¡Hola, hola, tributos! Sí, sé que ha pasado más de un mes desde el último capítulo, pero espero que sepáis no tenérmelo en cuenta, porque este que viene es bastante largo :D. ¡Espero que os guste!
You won't survive if you ain't on my side
You don't wanna war
I'm trained to kill
Trained to kill, Guetts
CLOVE
Cuando
llegamos a la sala de entrenamiento, sólo encontramos a los tributos de los
Distritos 4 y 6 sentados frente a una mujer alta y atlética de piel oscura,
aguardando en medio de un incómodo silencio. Nada más aproximarnos a ellos,
alguien se acerca por nuestra espalda y nos prende de la camiseta el mismo
rectángulo de tela que me ha permitido reconocer a los tributos presentes; me
yergo y estiro, consciente del dorsal con el número 2 que me marca como una
amenaza.
Sin
que nadie tenga que decirnos nada, Cato y yo nos sentamos junto a los chicos
del 4, y con un solo vistazo, recuerdo el motivo por el que nuestros mentores
pretendían aliarnos únicamente con ella: es el chaval escuálido que tanto me
sorprendió ver elegido en su Distrito durante la Cosecha.
“Cada
vez es más raro que manden profesionales.” Dijo Lyme; aunque si han aceptado
que carguemos con este niño, será que ella tiene algo que merece la pena.
-Soy
Clove, Distrito 2. –me presento.
-Tamina,
Distrito 4. –contesta con una sonrisa amable.
A
pocos días de que nos lancen a la Arena para matarnos entre nosotros, ese gesto
me hace desconfiar inmediatamente; sin embargo, decido disimular y responder
con una mueca que pretende ser amistosa.
-Xack.
–dice el niño saludando con la mano.
-Cato.
Pocos
segundos después, otra pareja entra en la sala, y rápidamente les prenden sus
números. En menos de cinco minutos sólo echamos en falta tres Distritos, y
cuando el reloj marca las diez menos diez, y ya todos estamos levantados y
esperando en tensión, queda por bajar un único par de tributos.
El
gruñido de Cato es el que me señala que finalmente han decidido aparecer:
-Vaya,
hombre, mira qué mona la pareja combustible.
Alzo
la cabeza y contengo la carcajada maliciosa que me nace en la garganta
mientras, cerca de mí, Tamina arquea una ceja burlona. Como siempre, los
últimos, el Distrito 12 entra en la sala y, tratando de no llamar la atención,
busca rápidamente un hueco dentro del círculo que hemos formado, pero eso no
hace su declaración de intenciones menos notable: se dieron la mano ayer
durante el Desfile que monopolizaron y hoy, parece que la cosa continúa al ir
vestidos a juego, los dos únicos tributos que han decidido hacerlo; está claro
que, por su propia iniciativa o por la de su mentor, van como equipo.
Una
vez consiguen introducirse en el grupo, y con las miradas cómplices de los
profesionales como telón de fondo, la mujer alta del centro, Atala, da un paso
adelante y nos empieza a explicar algo que yo llevo estudiando desde los ocho
años: el horario de entrenamiento. Presenta los diferentes puestos en los que
podremos practicar nuestras habilidades, tanto de lucha como de supervivencia,
durante los tres próximos días, da unos consejos rápidos y señala que está
prohibido realizar ejercicios de combate con otros tributos; espero que Cato
haya escuchado eso último. Después, se retira a la zona donde los Vigilantes
nos observan…
Y
empieza la fiesta.
Movidos
por resorte, los Distritos 1, 2 y 4 vamos directamente a la sección de armas. El
Distrito 1 ha tardado bastante más en venir, por lo que aprovechamos el momento
para presentarnos.
-Yo
soy Marvel, y ella es Glimmer –saluda él, mientras su compañera esboza una
mueca sexy que me asquea.
Glimmer;
así que ya le puedo poner nombre mientras piense en cómo arrancarle los
maravillosos bucles rubios de la cabeza.
-¿Tenéis
algún arma predilecta? –pregunta Xack, aunque es una pregunta absurda.
Todos
los profesionales que se precien tienen un arma predilecta, sí o sí; pese a que
tratamos de saber lo básico de las más usuales para manejarnos con soltura con
todas ellas, años y años de entrenamiento hacen que, consciente o
inconscientemente, acabes decantándote por una o, al menos, por algún tipo.
No;
lo que quiere decir en realidad es:
¿Vamos
a destapar nuestras cartas o no?
El
primero en responder es Cato que, ni corto ni perezoso, se encamina al puesto
de espadas. Sin apenas saludar el instructor, sopesa varias hasta que encuentra
una que le gusta, se coloca en medio de un grupo de maniquíes situados
estratégicamente y se pierde a lanzar estocadas hasta que no queda ni uno con
los sensores de cabeza, pecho y estómago destrozados.
-También
soy muy bueno con la lanza –concluye, sin disimular el deje de soberbia.
Nunca
le querré más de lo que ya se quiere él a sí mismo.
El
comentario de la lanza hace que al chico del Distrito 1 se le ilumine la expresión,
y veo nacer en su cara el principio de una sonrisa arrogante que no me deja
otra opción más que alzar la vista al cielo.
-¿Vamos
a comprobarlo? –pregunta.
No.
-Por
favor –murmullo entre dientes –Duelo de machitos no.
Pero
por supuesto nadie hace caso a mis súplicas, con lo que en menos de medio
minuto ya estamos en el puesto de lanzas y ambos dos sacos de testosterona se
preparan desde la marca de trece metros. Me miro las uñas, aburrida, y comienzo
a tamborilear con los dedos contra mi pierna. Sí, es verdad que nunca he visto
al tal Marvel lanzando y que por una u otra razón puede que me sorprenda; pero
desde luego, si ha reaccionado así ante la mención de las lanzas es porque es
una de sus armas preferidas, con lo que puedo saber sin mirarle que es como
mínimo bastante bueno…
O,
en su defecto, un creído. Da igual; estamos en una cuenta atrás hasta llegar a
la Arena, así que no quiero perder más tiempo del necesario. Ignoro
deliberadamente a la rubia nuclear del 1 (que igualmente parece bastante
entretenida observando cómo Cato se agacha a recoger una lanza) y me dirijo a
mis dos nuevos amigos pescadores.
-¿Tenéis
algún arma predilecta? –digo, imitando la expresión amable de Tamina antes de
poner los ojos en blanco. –O aunque no la tengáis, seguro que hay algo más
interesante que hacer que observar a estos dos.
Silencio.
Ambos se miran un segundo, desconfiando de mis intenciones; vaya, parece que ni
me equivocaba ni estoy sola al sospechar de los ademanes simpáticos y
agradables.
-¿No
crees que deberíamos quedarnos a ver qué es lo que pueden hacer? –pregunta
Xack, dubitativo.
Suspiro.
Vale, es verdad: realmente no tengo una razón más lógica para querer alejarme
de la demostración varonil de habilidades de la que tienen ellos para quedarse,
pero aun así me parece una garrafal pérdida de tiempo útil… Especialmente si
tenemos en cuenta que he observado a Cato lanzar tantas veces que sabría
describirlo con los ojos cerrados.
Así
que recurro al único as que me queda: desvelar yo misma aquello que mi
compañero ha decidido no mostrar aún.
-Vale,
mirad: -comienzo -el chico de mi Distrito es capaz de acertar en un blanco del tamaño
de mi mano desde una distancia de quince metros, lo he visto; y sabiendo eso,
podemos suponer lo bueno o malo que es el otro basándonos en su expresión
cuando acaben la “exhibición”, con lo que no hace falta que observemos mucho
más, ¿no? Repito: ¿hay algo que queráis enseñar?
Está
bien, sé que ha sonado muy amenazante, más como si mi objetivo fuese
analizarles a fondo en lugar de, simplemente, salir de aquí. Pero no espero que
mantengan sus dudas después de que les haya confesado con detalle las habilidades
de uno de nuestros aliados, algo que (me doy cuenta un poco tarde) no beneficia
demasiado a Cato…
Obviamente,
me equivoco.
-¿Por
qué no empiezas tú? –me pide Tamina.
Debe
de sorprenderse al ver que suspiro de alivio mientras me encamino sin titubear
al puesto de lanzamiento de cuchillos. El entrenador que espera allí,
atendiendo a otros dos tributos escuálidos, me mira con mala cara cuando paso
de largo y voy directamente a activar el sistema de luces que ilumina los
maniquíes a los que tendré que disparar.
-¿No
te parece un poco precipitado nada más empezar? –pregunta, apartando la mirada
un segundo de sus pupilos temblorosos.
Compongo
una falsa sonrisa.
-Me
manejo bien, gracias; sólo necesito la pista despejada para no clavarle nada a
quien no deba.
A
regañadientes, me ayuda a colocar las vallas que marcan el área de
entrenamiento. Cojo seis cuchillos ligeros, compruebo el filo y me pongo en
posición, esperando a que el sistema de luces haga su magia…
¡Pam!
Lanzo a la izquierda una milésima después de que el objetivo se ilumine,
acertándole de lleno en el corazón, y en menos de un segundo giro el cuerpo
para clavar otro cuchillo en la cabeza del maniquí que se encuentra más a la
derecha. La lentitud que me obliga a llevar el sistema me permite presumir un
poco, con lo que a la siguiente lanzo de espaldas, después con la mano
izquierda, y tiro mis dos últimos cuchillos a la vez para concluir el pequeño
circuito. Veo que el entrenador abre ligeramente los ojos, sorprendido, antes
de preguntarme si quiero repetir. Echo una ojeada a Tamina y Xack: por sus
caras, me da la impresión de que ya se han hecho una idea bastante clara, y no
quiero desvelar todo lo que tengo el primer día.
-No,
pero volveré después –respondo.
Al
dirigirme a los tributos del 4, observo con orgullo que ellos no han sido los
únicos en quedarse mirándome; hago lo que puedo por ocultar mi satisfacción y
adoptar otra vez la expresión fría, cuando de repente recibo una palmada por la
espalda que casi me tira al suelo.
-Vaya,
hombre –dice Marvel -¡Y parecía tonta!
Respiro
hondo para evitar darle un puñetazo en la cara y cuadro la espalda; da la
impresión de que la petulancia es requisito imprescindible para vivir en el
Distrito 1.
-Ya,
sí –digo –Nunca te fíes de las apariencias.
“Esto
no es nada” pienso para mí; sin embargo, puesto que no veo a ninguno de
nuestros dos compañeros rubios, decido cambiar de tema:
-¿Dónde
están Cato y la z… Glimmer?
El
semblante de Marvel se oscurece repentinamente.
-Ah,
sí; después de las lanzas decidieron irse a ver qué podían hacer en tiro con
arco. A Glimmer no le gusta ningún arma en especial, pero parece que el arco se
le da bastante bien y… Bueno, a Cato no daba la impresión de que le molestase
mostrar sus habilidades ahí también.
¿Qué
dije antes? “Todo profesional que se precie”. Me reitero en esa parte.
-Bueno,
en tal caso –interviene Tamina –vamos a buscarlos, ¿no?
No
se me pasa por alto el hecho de que era el momento de desvelar sus habilidades,
y eso me hace desconfiar de inmediato: soy incapaz de ignorar la sospecha que
me incita su actitud amable y callada en un ambiente lleno de asesinos
despiadados, y no me creo ni por un segundo que toda esta pantomima pretenda
desviar la atención de sus falta de aptitudes, sino más bien todo lo contrario.
La observo de reojo mientras nos encaminamos al puesto de tiro con arco y tardo
poco en localizar las reveladoras señales: el cuerpo fibroso, la espalda recta,
la barbilla ligeramente elevada, la mirada, aún dulce, que vuela de un puesto a
otro, analizando en busca de rivales potenciales… Vuelven a mi cabeza las
palabras de Lyme en el tren: los profesionales no nos caracterizamos por
intentar resultar discretos. ¿Qué hace, entonces, que tenga tantas reservas?
Sin
embargo, todas las sospechas desaparecen de mi mente en cuanto llegamos al tiro
con arco y los veo.
Pegados
a escasos centímetros.
En
realidad, no debería alarmarme. Él tan solo está mejorando su posición
corporal, recolocándola en un gesto que, en otro contexto, podría resultar
completamente inocente, simplemente una señal de compañerismo…
Salvo
porque Cato nunca, jamás, ayuda a alguien en temas de entrenamiento si no le
obligan, ni, en mi humilde conocimiento, creo que sea necesario para mejorar la
trayectoria de la flecha apoyar la cabeza en el pecho de otra persona y soltar
el aliento en su cuello de una forma tan descarada como para que se note a diez
metros. Otra vez, siento ese fuego que me recorre hasta la última fibra del
cuerpo y me muerdo el labio para evitar lanzar un bufido; en su lugar, con un
tono irremediablemente sarcástico, pregunto:
-¿Habéis
terminado ya?
Cato
pega un brinco, sobresaltado, cuando es consciente de que estamos delante de
él, e instintivamente se separa unos centímetros; por el contrario, Glimmer no
muestra ningún pudor, e incluso suspira irritada porque hayamos osado
interrumpirla en su gran momento. Vaya, hombre, qué pena me da.
-Cato
me estaba ayudando un poco con el tema del arco. –explica con su tono
empalagoso -Parece que abro demasiado las piernas al disparar, y entonces tengo
mayor probabilidad de que la flecha se desvíe y acabe donde no debe.
-Vaya,
cualquiera diría que después de años de entrenamiento eso ya lo sabrías, ¿no?
El
comentario escapa de mis labios sin permiso, y me reprendo mentalmente por no
haber sabido controlarme. Está claro que Glimmer saca lo peor de mí pero, por
naturaleza, huyo del conflicto inútil, sin sentido, y más aún si es por un tema
tan ridículo. Al instante, la chica me fulmina con la mirada (ella a mí tampoco
parece tenerme mucho aprecio) y está abriendo la boca para contestar cuando
Xack, en un tono tímido y conciliador, interviene:
-¿No
tenéis hambre? Creo que deberíamos ir a comer.
Tamina
asiente inmediatamente, y Marvel y Cato tardan poco en hacer lo mismo. Veo cómo
Glimmer se traga las palabras que estaba a punto de escupir y, otra vez, esboza
esa sonrisa seductora que me pone mala antes de moverse y quedar nuevamente a
escasos centímetros de mi compañero de Distrito; por alguna razón, siento como
si me clavasen un puñal en la espalda al ver que él no hace nada por evitarlo.
Para
cuando llegamos a comer, la mayoría de tributos ya están sentados en una mesa
con la bandeja a medio terminar frente a ellos. Observo que casi todos se
encuentran solos, ni siquiera acompañados por sus compañeros de Distrito, con
una única excepción, como empieza a ser costumbre, enormemente llamativa: la
parejita del Distrito 12.
Sin
embargo, no me detengo a observarlos mucho tiempo, llamada por el olor de la
comida. Aunque no tengo demasiada hambre, cojo unas porciones lo
suficientemente grandes como para cubrir el desgaste energético del
entrenamiento de las bandejas que nos ofrecen, y una vez estamos ya todos sentados,
comenzamos a hablar entre nosotros, muy alto y armando mucho jaleo en contraste
con el silencio atronador que cubre las mesas del resto de tributos. Permanecemos
así media hora, más o menos, en la que yo no quito ojo de las sutiles (y no tan
sutiles) intentonas de Glimmer de pegarse más a Cato, frente a lo que una rabia
que no sabía que podía sentir vuelve a surgir dentro de mí y me pone de un
humor de perros.
Por
suerte, nadie quiere perder demasiado tiempo en comer, con lo que nos
levantamos antes de que me ponga a vociferar y decidimos que, durante el resto
del día, será mejor que aprovechemos y practiquemos solos. Yo me dirijo, cómo
no, al puesto de cuchillos, donde libero mi ira con cada lanzamiento, aunque no
permanezco mucho allí; en cuanto la sangre fría vuelve a templarme la cabeza,
decido aprovechar la oportunidad para resolver el misterio al que he estado
dando vueltas toda la mañana.
Desoyendo
las instrucciones de Lyme, voy a uno de las pocas clases que no domino: plantas
comestibles. En ella no hay instructor que esté pendiente de lo que hago, tan
sólo una pantalla que te presenta fugazmente diferentes imágenes de bayas,
semillas y hierbas que luego tienes que clasificar, y que se pone a parpadear
en rojo con cada error que cometes. Dejo pasar frente a mí las diferentes
fotografías, acompañadas de carteles que indican si son beneficiosas y
perjudiciales pese a que realmente, no podrían interesarme menos. Los tributos
profesionales solemos poder contar con vivir durante nuestra completa estancia
en la Arena de los suministros que encontramos en la Cornucopia; rara es la vez
en la que alguno tiene que buscarse la vida para encontrar comida y agua, con
lo que no pienso perder mucho tiempo decidiendo si esta u otra planta son
venenosas.
No;
la única razón por la que estoy aquí pulsando botones sin ton ni son es porque
tengo una vista magnífica de la zona de combate cuerpo a cuerpo donde se
encuentran, en plena acción, Tamina y Xack.
Él
no me sorprende demasiado: aguanta quizá un poco más de lo esperado hasta que
el instructor le hace una llave y le tira al suelo, pero por lo demás, cumple
con la imagen de niño sin un entrenamiento completo que me esperaba de él. Se
retira, practica en una esquina los movimientos que ha aprendido, y vuelve a
repetir el combate, durando apenas un minuto más, y así hasta que acaba
agotado. Mi pantalla no deja de parpadear en rojo y comienzo a ponerme
nerviosa, cuando por fin entra al campo de combate la razón de mi presencia
aquí.
Si
me quedaba alguna duda de su naturaleza profesional, queda disipada en cuanto
comienza la pelea. No es sólo su físico o su actitud; Tamina se mueve con la
fuerza y la fluidez de una serpiente, su rival no ha terminado de dar un paso
cuando ella ya se le ha adelantado y está sobre él, desarmándole y
anticipándose a un movimiento que ni siquiera ha sido todavía pensado. Enlaza
pasos como una bailarina, mantiene el equilibrio sin problemas, se agacha,
salta y sólo en una ocasión parece encontrarse en un apuro para deshacerse de
su contrincante, ocasión que me brinda lo que yo quiero saber.
Es
únicamente un acto reflejo, tan efímero que probablemente nadie más lo haya
notado en plena pelea; sin embargo, yo llevo luchando con uno o dos cuchillos
en la cintura desde los ocho años, y reconozco perfectamente el gesto de ir a
buscarlo para atacar con él, pese a que en esta ocasión no haya ninguno.
Se
recupera rápidamente del paso en falso y vuelve a arremeter con sus movimientos
fluidos y ligeros, jugando al despiste con mil fintas, mientras yo me pierdo en
mis cavilaciones: obviamente sabe manejar armas, pero eso ya lo tenía asumido;
si su mejor baza fuese el cuerpo a cuerpo en seco, el secretismo de esta mañana
para mostrarse ahora frente a todos habría sido absurdo. La señal que acabo de
desvelar puede querer decir que, como yo, es lanzadora de cuchillos, pero no lo
creo: sí así fuese, no dominaría de esa manera algo con tanto contacto como
esto. Hago un inventario mental de todas las armas de corta distancia que conozco:
espada, lanza, machete, maza… Ninguna requiere un cuchillo porque ya son
mortíferas por sí solas. Me muerdo el labio: estoy pasando algo por alto. El cuchillo, la destreza en el
cuerpo a cuerpo, la agilidad de una serpiente, serpiente, serpiente…
Una
serpiente.
Y
llego a la conclusión en el mismo instante en que Tamina tira al instructor al
suelo y le clava la punta de la bota en el cuello con una mirada que ya no
muestra una pizca de dulzura: su arma es el látigo.
Parece
que la niña agradable del grupo no lo es tanto.
FIN DEL CAPÍTULO 32
¡Y esto es todo por hoy! ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha convencido? ¿Decepcionado? Cualquier pensamiento que se os pase por la mente lo podéis dejar en un comentario :D.
Me ha parecido genial, como siempre. El hecho de que hayas inventado historias para personajes que pasan completamente desapercibidos en la novela original es simplemente fantástico. ¡Impresionante! Y, una cosita más: ¿No podrás matar ya a Glimmer no? Es que le tengo un asco que no puedo con él.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! La verdad es que me apetecía mucho deshacerme ya de todo el ambiente preJuegos para empezar a mostrar mi forma de ver a los protagonistas de la verdadera historia, los tributos :).
EliminarY créeme, el sentimiento hacia Glimmer es mutuo xD.
¡Un beso!
¡Me gustó muchísimo! De casualidad ¿no vas a hacer un fan-fic de Glimmer y Marvel o de la Comadreja? Me encantaría saber que fue de la vida de ellos, contado por alguien tan creativo y talentoso.
ResponderEliminarSaludos.
¡Muchas gracias! Si me lo hubieses preguntado hace dos años, te habría dicho que es posible pero, hoy por hoy, lo más seguro es que no: ya este fanfic, que se suponía que iba a ser una historieta corta para entretenerme un verano, se ha convertido en toda una novela que me ha ocupado como escritora al 100% durante más de dos años. Por supuesto, pienso acabarla, pero en cuanto termine me gustaría alejarme un poco del mundo del fanfiction para poder dedicarme a historias originales.
EliminarIgualmente, me halaga mucho que pienses así de mí, ¡un besazo!
Para nada me decepcione... ya quiero la Arena****☆
ResponderEliminarMe encanta tu blog, hace apenas 2 dias q lo he descubierto y me he enganchado totalmente a él. Simplemente es perfecto.
ResponderEliminarSiempre he tenido curiosidad por esta relacion
¡Muchas gracias! No sabes la alegría que da ver caras nuevas que se enganchan a la historia :D.
Eliminar¡Un beso y hasta la próxima!