De cualquiera de las maneras, para empezar con buen sabor de boca, aquí os traigo el primer capítulo del año. ¡Que lo disfrutéis!
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I'm scared to get close and I hate being alone.
I long for that feeling to not feel at all.
The higher I get, the lower I'll sink.
I can't drown my demons, they know how to swim.
Can you feel my heart?, Bring me the Horizon
CATO
No recuerdo haberlo pasado peor en toda mi vida.
Para empezar, me da la sensación de que mi cuerpo está ardiendo. No sé si será el veneno, o una posible fiebre, o la mezcla de ambos; pero es como si me hubiesen encerrado en una cárcel de fuego dentro de mí mismo. Salgo de una pesadilla para meterme en otra diferente: revivo cada paliza que me ha dado Junkie desde que mamá falleció, cada golpe, cada aliento ebrio en mi cara. Las muertes de mis dos hermanos, en sus respectivos Juegos, son también recurrentes, apareciendo una y otra vez en mi cabeza las imágenes que sólo he visto gracias a repeticiones...Y por supuesto, está Clove.
No sé cuántas veces ha muerto en mi cabeza, de cuántas maneras diferentes y espeluznantes he observado la vida escapar de ella: las rastrevíspulas dejándola tan irreconocible como a Glimmer y Tamina, una lanza atravesando su corazón, mutos horribles arrancándole gritos con cada pedazo de carne, un tributo sin cara asfixiándola... Y sin embargo, no hay ninguna tan terrorífica como las que protagonizo yo. Cuando sólo quedamos nosotros dos y no queda más remedio que enfrentarnos. Cuando soy yo quien esgrime la lanza que le atraviesa el corazón. O quien la asfixia. En una, especialmente memorable, le abro las tripas y empiezo a devorarlas como si fuera un animal, mi cara manchada con su sangre y llena de lágrimas.
De vez en cuando, vuelvo a la consciencia unos instantes antes de que el veneno me ataque otra vez. Cuando la veo entre mis brazos, temblando, empapada hasta el hueso, y con la cara llena de manchas rojas, me obligo a recordar que esto es la realidad, lo que importa: que está viva, y aunque ahora pase por el mismo tormento insufrible que yo, lo va a superar, y va a estar bien, a mi lado. En los últimos instantes antes de sumergirme en mi mundo delirante particular, me abrazo con más fuerza a ella, el único asidero a la cordura que me queda en lo que vuelven: y otra vez mi padre, otra vez las mil maneras en las que ella muere...
Hasta que por fin, mi cuerpo expulsa el veneno definitivamente. Al abrir los ojos, me recibe un cielo oscuro, vagamente iluminado: o bien está atardeciendo, o bien amaneciendo. Conociendo la fama del veneno de rastrevíspula, me inclino más por la segunda. Despacio, apartando a Clove con todo el cuidado del mundo, me levanto, desentumeciendo mis músculos rígidos.
La pierna izquierda es un martirio en cuanto roza con cualquier cosa. Por suerte, tuve la sensatez de escondernos tras unos árboles en cuanto la saqué del lago: hasta el tributo más estúpido de los Juegos habría sido capaz de matarnos de habernos quedado tumbados, totalmente indefensos, en medio del claro. Decido dejar a Clove en este escondrijo hasta estar seguro de que no hay ningún peligro esperándonos y, asegurándome de llevar mi espada a la cintura (también sigue aquí, aunque llena de sangre seca), vuelvo medio cojeando a nuestro antiguo campamento.
Se me tensa todo el cuerpo cuando veo una hoguera cerca del lugar en el que estaba nuestra pila de provisiones. Estoy llevándome la mano a la empuñadura de la espada, la adrenalina corriendo veloz por mi cuerpo, en el momento en que reconozco al chico que se calienta a su lado.
-¿Marvel? –pregunto, sorprendido.
Él se levanta con un respingo, no perdiendo un segundo en apuntarme con una lanza. Sonrío: reflejos de profesional.
-¡Cato! –exclama en cuanto me ve la cara. –Si no fuese por el himno, ya os habría dado por muertos. ¿Dónde andabais? No os vi cuando conseguí salir del lago.
-Espera... ¿has podido escuchar el himno?
Él asiente, orgulloso.
-Debí de tener suerte con las picaduras. Pero hemos perdido a Glimmer y a Tamina, y del chico amoroso y... bueno, de Clove, no hay ni rastro. Creí que estaría contigo.
Siento la ira crepitar dentro de mí al oír ese nombre.
-Clove sigue inconsciente, pero la tengo localizada. Y por el chico amoroso –añado, con un tono a duras penas controlado –no hace falta que te preocupes. No creo que le volvamos a ver con vida.
Le cuento brevemente lo que recuerdo de mi encuentro con él, aunque omito la razón por la que acabé volviendo al árbol; no hay ninguna necesidad de que nadie conozca ciertos detalles.
-Pensaba que estabas muerto –digo al acabar. –Me encontré un chico tirado en el suelo de vuelta hacia aquí, y supuse que eras tú. Aunque –reflexiono, frunciendo el ceño, -bien pensado, cuando llegué aquí te oí gritar el nombre de un chico. ¿Blade, puede ser? La verdad es que en ese momento no me di cuenta de que aquello no tenía sent...
Callo bruscamente. La expresión de Marvel ha pasado de divertida a terriblemente seria en menos de un segundo.
-Haremos una cosa, Cato –su voz es suave y calmada, casi un murmullo. –Tú te olvidarás de lo que oíste, y yo me olvidaré de cómo Clove gritaba tu nombre como si le fuese la vida en ello, ¿sí?
Vaya. Asiento con lentitud, intentando asimilar con cabeza fría su amenaza encubierta. Parece que todos tenemos fantasmas que ocultar, ¿eh?
-Mejor vamos a buscar a Clove –comento.
Y con esas palabras, sellamos nuestro pacto silencioso.
CLOVE
Estoy segura que, de haber llevado algo de comida en el estómago, lo primero que habría hecho al despertar habría sido vomitar.
Doy un bote cuando reconozco el terreno: lo último que recuerdo era estar hundiéndome en el lago, gritando para llamar a Cato (¿o eso lo soñé? Debió de ser un sueño, porque recuerdo claramente pensar que no sabía nadar, cosa que arreglé hace un par de años)...
Da igual: el caso es que ahora me encuentro en el campamento en que pasé los primeros días de los Juegos. Tapada con un manta.
-Buenos días, dormilona –me saluda entonces Marvel, sonriente. -¡Eh, Cato, se ha despertado!
Oigo la voz de Cato a lo lejos.
-¡Dale algo de comer y que venga aquí! ¡Tendremos que ponerla al día!
Marvel hace lo que le dicen: rebuscando en una mochila que tiene cerca, saca un paquete de galletas de chocolate, una cantimplora y una lata de comida. Verlo me recuerda a algo.
-¿Cogió alguien las mochilas cuando nos fuimos? –pregunto, tratando de ocultar la ansiedad.
Él asiente.
-Cato recogió la tuya y la suya, y cuando yo desperté, fui a recuperar la mía, aunque alguien había cogido ya casi todo lo que había dentro. ¿Por qué?
No creo que le haga gracia conocer el contenido de mi mochila, así que invento una excusa rápida.
-Llevaba un set de cuchillos que me gustaba mucho. Tengo uno especialmente reservado por si Cato no es lo suficientemente rápido en cazar a la chica en llamas.
Eso parece bastarle. Sonríe otra vez, y yo cojo las galletas y la lata que me tiende con avidez; no me gusta el chocolate, pero estoy tan hambrienta y el regusto a podrido en mi boca es tan desagradable que me lo acabo todo a una velocidad récord, incluida la cantimplora llena de agua.
Después de haber comido me siento mucho mejor, pese a que las picaduras están todavía muy hinchadas y duelen una barbaridad. Veo que un aguijón asoma todavía en aquella que tengo en la pierna.
“¿A nadie se le ocurrió quitarlos?” Pienso. Apretando los dientes, lo arranco de un tirón. La herida empieza a supurar pus instantáneamente. Hago señas a Marvel para que me acerque un botiquín, y me apaño como puedo para limpiar la picadura y aliviar de alguna manera el escozor, aunque esto último con poco éxito. Continúo con todas las demás (al final resulta que sí fueron cinco), arrancando los otros dos agujones que no me pude quitar en mis últimos instantes de lucidez, en un brazo y una pierna. Cuando termino, me levanto, dispuesta a atender a lo que quiera que sea que Cato quiere decirme.
-¿Quiénes quedamos? –Pregunto.
-Nosotros tres. Glimmer y Tamina cayeron con las rastrevíspulas, y el chico amoroso huyó después de ayudar a su novia, aunque Cato asegura que si no ha muerto todavía, lo hará dentro de poco.
Pese a todo, eso último me sorprende. Vaya, así que al final va a resultar que su historia de amor era real... En fin, es una pena: era indeciblemente pesado, pero quizá, en otras circunstancias (si yo no fuese una profesional, si él no viviera en el Distrito 12, y si no estuviésemos enfrentados a muerte), habríamos podido llegar a ser amigos.
-Bueno –comento. –No puedo decir que me duela mucho lo de Glimmer... Oh, mierda. Perdona, sé que era de tu Distrito.
Tamborileo con los dedos, entre nerviosa y enfadada. Si el veneno no me hubiese dejado la cabeza tan embotada me habría guardado un comentario tan absurdo como ese delante de su compañero de Distrito. Por suerte, Marvel no parece tomárselo a mal.
-Glimmer –dice tras unos segundos -era una zorra.
Espera... ¿Qué?
Arqueo una ceja, extrañada.
-¿La conocías?
-No personalmente; sólo de oídas.
-¿Tan llamativa es?
Él se empieza a reír, de una manera que no termina de gustarme.
-No, no es eso: el Uno no es un Distrito muy grande, ni con mucha población.
-Pero hay mucha demanda de joyería desde el Capitolio; o eso es lo que he estudiado yo...
-Míralo así –me corta: -si el Uno fuese tan grande como el Dos, ¿cuál sería la probabilidad, estadísticamente, de que dos hermanos como Gloss y Cashmere saliesen elegidos para los Juegos de forma consecutiva?
“La misma de que lo hicieran, en el mismo año, dos amantes” Pienso para mis adentros; esta vez soy suficientemente prudente como para no decirlo en voz alta.
-Os lo habéis tomado con calma.
Pego un bote al oír la voz de Cato tan cerca. Joder, como el efecto del veneno no se pase pronto va a acabar matándome; literalmente.
Sin embargo, el susto no tiene comparación con el momento en que Cato se echa a un lado y descubro la figura de un tributo al que no conozco a su espalda. En un instante, me llevo la mano a la chaqueta y saco un cuchillo para ejecutar su sentencia de muerte...
Pero un manotazo a tiempo de Marvel desvía la trayectoria y salva la vida al chico.
-Tranquila, fiera –ríe. –Es de los nuestros.
Le echo una ojeada rápida: delgado, encorvado, de manos nerviosas y apenas unos centímetros más alto que yo. Arqueo una ceja.
-¿Tan mal estamos?
Entonces me lo explican todo: Chip, Distrito 3 (sus padres no debían de ser muy originales), que apareció lleno de picaduras poco después de que Marvel y Cato despertaran, aprisionado por una de las trampas que el chico amoroso puso alrededor de nuestros recursos; al menos eso lo hizo bien. Por suerte para el chaval y para nosotros, resulta que tiene un talento oculto: es capaz de activar y desactivar cualquier clase de mina a su antojo, y eso incluye a las plataformas circulares con las que dan comienzo los Juegos.
-Las hemos colocado alrededor de la pila –dice Marvel, sonriendo orgulloso. Por lo que me han contado, fue él, y no Cato, quien se lo encontró. –Es totalmente inexpugnable. Podemos irnos de caza toda la noche, y si alguien intenta robarnos algo... ¡PUM! –exclama –vuela por los aires.
Al decir eso, empieza a reírse otra vez, con las mismas carcajadas que me hacen sentir incómoda. Hasta ahora había valorado a Marvel únicamente como un cretino pagado de sí mismo, pero puede que esas ansias de fama y su falta de escrúpulos le vuelvan mucho más peligroso de lo que pueda aparentar...
Suspiro para mí. Esto son los Juegos del Hambre, ¿no? Al final del día, todos somos enemigos, y sólo puede quedar uno, por lo que cualquier persona que haya logrado sobrevivir hasta el momento es peligrosa: un rival, un obstáculo de cara a mi supervivencia, mi prueba de fuerza...
O, en su defecto, supongo que la de Cato. Es extraño: no recuerdo si mis gritos eran sueño o realidad, pero de lo que estoy segura es de que, cuando me desmayé, estaba todavía en el agua. Alguien debió sacarme de allí, ¿no? ¿Y quién iba a ser, sino él? ¿Marvel? No, ni de coña: me ayudó a llegar hasta el lago porque, en el estado en que nos dejó el veneno, tener a alguien para enfrentarse a un enemigo, o incluso para emplearlo como cebo, resultaba tremendamente útil; pero no creo que, una vez a cubierto, tuviese la delicadeza de salvarme de mis propios demonios para que no me ahogase yo sola.
Tuvo que ser Cato, sí o sí. Pero, ¿significa eso algo? ¿O fue también una cuestión de mera supervivencia? Quizá, sólo quizá, su mente delirante recordó todas las cosas buenas de nuestra relación, todo lo que pasó antes de mi maldito cumpleaños, y por ello me sacó del lago. A la cabeza me viene su voz: “Ya estoy aquí, Clove. Todo va a salir bien.” Eso lo imaginé, ¿verdad? Le miro de soslayo buscando en su expresión un cambio, algo que se parezca al chico que fue mi pareja durante casi dos años; no encuentro nada diferente. Recuerdo entonces cómo durmió con Glimmer el día del árbol, destrozando las esperanzas que se me hubieran podido formar tras haberme defendido; a pesar de ya no está aquí para incordiarme más, siento la rabia apoderándose de mí cuando visualizo su cabecita rubia de muñeca y su sonrisa falsa. Ella es la prueba, al fin y al cabo. La prueba de que pasó página como auguró que haría.
“Soy Clover Ringer. Y soy una profesional.”
Tengo que repetírmelo, entender una vez más todas las implicaciones de esa frase. Esta no soy yo. La chica que da vueltas a cada mínima conversación, buscando un poco de esperanza... ¿Esperanza? Esperanza, ¿sobre qué? ¿Que nuestra historia de amor y amistad tenga final feliz? Retiro lo dicho sobre el chico amoroso: no habríamos sido amigos. Sus ideas de niñita habrían acabado por destrozarme; menos de una semana a su lado y ya noto la influencia. No, no busco esperanza. Lo que me puede es la sed de venganza. Cato siempre ha sido mío, mío para enamorarme de él, mío para destrozarme la vida por su culpa, tanto como los cuchillos, o el sarcasmo. Y Glimmer se metió en medio, aprovechando el constante sube y baja que somos él y yo. Por eso, por eso se me retuerce el estómago como si me lo hubiesen llenado de mariposas. Al fin y al cabo, Glimmer está muerta y yo estoy viva, ¿no? Yo sigo luchando mientras su cadáver destrozado se pudre de camino al Distrito 1. Sobreviví a las rastrevíspulas por mis propios medios, y luego Cato me sacó del agua como no hizo con nadie más, como no hizo con ella. Puede ser por cariño a su Distrito, por no tener que enfrentarse a las caras de odio de nuestros compañeros al volver; lo cierto es que me debería dar igual. Yo he ganado, y ella ha perdido miserablemente.
Y entiendo más que nunca a Cato cuando me lo dijo: porque pensar en la victoria es una sensación deliciosa.
Quizás, yo también debiera centrarme en ella.
FIN DEL CAPÍTULO 45
Pues, ¡aquí está! Este capítulo ha sido bastante más tranquilo que los anteriores, pero creo que necesario para que la historia siga avanzando. ¡Espero que lo hayáis disfrutado y, como siempre, dejéis vuestra opinión en un comentario!
Wuaoo genial como siempre... cuando marvel le dijo a cato que clove gritaba por el dios que fuerte jajaja aun no se me olvida lo de la pulserita, espero con ansias el próximo capítulo saludos
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Esta vez, el próximo capítulo ha venido un poco antes de lo habitual.
EliminarY la pulserita... Habrá que esperar, pero tendrá cierta importancia en algún momento ;).
¡Un beso!
Yo también estoy esperando las pulseras.
ResponderEliminarGenial su rezonamiento de Clove, "me salvo a mi y s ella no" y del otro capítulo me gusto y emociono como Cato regresa a buscar a Clove.
Yo también estoy esperando las pulseras.
ResponderEliminarGenial su rezonamiento de Clove, "me salvo a mi y s ella no" y del otro capítulo me gusto y emociono como Cato regresa a buscar a Clove.