Pero, ¡basta de aburriros con mi vida! Aquí os dejo, sin más dilación el capítulo 31; como siempre, ¡espero que os guste!
Some saw the sun
Some saw the smoke
Some heard the gun
Some bent the bow
Atlas, Coldplay (OST The Hunger Games: Catching fire)
CATO
He pasado la mayor parte de mi vida en el Centro de Entrenamiento: de pequeño, antes de conocer a Hayden, me colaba en cuanto podía para ver las clases, escondido de cualquier manera en algún rincón; más adelante, cuando hice aquel trato con ella para que me pagase la estancia, dediqué cinco años a los grupos de iniciación para más pequeños, de los que mis instructores decidieron sacarme para evitar que, en un arranque de furia, algún niño acabase herido de gravedad; estuve un curso entero con unos chicos algo mayores que yo, hasta que también demostré que era superior a todos ellos y, sin saber qué otra cosa hacer conmigo, me metieron en el grupo especial. Horas y horas diarias hasta el agotamiento, hasta conseguir ser el mejor en todas las disciplinas que practicaba, hasta que nadie, en todo el Distrito, fuese capaz de vencerme, continuamente encerrado entre esas cuatro paredes… Cualquiera pensaría que, al llegar ahora a la versión que los capitolenses llaman por ese nombre, Centro de Entrenamiento, me sentiría por lo menos un poco familiarizado.
Sin embargo, la suntuosidad del edificio en el que nos han metido tras el Desfile no podría resultarme más desconocida. He de admitir que, nada más llegar, no he prestado ningún caso a lo que había a mi alrededor; estaba demasiado furioso por la manera en la que la chica del Doce, esa estúpida niñata combustible, ha eclipsado a todos los demás tributos con una entrada triunfal, que no ha requerido ni pisar la Arena, en esta edición de los Juegos. Pensando en ella, aprieto los puños inconscientemente y siento el impulso incontenible de estrangularla, que he tenido que reservar en todo el camino desde que hemos bajado del carro hasta que el enorme ascensor, más grande que mi cuarto en casa, nos ha dejado en nuestra planta, y me han mandado a mi habitación a descansar.
Pero una vez aquí, y tras haber experimentado con los cien botones del panel de la ducha, de haberme ahorrado el aburrimiento de tener que elegir otra vez un nuevo conjunto gracias al armario programable, y de haber pedido por el interfono algo de comida, he tenido ocasión de ser plenamente consciente de lo extraño que es para mí este sitio. No es que me incomoden sus múltiples lujos, porque llevo toda una vida esperando a la ocasión de poder recibirlos; más bien, es el hecho de que el aire capitolense, lejos de la casa que pensaba que me supondría, no hace más que recordarme a lo diferente que es mi vida en el Dos, y a todas las cosas que he dejado atrás, en las que nunca había pensado hasta ahora.
Espero que mañana, al llegar a la sala de entrenamiento, esa sensación se desvanezca.
Continúo dando vueltas y, justo cuando empiezo a ponerme nervioso por tener que quedarme encerrado aquí más tiempo, Lunnette llama a la puerta diciendo que ya es la hora de cenar. Compruebo en el espejo del baño que he conseguido quitarme hasta el último resto del estúpido maquillaje, y salgo para reunirme con los demás en la mesa.
La cena que nos espera vuelve a ser tan desbordante y apetecible como empieza a ser costumbre. Nada más me siento, un sinfín de platos finos van apareciendo delante de mí, traídos por personas extrañamente silenciosas: avox. En el Distrito 2 no se suelen cometer faltas tan graves como para que alguien acabe condenado a convertirse en uno, pero el castigo es uno de los primeros que nos enseñan en la escuela, como parte de la formación como agentes de la paz. Decido que lo mejor para ellos y para mí es ignorarlos y disfrutar de la cena… Y de la cara casi verde de Clove a mi lado, mientras descubre que la comida del tren no era más que una minucia comparada con la de aquí.
Me río por lo bajo, sin malicia: por alguna razón, las escasas bromas que hemos podido gastar juntos desde que hemos llegado al Capitolio y su intento de tranquilizarme durante el Desfile han hecho que una parte de mí, que ni siquiera había notado hasta ahora, se relajara enormemente. Espero a que ella responda a mi risa de alguna manera, con la camadería propia de dos tributos compañeros; sin embargo, en su lugar me recibe un semblante terriblemente serio, no de la seriedad irritada y sarcástica que Brutus le provoca, sino tan solemne que es como si un muro se irguiera entre nosotros.
Imagino que estos últimos tres meses habrán tenido que ver con esto, sin duda: pero lo cierto es que eso no me tranquiliza. Quiero decir, entiendo perfectamente que en un principio estuviera furiosa, enfadada, que sintiera ganas de matarme nada más verme pero… En el fondo, con el tiempo, ha debido de comprenderlo, ¿no? Debe de saber que lo que hice fue lo correcto para los dos, que como profesionales que somos, el entrenamiento y los Juegos son lo primero. ¡Joder! Incluso sin ello de por medio la cosa se estaba haciendo peligrosa; ¡ataqué a mi propio padre, estuvo un mes hospitalizado por mi culpa, y no es sano pretender que podemos vivir con ello, como si nunca hubiese sucedido! Estoy seguro de que, aunque ahora se muestre distante, quizá por estas mismas razones, en su interior es consciente de que aquello fue lo mejor.
O al menos, eso es lo que espero.
Advirtiendo la tensión Quio, mi estilista, decide tratar de romperla de la peor manera que se le podría haber ocurrido:
-Bueno, chicos, creo que podríamos decir que el Desfile no ha salido tan mal, al fin y al cabo, ¿eh? Ahora mismo, estáis cuarto y séptima en las casas de apuestas; ¡unas posiciones nada desdeñables!
La mesa entera queda en silencio. Hasta Regina le lanza una mirada asesina; pero yo soy incapaz de andarme con esas sutilezas, menos con un hombre tan idiota como este. Me incorporo levemente.
-¿Crees que cuarto –pregunto, pronunciando las palabras con lentitud -es una buena posición? ¿Crees que el tributo que queda cuarto es el vencedor?
Noto que su rostro, bajo los tatuajes y la pintura, palidece.
-Bueno, no, a ver, yo sólo quería decir…
-Mira, no esperaba que fuésemos los más brillantes en el Desfile. –corto, con la voz antinaturalmente controlada, disimulando la nota airada –Sé que el Distrito 1, por ejemplo, tiene más fácil eso de lucir los trajes, o que en el 4 tampoco tienen que ser muy originales para llamar la atención… Pero no creas ni por un segundo que soy tan estúpido como para ignorar el hecho de que un diseñador novato, que trabaja con un Distrito más ruin que la peor cantera del nuestro, os ha superado a todos y, encima, permitir que te eches flores por ello. ¿Me entiendes?
Quio abre la boca varias veces hasta que parece recordar que, en realidad, me saca una quincena de años, y recoge los restos de su orgullo destrozado para intentar responderme:
-Ejem, me gustaría ver lo que harías tú al respecto si tuvieses que ponerte en mi lugar, chico. Ser estilista es mucho más complejo de lo que parece, y poco seríais los niños que os lanzáis a mataros los unos a los otros como bárbaros, sin nuestra ayuda...
-Te aseguro que si el problema está en las habilidades de cada uno, te puedo hacer una demostración ens…
-Basta –sisea Lyme, por segunda vez desde que soy tributo.
La miro un momento, enfadado, pero su expresión no admite réplica. A regañadientes, me siento lentamente de nuevo en mi sitio, aunque no quito el ojo de encima a Quio, y estiro los dedos para tratar de relajarme.
-No os voy a soltar un sermón –habla la vencedora –porque mentiría si dijese que no he visto nada parecido en estos doce años. Ahora –añade, su semblante duro como el hielo –quienes os jugáis la vida sois vosotros dos y creedme: sin la colaboración de todo el equipo, es imposible ganar. Nos tenéis que soportar a todos, por muy infantiles y estúpidos que nos pongamos –dirige una elocuente mirada a Quio –porque somos vuestra única puerta a casa.
Dicho esto, comienza a comer de nuevo. Centro mi atención en los movimientos de su poderosa mandíbula, demasiado hipnotizado por sus palabras, antes de ponerme yo mismo con mi plato; por alguna razón, la voz de esta mujer tiene un efecto autoritario que te incita a obedecerla. Cuando acabamos pasamos al salón, donde vemos juntos la reposición del Desfile. La tensión, tan densa que parece palpable, hace que nuestros estilistas se despidan poco después de que aparezcamos en la pantalla. La única que parece ser ajena a lo que ha sucedido hace apenas unos minutos es Clove, cuyas señales de vida se limitan a un gruñido, coincidiendo con las imágenes de los tributos del Distrito 1. El resto de carros se van sucediendo, uno tras otro, con tributos que defienden mejor o peor su papel, y los comentarios de Caesar Flickerman y Claudius Templesmith halagando o despotricando acerca de su vestuario, su actitud…
Entonces hacen su entrada. Cogidos de la mano, algo que ninguno de los demás Distritos ha hecho, la chica en llamas y su compañerito saludan a las multitudes y vuelven al público loco. Como durante el propio Desfile, se me cierran los puños al verla, y noto las venas marcadas contra mis músculos justo en el momento en que lo recuerdo: en estas mismas condiciones, unas horas atrás, Clove puso su mano sobre mi brazo, me tocó por primera vez en meses, y me susurró un consuelo de forma dulce y calmante, no dándome sus habituales respuestas secas. La observo esperando que la situación se repita, pero esta vez sólo me dirige una mirada de soslayo antes de centrar su atención nuevamente en la pantalla.
Está claro que aquello sólo fue una excepción.
***
CLOVEMe despierta el zumbido que emite la mesilla de noche junto a mi cama.
Aún medio adormilada, despego la cabeza de la almohada para ver que, en el mueble, ha surgido una especie de pantallita que me da los buenos días de una forma exasperantemente amable y me ofrece pulsar un botón para que el zumbido cese: seguro que idea de Lunnette. Siento la tentación de apagar la alarma y volver a hundirme en la comodísima cama del Capitolio, donde soy capaz de olvidarme de todos los problemas que me pasan por la cabeza desde hace dos días: mi compañero de Distrito, la impresión ante los patrocinadores, la rubia petarda… Pero me recuerdo a mí misma dónde estoy y, con un soberano esfuerzo, me levanto.
La ducha me ayuda a aclararme las ideas. Al salir, doy gracias a la maravillosa tecnología que permite que mi pelo quede seco, liso y lustroso con una sencilla descarga, en lugar de la pelea que tengo en casa cada vez que me peino. Lo recojo en una coleta que me enseñó a hacer Bethany, retorciendo los mechones laterales para asegurarme de que no se escapen y, cuando vuelvo al cuarto, mi ropa de entrenar me espera sobre la cama perfectamente hecha.
No puedo evitar sonreír por la sensación de familiaridad que me trae al cogerla. De tejidos sé poco más que lo que he oído decir a mi hermana de vez en cuando, pero reconozco con facilidad la tela transpirable y fina, aunque está claro que esta es de mucha mayor calidad que aquella a la que estoy acostumbrada: la camiseta se adapta a mi figura como una segunda piel, y los pantalones siguen la línea de mi pierna sin que tenga que preocuparme por subirlos, bajarlos, o controlar los pliegues que forman al moverme. Calzo las botas de cuero y salgo del cuarto, dispuesta a comenzar la jornada.
No sé de dónde sale ese estúpido cliché de que las mujeres tardan siglos en arreglarse porque, una vez más, cuando llego sólo encuentro a Lyme y a Lunnette (aunque ella ha debido de despertarse con horas de antelación para estar preparada) aguardando. Respondo al efusivo saludo de la segunda con un gesto de mi mano, y observo con una mueca la enorme cantidad de comida que hay sobre la mesa.
Nunca he sido una de esas personas que disfrutan comiendo en exceso; sí, he mantenido una dieta todo lo saludable que he podido a lo largo de mi vida, más para sobrellevar el entrenamiento que con otro fin, pero digamos que mi tamaño, tan poco común dentro de los profesionales, no es de extrañar viendo de lo que me alimento. Los menús capitolenses, por tanto, con sus seis platos como mínimo y las enormes raciones que se sirven tanto Cato como Brutus y Lyme (quien no hace más que mirarme con reprobación cuando ve mis modestas porciones) son superiores a lo que mi estómago soporta.
Así que me contento con servirme un par de tostadas untadas en aceite y mi habitual café solo mientras los demás van llegando al comedor.
Tras la pequeña pelea entre Cato y su estilista anoche, el desayuno comienza silencioso; estaba demasiado sumida en mis pensamientos como para enterarme muy bien de qué fue la cosa, pero sí fui consciente de sus gritos, y del suspiro de alivio de Lunnette cuando Brutus le ha comunicado que Quio y Regina no volverán a aparecer hasta las entrevistas. El silencio, sin embargo, no se prolonga demasiado: nada más acabar con su taza, mi mentora (que se está revelando como una declarada fan de los discursos) comienza a hablar:
-Creo que no hace falta decir que, como profesionales que sois, se espera una determinada imagen de vosotros. Algunos tributos tratarán de disimular sus habilidades, mientras que otros… Bueno, otros no sabrán ni por dónde se coge el cuchillo; me da igual. Vuestro objetivo es intimidar a los demás, con lo que no tengáis vergüenza de luciros en los campos que mejor se os den: Clove, tú cuchillos.
-Y tú, chico, no te alejes de las armas. –añade Brutus.
Parece que cuando se trata de sus funciones como mentor, no quiere quedarse a la zaga de su compañera.
-Si tenéis dudas respecto a vuestras habilidades en una determinada actividad, lo siento pero este no es el momento de limar asperezas. –Lyme nos observa con frialdad. Me pregunto si ha sido capaz de leer mis pensamientos -Si falláis, les mostráis que sois débiles, y perdéis con ello vuestra mejor baza. No os engañéis: talleres como plantas, nudos o camuflaje pueden resultar útiles en según qué casos, pero apenas imponen y ponen de manifiesto vuestros puntos débiles, con lo que no os entretengáis en ellos.
-Hemos pactado alianzas con los tributos del Distrito 1 y del Distrito 4. –continúa mi tío -Pretendíamos coger sólo a la chica de los pescadores, pero Finnick insistió en que ella no querría si no era con su compañero. Es una pista importante pero aún así, tendréis que hablar con ellos para ir observándolos: conviene conocer a los amigos tanto o más que a los enemigos. En las comidas, juntaros con ellos y pretended resultar lo más llamativos posibles, que el resto vea que estáis seguros de vosotros mismos.
-Y en cuanto a vuestra relación con los otros… -finaliza mi mentora, posando su mirada en mí fugazmente –Odio tener que recordaros esto, chicos, pero las cosas son así: mostrar camadería de cara a los demás está bien… Pero al final es sólo uno el que vuelve a casa; tenedlo en mente.
Poco después, vamos al ascensor, acompañados de Lunnette; el entrenamiento no empieza hasta las diez, pero Lyme y Brutus han decidido que, cuanto antes lleguemos, mejor. En nuestro breve camino, como se está convirtiendo en una malsana costumbre, me dedico a observar de reojo a Cato: a diferencia de mi traje, de tirantes y que deja los omóplatos al aire, el suyo es de manga corta, en un tono más oscuro (el mío es gris, con detalles azules), y con una pequeña cremallera a la altura del pecho. El tejido sí que parece el mismo, con lo que cada músculo es más notable aún que con la armadura dorada de ayer; tardo poco en sentir las hormonas bullir dentro de mí, con lo que aparto rápidamente la vista intentando disimular el rubor.
Esto está mal. Está muy mal.
Y es que durante el Desfile comprendí que, por mucho que haya pasado, él me sigue importando demasiado, han sucedido demasiadas cosas en estos cuatro años como para que, al menos yo, sea capaz de borrarlas de un plumazo. No voy a contar con suficiente voluntad como para no socorrerle si le veo en un apuro, como para dejar de sentirme atraída por él cuando esté cerca, pero está claro que para él, no es igual. Y pese a que a mí me encantaría haber sido capaz de pasar página como lo ha hecho él, he entendido que no es posible, que hay algo dentro de mí que me lo impide, con lo que sólo me queda intentar reducir el martirio personal al que me he sometido en la medida de lo posible: mirándole menos, hablándole menos, tratando de contener los impulsos que me asaltan cuando le veo.
Así que dejo que el ascensor me lleve a la planta de abajo, tratando de no pensar demasiado en él y con la incómoda sensación de no haber atendido a algo de vital importancia.
FIN DEL CAPÍTULO 31
***
¡Y hasta aquí el capítulo de hoy! ¿Qué os ha parecido? ¿Creéis que estoy dando demasiadas vueltas en torno a los sentimientos de Cato y Clove? ¿Echáis de menos algo de acción? ¿U os gusta más esta parte más "detenida" de la historia? ¡Todo lo que queráis dejarme saber, lo podéis hacer, como siempre, en un comentario!
Un besazo :D.
Me ha encantado el capítulo, como siempre; y, aunque me encanta saber qué sienten Cato y Clove el uno por el otro, me gustaría haber visto qué pasa en el entrenamiento. Supongo que me toca esperar jajaja.
ResponderEliminarNada, increíble como siempre en todo.
¡Besos!
PD: Lo de wattpad va viento en popa, la gente no se cansa de leerlo!
¡Muchas gracias!
EliminarIntento trabajar poco a poco en que las escenas no se me eternicen jajajaja.
¡Besos!
PD: No sabes lo muchísimo que me alegro, espero que que sigas así :D.
¡¡¡Me encantaría escribir como tú!!! Mis capítulos son demasiado cortos. Y nada, como siempre me encantó. ¡Ya quiero saber que pasará en la Arena!
ResponderEliminarUn beso.
¡Muchas gracias! No te preocupes, con el tiempo se te van alargando ellos solos, yo prácticamente he doblado la cantidad de palabras que escribía antes con respecto a la de ahora (que quizás es un poco excesiva...)
Eliminar¡Un beso!
¡Me encanta tu historia!
ResponderEliminarFuiste nominada en mi blog http://losdiasoscuroslosprimerosjuegos.blogspot.com.es/2015/09/nominada-en-los-liebster-awards.html
Besos ^^
¡Hola, muchas gracias!
EliminarPerdona que no haya respondido hasta ahora, me apunto el premio igualmente, a ver si lo puedo hacer :D.
¡Un beso!
El capitulo esta genial!!! :3 ya tengo ganas de ver los juegos desde el punto de vista de ellos dos :) espero el siguiente capitulo !! se nota que va a comenzar la acción. Un beso :)
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Yo también estoy muriéndome de ganas de empezar por fin con esa parte, no lo podéis imaginar :D.
Eliminar¡Un beso!
Esta hermoso,!!! Los amo... no te preocupes q no hay accion ya habra mas adelant
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