¡Hola desde el otro mundo, tributos! ¿Os acordáis de mí? Sí, esa chica rematadamente lenta que decía que estaba escribiendo una historia sobre Cato y Clove, allá por septiembre de 2012...
Bueno, pues, ¡bienvenidos de nuevo! Soy yo, aunque después de dos y meses y medio sin decir ni mu, no es que no me merezca ni a unos de los 69 fantásticos seguidores que os pasáis por aquí, sino ya siquiera la más mínima visita residual de algún ordenador que vaya por ahí haciendo spam. Sobretodo, si tenemos en cuenta que a principios de año me fijé el objetivo de terminar esta historia antes de ver acabar el 2015...
El caso: me he disculpado tantas veces que ya no sé ni cómo hacerlo sin repetirme, pero de verdad que lo siento muchísisisimo. Por suerte, ahora ya estoy de vacaciones definitivamente (o al menos, hasta septiembre), por lo que pretendo aprovechar el tiempo libre para subir al menos cuatro o cinco capítulos (depende de mi disponibilidad de internet) antes de que comience el nuevo curso :).
En fin, me dejo de discursos y os traigo el esperado capítulo que nos ocupa (bastante largo, para compensar la espera). ¡Espero que os guste!