jueves, 17 de julio de 2014

Capítulo 20: Daily Routine

¡Hola, tributos! Sí, a los mutos conmigo; TRES SEMANAS han pasado desde el último capítulo, pero entre unas cosas y otras he tenido bastante poco tiempo para escribir (y si lo hacía, a horas intempestivas, como es el caso de hoy); de cualquier forma, aquí lo tenéis, recién sacado del documento de word :D. ¡Espero que os guste!
P.D.: ¡Estamos a punto de llegar a las 50.000 palabras escritas! No sabéis la ilusión que me hace ^^






His eyes bigger, won't stop to consider
What's right or wrong, 
because it's hard liquor that's inside his liver
                                             Daily Routine


CLOVE
-Los ciudadanos del Distrito 7, por el contrario, pueden llegar a ser muy peligrosos; no tienden a la revolución planificada, a las manifestaciones ni a ningún signo de rebelión que conlleve mayor organización que matar a hachazos a todo el que se le cruce. Sin embargo, son gente fiera, de los más salvajes, que llevan el instinto animal en las venas, y que no dudarían un segundo en lanzarse contra un agente de la paz si consideran que este les ha hablado de mala manera. Existe un sector especialmente problemático en la zona…
La chica que se sienta en el pupitre contiguo al mío lleva los tres cuartos de hora que han pasado desde el inicio de la clase, tomando notas como una loca sobre todo lo que dice la profesora acerca de los modelos de comportamiento en los distintos Distritos. La aplaudo mentalmente por ser capaz de realizar tal ejercicio de concentración en una tarea tan sumamente aburrida como esta; en mi hoja de papel, lo único escrito es el título de la asignatura en letras mayúsculas (Preparatoria para Agentes de la Paz), y unas escasísimas anotaciones con lo único que me ha interesado en todo el día: el número de vencedores en cada uno de los Doce.
-Si os fijáis en estas estadísticas, podréis apreciar que los menores porcentajes de actuación pacificadora frente al número de habitantes, corresponden a aquellos Distritos que, o bien son más pobres, o bien han sufrido un control más exhaustivo en las décadas anteriores. Las fuerzas necesarias para controlar una población, se miden según…
Quince minutos más y por fin, como una bendición, suena el timbre que marca el fin de la jornada. Dejo que la chica de los apuntes recoja el libro de texto que ambas compartimos, y salgo corriendo del aula, asfixiada por el agobiante calor que domina el Distrito a finales de agosto. Recorro el breve camino que va desde el colegio hasta la panadería de la Plaza Central, y compro el que es mi almuerzo de hoy: panecillo relleno de una carne cuya procedencia prefiero no conocer. Lo devoro en el tiempo que tardo en llegar al Centro de Entrenamiento, aprovechando para limpiarme las manos en el único lavabo de espejo gastado que incluye el vestuario. Dejo el vestido de algodón que me ha hecho mi hermana lo más cuidadosamente doblado que puedo en mi taquilla, y me pongo la segunda piel con la que siempre me siento cómoda: el traje de entrenar.
Cuando llego a la sala, el grupo al completo ya ha empezado a calentar, esperando a que Idey, nuestra entrenadora, vuelva de la reunión que hay en los despachos de abajo.
-¿Preparatoria? – pregunta Hayden al verme entrar; afirmo con la cabeza
-Una apasionante lección sobre cómo debes protegerte de los campos de minas si acabas destinado al Distrito 3.
Ella ríe en lo que yo me uno a la barra en la que hace dominadas con Marietta.
-Espérate a llegar al segundo grado para agente de la paz; en cuanto oigas hablar de las leyes regionales de los Distritos del norte, te darán ganas de irte a trabajar a las canteras.
Las tres sonreímos y volvemos al ejercicio (en mi caso, ya únicamente el hecho de alcanzar la barra supone un esfuerzo), cuando noto que alguien, como si pesase menos que una pluma, me coge de la cadera y entre mis quejas, me deposita en el suelo con más o menos delicadeza.
-¿Pretendías llegar y no saludarme ni siquiera?
Me giro para ver, cómo no, a Cato observándome con sonrisa burlona y una ceja levantada. Rodeo su cuello con los brazos, poniéndome de puntillas y acercando mis labios a los suyos hasta casi rozarse.
-Es que… - susurro – normalmente no te gusta que haga esto en público.
Y como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, ambos salvamos los milímetros que separan nuestras bocas y las fundimos en una, mientras él me vuelve a alzar por la cintura para besarme con más comodidad; una mano pálida agarrando los cortos mechones rubios, el tacto calloso de otra en mi nuca, bajando poco a poco hasta colarse por el cuello del traje de entrenar…
-¡Oye, que hay niños delante! – grita Marietta
Cato le hace una señal poco educada con el dedo, pero yo pongo mis manos entre su pecho y mi cuerpo, haciendo que nos separemos.
-Tiene razón – le miro a los ojos enfadados – Y si empezamos aquí, a lo mejor acabamos revolcados por el suelo para cuando llegue Idey.
Consigo sacarle una sonrisa con la que, tras otro beso furtivo, me devuelve a tierra de nuevo.
-Por cierto – comenta – se ha ido porque están decidiendo las parejas de los combates de septiembre. ¿Tú crees que nos pueden poner juntos?
-¿Como la primera vez?
Asiente.
-Lo hicimos bastante bien – continúa - ganamos todos los combates hasta que nos topamos con los gemelos.
Yo niego con la cabeza.
-Habiendo tantos nuevos en el grupo no creo, no suelen ponerlos juntos. Puede que a ti, como es el último año…
Trago saliva. Ya no queda prácticamente nadie del grupo que yo vi cuando entré por primera vez en el Centro, hace tres años, tan solo Hayden, Cato y Marietta, que el año que viene ya no podrán competir y abandonarán; Caitlyn se marchó por la misma razón, a John y Edward los llevó su padre al Capitolio nada más salir de sorteo, y Liah…
Bueno, Liah murió en los Juegos hace menos de dos meses. Nos trajeron su cuerpo en una sencillísima caja de madera a los dos días, y se celebró el funeral como al cabo de una semana; el funcionario capitolense pronunció un discurso en el que no hubo una sola mención a la niñita del 9 por la que dio su vida, ni aquel momento de rebelión que vimos en la habitación de los padres de Hayden, cuando confesó que había vuelto a sentirse viva al conocer a la chiquilla. Habló, por el contrario de lo valientemente que había luchado, el orgullo que representaba para nuestro Distrito al haberse mantenido entre los diez últimos, cómo con su coraje había alimentado el fuego de Panem y no sé qué estupideces más; ninguna de esas palabras fue más reconfortante que ver a Bronn Fleafield morir pocas horas después del entierro, a manos del mismo sádico del 1 con el que se había aliado para matar a Liah y a su protegida.
Sacudo la cabeza, y sonrío sin ganas para terminar la frase que he dejado antes a medias. Por supuesto, el grupo especial del Centro de Entrenamiento llevaba sin ver caras nuevas desde la entrada de Coy hace dos años, así que este verano, aprovechando las numerosas bajas, han metido a dos nuevos, una chica y un chico hermanos, de doce y trece respectivamente: Amity y Theseus. Ella, a pesar del nombre* y del metro y medio escaso que mide (con lo que me siento muy identificada), es una máquina despiadada en cuanto su mano alcanza una espada ligera, y él, no necesita ni eso: la única diferencia que le he encontrado con un toro, es que camina a dos patas y en vez de cuernos, usa sus puños, adornados con anillos de púas, para embestir.
Terminado el calentamiento, y tutelado por Cato, es precisamente a eso a lo que se dedica cuando cada uno nos dirigimos a nuestro puesto predilecto para practicar. Por si las moscas, mientras ambos golpean el saco de arena de ochenta kilos, yo cambio la estación de cuchillos por los maniquíes móviles  que se encuentran justo al lado de ellos; si algo no ha cambiado de mi pareja en tres años y medio, ha sido lo rápido que pasa de la frustración a la ira descontrolada cuando algo no sale como él quiere.
Pasa otra media hora hasta que Idey, con varios pelos fuera de su estricta coleta y el habitual ceño fruncido, vuelve con un trozo de papel garabateado tan escasamente como mis apuntes de Preparatoria, solo que con algunos tachones aquí y allá. Anuncia rápidamente los nuevos equipos de los combates de septiembre que, como ya había pensado, me sitúan con uno de los pequeños: Theseus. Como para Cato y Marietta es la última oportunidad de presentarse, les ponen con sendas parejas experimentadas, pero que les permitan lucirse y practicar para los Juegos a los que pretenden presentarse: Hayden, que aunque también cumplirá los dieciocho en pocos meses, ha dejado claro a todo aquel que se lo ha preguntado que ella no levantará la mano en la cosecha, y Coy, respectivamente. A Amity, la restante, le han asignado una chica de quince años a la que no conozco, pero que por su cara no parece desagradar demasiado.
Una vez dicho esto, nuestra entrenadora nos organiza para que hagamos un circuito por todas las estaciones según estas parejas. Nosotros, en concreto, dedicamos un tiempo más largo de lo que yo desearía a las lanzas, porque Theseus es incapaz de apuntar por encima del estómago sin que el arma acabe con la punta astillada o rota contra la pared que hay detrás de los objetivos. Por lo demás, avanzamos con normalidad y, a pesar de la ligera falta de control sobre su propia fuerza (con la que ya estoy más que habituada), determino que cuento con una pareja que nos da ciertas probabilidades de llegar a las últimas fases. Tras repetir cada puesto dos veces, y pasadas casi cuatro horas de trabajo, Idey nos deja salir al vestuario.
Me meto en la ducha de tres minutos que proporciona el Centro y vuelvo a ponerme el vestido de algodón, disfrutando de lo único  por lo que accedí a llevarlo cuando mi hermana me lo trajo: la tela es tan fina y holgada en la falda, que es de las pocas cosas que se soportan en el agosto del Dos. Salgo hasta la entrada con Hayden y Marietta, viendo de reojo cómo unos segundos después Amity hace lo propio. Allí, Coy espera junto a Cato con su imborrable sonrisa.
-¿Qué os parece salir en una hora a dar una vuelta? Como tenga que aguantar más de dos en mi casa con este calor, creo que voy a morir ahogado. Amity – sigue - Theseus y tú podéis venir también si queréis; en un momento u otro tendréis que empezar a formar parte activa del grupo, ¿no?
Me giro a la par que la niña, con una chispa de sorpresa y confusión entremezclada en su constante mirada seria, asiente con la cabeza. Quedamos en esta misma puerta en sesenta minutos, lo máximo si queremos pasar algo de tiempo en la calle antes del toque de queda. Tras un corto beso, húmedo de la ducha, con Cato, tomo el camino de tierra que lleva hasta mi casa.
Al llegar, una fina capa de sudor me cubre la nuca desnuda, tras soportar los casi treinta minutos de exposición al Sol que me llegaba de espaldas. Me refresco con el agua del grifo de la cocina, dejo la bolsa que contiene la ropa sucia de entrenar, y me suelto el largo cabello oscuro, aún húmedo, que se desparrama por mi espalda como una cascada.
-¿Clove, cariño, eres tú? – la voz dulce y suave de mi madre flota desde su dormitorio, en el piso de arriba.
-Sí, pero ya me iba – respondo, intentando escaquearme; no me apetece nada una discusión sobre el poco tiempo que paso en casa.
 -¡Espera un minuto…! - Patricia baja corriendo con varios alfileres enganchados al delantal blanco que lleva puesto. - ¿Vas a pasar por casa de Bethany?
Suspiro y suelto el pomo de la puerta; lo tendría que haber visto venir. Mi madre es demasiado cobarde como para visitar por sí misma a su propia hija, fuera de casa desde el mismísimo día en que acabaron los Juegos, y sin embargo, está constantemente enviándome a ridículos recados con tal de poder saber algo de ella.
Su actitud impotente y sumisa me pone totalmente enferma, pero, por otro lado, no puedo evitar sentir cierta lástima; ella no tiene la culpa del demente en que se ha convertido su marido.
-Puedo desviarme un poco – respondo de mala gana, y su cara se ilumina.
-¡Perfecto! ¿Te importaría llevarle esto? – coge un rollo de suave tela azul escondida en el armarito de la entrada y me lo entrega – Creo que alguien del taller piensa que sigue viviendo aquí y…
Su voz se rompe a mitad de la frase, y yo no me preocupo de terminarla; mi compasión tiene un límite bastante bajo.
-Se lo daré – contesto a la par que pongo la mano en el pomo.
-Perfecto – repite con la mirada perdida.
Abro finalmente la puerta, dispuesta a salir, pero su fina mano en mi brazo me para de nuevo.
-Clover… - susurra. Odio esa manía de llamarme por mi nombre completo.
-¿Qué pasa ahora?
Ella se muerde el labio, y los ojos se le empiezan a humedecer, de una manera que hace que las finas arrugas dispuestas en sus contornos se le marquen mucho más, envejeciéndola al menos diez años.
-Cuando tú… cuando tú cumplas los dieciocho y te hagas mayor de edad como Beth… ¿T-te… Te irás… también?
Levanto la vista y me fijo nuevamente en su expresión rota,  hundida, derrotada, que la afea hasta convertir en una anciana gastada y cansada a una de las mujeres más guapas que he visto en mi vida. Contemplo cómo le tiemblan las manos, pálidas y pequeñas como las mías, y observo que una de esas lágrimas acumuladas amenaza con desbordarse y caer por su mejilla suave.
Como ya he dicho, mi compasión tiene un límite bastante bajo.
-Sí – respondo fría y segura. Dicho esto, cojo mejor el rollo de tela y me alejo de la mujer que en algún momento llamaba mamá.

FIN DEL CAPÍTULO 20
*”Amity”, significa “cordialidad” o “simpatía”. De ahí la paradoja de llamar así a una niña que entrena como profesional
***

¡Taráaaaan! No, no culpéis a Clove por ser así; por su ternura no brilla, pero tampoco actúa de ese modo simplemente porque le haya pillado mal el día :).
Por lo demás, ¿os ha gustado el capítulo? ¿No? ¿Créeis que me he pasado de cruel (pues esperad a ver los Juegos muejejeje)? ¡Cualquier opinión expresada con respeto es bienevenida :D!

6 comentarios:

  1. Genial! Espero mas capitulos! Tienes mucho talento

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    1. ¡Muchas gracias! Es un placer ver que sigue habiendo gente nueva que se interesa por la saga y por el fic en concreto :D
      ¡Un beso!

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  2. Ohhhhh.... :( Clove es tan centrada en los juego, Clove y Cato llevan tres años y medio?? c:

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    1. En realidad, los dos están más centrados de lo que debieran, pero teniendo en cuenta lo mal que les ha tratado la vida... Es comprensible :(.
      En el momento en el que tiene lugar este capítulo, han pasado tres años y medio desde que se conocieron; como pareja llevan (si no recuerdo mal, a veces me olvido hasta de mis propias fechas jajaja) llevan unos pocos meses. Si preguntas sobre la edad entre ambos, son más o menos unos dos años :).
      ¡Un beso!

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  3. Vamos vamos!! Necesito mas capitulos, mas clato, mas de todooooooo!!!

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    1. Jajajaja, me alegra ver que hay seguidores tan entusiastas :D
      ¡Un beso!

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