solo
Tamina fue capaz de derrotar al instructor. Sin embargo, pese a que sus formas
son mucho más burdas y se encuentran a años luz de la elegancia con la que mi
aliada se desenvuelve, parece que el chico también ha logrado poner a este en
un serio aprieto. Al contrario que Tamina, no necesita realizar fintas, ni
complicados pasos casi volátiles, porque parece capaz de averiguar dónde se
encuentran los puntos débiles de su contrincante de un solo vistazo. Tiene una
fuerza bruta impresionante para su tamaño, por qué negarlo, pero más allá de
eso es observador y empático: debo admitir que estoy de acuerdo con Cato.
-Podríamos
arriesgarnos con él –digo yo también en susurros –pero no parece que se vaya a
separar con facilidad de su compañera. La parejita combustible, ¿recuerdas?
Noto
cómo sus músculos se tensan al mencionar lo sucedido en el Desfile.
-A
ella no quiero verla sino es acompañada de un cañonazo. –escupe.
Me
preparo para un nuevo ataque de ira; sin embargo, tras el comentario, inspira
lentamente una vez y, cuando vuelve a hablar, su tono de voz es totalmente
normal y controlado:
-Está
bien, en cuanto salgamos del entrenamiento hablaremos con Brutus y Lyme y les
diremos que le queremos a él, y únicamente a él, con nosotros; serán todo lo
parejita que quieran, pero si su mentor tiene dos dedos de frente aceptará nuestras condiciones. Si no…
-Peor
para él en la Arena –concluyo.
Me
mira y esboza una sonrisa cómplice, la segunda en menos de diez minutos y en
prácticamente tres meses. A pesar de que es una sonrisa segura, confiada,
propia nada más que de un aliado (o, en el mejor de los casos, de un amigo), no
puedo evitar sentirme reconfortada por verla, por poder disfrutar de la
compañía de una persona cuyas mutuas aspiraciones entendemos perfectamente. Por
ello, a pesar de que estoy agotada y de que ya es la hora a la que hemos
quedado para comer, cuando Cato me reta a probar quién de los dos es más hábil
en el circuito de obstáculos no puedo más que aceptar el desafío si, con eso,
este frágil momento de alegría se prolonga un poco más.
Así pues, no me extraña
el que, cuando llegamos a nuestra mesa, la mayor parte del grupo esté terminando el plato
principal, lo que parecen ser unas finas láminas de pollo a la plancha con
queso gratinado sobre un lecho de verduras asadas. Glimmer, de hecho, cuya
única similitud conmigo parece residir en las raciones pequeñas, ya ha empezado
con el postre: una porción de una tarta como sacada de un cuento, que alterna
capas de galleta y nata helada bañadas
en caramelo, para coronarse con una nube de almendra y brillantes rosas. Rechazo
el recuerdo de la última tarta, mucho más sencilla y aun así similar, que mi
madre compró, mientras Cato y yo nos sentamos; yo al lado de Marvel y él, cómo
no, de Glimmer.
El momento de
fantasía en el que he estado sumida la última hora comienza a desvanecerse,
simplemente, con ese gesto; sin embargo, disfruto de la cara con la que me mira
nuestra aliada que, tras haber comprobado que no posee el monopolio total de
Cato, está que echa humo. Cuando, nada más llegar, me mira con un odio inusitado,
la expresión de falsa inocencia me sale de manera natural.
Pero ella no
tarda en demostrar que no va a permitir que nadie le pise ni un centímetro de
su terreno.
-¿Qué tal
está? –le pregunta Cato ingenuamente, señalando la tarta.
Y no necesita
más empuje que eso. Glimmer echa su cabellera rubia a la espalda, se moja los
labios con la salsa de caramelo y adopta el tono de voz más sensual de su
repertorio.
-Compruébalo
tú mismo – responde, y sin aviso previo, le da el beso más posesivo y
apasionado que he visto en mi vida.
La mandíbula
se me desencaja antes de que pueda hacer nada para evitarlo. Tras unos segundos
que a mí se me hacen eternos, los dos se separan, ella con una engreída sonrisa
pintada y él, ligeramente aturdido.
-Dulce –
balbucea.
Tamina y Xack sueltan
una risita incontrolable, y (sorprendentemente) tanto Marvel como yo ponemos
los ojos en blanco. Ahora es Glimmer la que me dirige a mí esa expresión de
fingida inocencia y burla absoluta, con la que consigue que me hierva la sangre
en todo el cuerpo.
¿Debería
esperar a darle una muerte lenta, o acabo con ella nada más pisar la Arena?
Barajo
diferentes formas de tortura realmente creativas mientras, a mi alrededor,
vuelve a desarrollarse una conversación entre gritos. Me he vuelto consciente de que
ahora mismo estoy demasiado enfadada como para seguir las instrucciones de mi
mentora y hacerme la gallita, en cuanto
Marvel y Cato se han puesto a decir las omnipresentes bravuconadas; pero no
tardo en aburrirme enumerando las partes del cuerpo en las que tendría que
cortar para conseguir un desangramiento lo más lento posible, así que me dedico
a permanecer en silencio y aprender más sobre mis aliados:
No tardo en
advertir que quien lleva la voz cantante en la mesa (como sin duda sucederá en
la Arena), es Cato. Este intercambia sus puntos de vista con ambos tributos del
1 por igual, mientras que Tamina y Xack se limitan, simplemente, a añadir algún
comentario aquí o allá, sin jugar un papel realmente importante. Me digo a mí
misma que es esa faceta misteriosa, de no dejarse mostrar del todo, lo que ha
hecho que ellos dos me resulten muchísimo más interesante que Glimmer y Marvel,
a los que pude etiquetar prácticamente desde el minuto uno; sin embargo, el
saber ahora los lazos que les unen le da un nuevo enfoque a la situación.
¿Cómo
reaccionaría yo si estuviese en el lugar de Tamina? Si fuese mi vida o la del
hermano de mi mejor amiga, la de un niño al que he visto crecer a mi lado
siempre, ¿qué haría yo? ¿Qué hará ella? Arriesgar, más aún, sacrificar tu vida
por otra persona no es una decisión que puedas tomar a la ligera, pero pensar
en dejarle morir, en ver cómo expira su último aliento mientras tú no haces
nada por evitarlo debe de ser casi igual de terrible. Miro a Cato, pienso en
todo lo que hemos vivido…
Y un
pensamiento que lleva creciendo en mi interior sin permiso desde que su nombre
salió de la boca de Lunnette en la Cosecha, que alguien puso en boca de otro
ayer por la mañana, eclosiona de repente y explota en mi cabeza. El aire se
escapa de mis pulmones en una exhalación lo suficientemente fuerte como para
llamar la atención de los demás, pero yo ignoro las cinco caras que me miran de
repente, demasiado abrumada por la conclusión en la que han derivado mis
reflexiones.
“Sólo es uno
el que vuelve a casa.” Eso es lo que oí decir a Lyme y que quise ignorar, lo
mismo que me hace sufrir por más que use todas las estrategias que conozco para
que Cato incida en mí lo menos posible.
Porque es
verdad que todas las preguntas que acabo de hacerme dejarán de ser hipotéticas
para pasar a ser reales en muy poco tiempo; y, aunque eso me asusta y angustia
a partes iguales, en el fondo, desde el Desfile, sé cuál es la respuesta.
Lo que no me
había planteado, pese a que me he dicho mil veces que él ha debido de pasar
página, es que Cato también se ha debido de hacer la misma pregunta en algún
momento…
Y me da miedo
conocer la respuesta.
FIN DEL CAPÍTULO 34
***
¡Y eso es todo por hoy! Sé que nos es un capítulo especialmente largo y que me eternizo más por minutos (y que digo lo mismo cada vez que publico), pero al menos aquí ha habido un poco más de acción, ¿no? Vosotros, ¿qué pensáis? ¿Os ha gustado? ¿No? Todo lo que creáis conveniente lo podéis dejar en un comentario :D.
Dicho lo cual, ¡un beso, y hasta la próxima!
Me gusta...!! Creeme valio la espera, diario entro para ver si ya esta el nuevo capitulo....
ResponderEliminarSimplememte hermosa...!!***
¡Muchas gracias! No sabes la alegría que supone leer comentarios como este :D.
Eliminar¡Un beso!
Creo que ha sido muy bien capitulo aunque digas que te eternizas, porque la preparacion es tambien muy importante y que ademas hay que tener cuidado en no hacer contra-sentidos con el libro osea que tomate tu tiempo, (no en escribir sin embargo jejeje).
ResponderEliminarSigue asi, besos
Merci, mon amour! Me temo que lo de eternizarme en escribir ya no tiene remedio (además, ahora estoy haciendo cositas nuevas a las que pretendo dedicarme una vez acabe con Cato y Clove así que, aunque parezca que no, escribo jajajaja).
Eliminar¡Un beso!
Awww, me encantó. Que Clove sea la única que pueda calmarle y esa escenita juntos hace que se me derrita el corazoncito. Pero tengo unos nervios por ver empezar los Juegos y todas las escenas que va a haber ¡Ay,qué ganas!
ResponderEliminarJajajaja si es que en el fondo son monísimos *.*; yo también tengo ganas de acabar ya con los preliminares y centrarme en la acción de los Juegos, pero es que se me ocurren taaaaantas cosas que contar antes de que empiecen...
Eliminar¡Un besazo!
Si odio que a Glimmer le guste Cato, ¡imaginate lo del beso! ¡Cato es solo de Clove! Clato ofrecer <3. Todos tus capítulos me encantan y nunca me voy a cansar de repetirtelo. Un beso enorme, muchos saludos y feliz año.
ResponderEliminarJajajaja, ¡muchas gracias! Sí, creo que el odio hacia Glimmer es denominador común de todos en este blog...¡Un besazo!
Eliminar