Pero bueno, mientras tanto, aquí está el nuevo capítulo; es un poco más tranquilito que el anterior, pero así se ve un pelín más la psicología de los personajes antes de volver a la acción pura y dura
P.D: Antes de empezar, os quería plantear una cuestión: hace mil años (allá por los inicios de esta historia), una seguidora me comentó que por favor, por favor, hiciese un final alternativo en lugar de seguir el de Collins (mi plan original). En el capítulo anterior, malenitaaa, que lleva siguiendo el blog desde prácticamente el momento en que salió a la luz (y por lo que le estoy muy agradecida :D), me lo volvió a comentar, así que voy a dejar una encuesta a la derecha para que los demás me digáis vuestra opinión :). Seré sincera: en el caso de hacer un final alternativo, no pretendo (por el momento, al menos), seguir la historia hasta que alguien muera de viejo; aunque le tengo mucho cariño a este fic, y lo voy a terminar por mis narices (tarde un año o tarde diez), quiero dedicarme también a proyectos totalmente míos, que algún día pueda publicar, y no creo que eso sea muy compatible con Qué fue del Distrito 2 :). De cualquier manera, la encuesta va a estar allí así que, ¡no os olvidéis de votar!
Ahora sí, aquí está el capítulo :D
The secret side of me, I never let you see
I keep it caged but I can't control it
So stay away from me, the beast is ugly
I feel the rage and I just can't hold it
Monster, SkilletCATO
Embestida. Defensa. Embestida, paso atrás, finta. Amago, estocada, golpe, suelo, patada, nariz rota, arriba, corte, embestida, cuidado porque viene otro por detrás, media vuelta, codazo, abajo, delante, con el puño, mierda mantén el equilibrio, vale ya está, gancho, a la derecha y pum. Mi brazo rodeando su cuello y la espada apuntando al estómago. Fuera de juego.
Suena el pitido que indica el final del entrenamiento, pero yo me mantengo en la misma posición un par de segundos más, hasta que el chico al que estoy ahogando comienza a boquear y me veo obligado a soltarlo. Este cae al suelo buscando el oxígeno que le ha faltado durante unos breves segundos, y oigo a mi espalda cómo el otro chaval escupe un diente y algo que no suena demasiado bien mientras se aleja despacio.
Y se creerá que puede irse sin más.
-Eh tú, ¿decías algo?
Noto el fuego del enfado mezclado con la adrenalina de la pelea bullir dentro de mí mientras acabo con la distancia entre él y yo en un par de zancadas. Se gira un segundo para mirarme con un patético desdén y luego sigue con su paso lento hacia el vestuario.
-¡EH! – repito con un empujón que le estampa de forma sonora contra la pared, de manera que la mitad de la sala deja por un momento lo que estaba haciendo para comprobar qué sucede.
Sin embargo, a mí me da igual que mire quien sea: lo único que hago es acercarme aún más y, con la mano derecha, levantarle de la esquina a la que ha caído hasta poner su cara a la altura de la mía, de manera que sus pies cuelguen unos centímetros.
-Puedes repetirme lo que has dicho, ¿por favor? – gruño.
-Yo… - el poco valor que le quedaba se pierde a medida que aprieto su cuello, y el miedo invade su mirada aterrorizada.
-Tú… - le invito a continuar con un deje cruel.
-¡Eh! ¡Eh! ¿Qué se supone que estás haciendo? – una chica que acaba de entrar por la puerta se dirige a nosotros con paso decidido. - ¡Suéltale ahora mismo!
-No te metas – respondo, centrado en el brazo que sostiene al chaval.
Pero entonces, con toda la fuerza de su delgado pero musculoso cuerpo, la muchacha embiste contra mí, haciéndome perder el equilibrio por un segundo, y liberando con ello al chico de su presa humana. Sin pararme a pensarlo un segundo, me la quito de encima y le doy un puñetazo en la tripa que le hace doblarse de dolor.
-¡Te he dicho que no te metieras! – secundo las palabras con una patada en su espalda, y ella suelta un gemido que le resta toda la fiereza que pudiera quedarle.
Estoy a punto de seguir cuando un nuevo grito me frena; sin embargo, esta vez, el timbre conocido de la voz sí consigue frenarme.
-¡CATO, PARA! – corriendo desde la otra esquina de la sala, Hayden aparece jadeando. Al ver que he conseguido llamar su atención, apoya las manos en las rodillas y toma aire – Para o te juro que el siguiente golpe me lo das a mí.
Con la ira aun palpitando dentro de mí, paso mi mirada furiosa desde Hayden, a la chica tirada en el suelo con una mano en el estómago, al terror del muchacho de antes que se aleja como puede, y luego nuevamente a mi amiga. Resoplando con fuerza y tras sacudir el brazo, cargado por el peso que ha tenido que aguantar, obedezco a esta y bajo las escaleras delante de ella, no sin antes dirigir una amenaza no verbal a todos los presentes con los ojos.
Entro en el vestuario y me meto en las duchas para quitarme de encima la capa de sudor que ha dado como el fruto el entrenamiento. A pesar de que han pasado ya unos cuatro meses desde el asfixiante calor de agosto, yo sigo usando el agua fría, principalmente por dos razones: la primera, que no se corta al minuto; y la segunda, que tras las cuatro horas de entrenamiento extra que reciben los de último año en el Centro, enteramente de combate cuerpo a cuerpo y todo aquel aprendizaje más “práctico” que se puede ofrecer, lo último que te apetece es más calor en el aire viciado.
Dejo la ropa de entrenamiento dentro de mi bolsa y la sustituyo por unos vaqueros llenos de parches y una camiseta gris, sobre la que llevo el único abrigo de invierno (anteriormente perteneciente a uno de mis difuntos hermanos), que aún me entra. Cambio los calcetines por otros limpios y, cuando salgo, me encuentro a Hayden con cara de pocos amigos esperando en el marco de la puerta.
-¿Puedes explicarme qué es lo que ha pasado allí arriba?
Alzo la vista al cielo e intento caminar, apartándola con una mano, pero ella no se mueve.
-Ni se te ocurra – dice anticipando mis movimientos – intentar esquivarme.
Arqueo una ceja enfadado; ¿quién se cree ella que es para darme órdenes? Sin embargo, acabo por contestar.
-Él se metió conmigo. Yo fui a por él. La chica quiso hacerse la heroína y se llevó su parte. Apareciste tú y me fui a cambiarme la ropa, FIN.
Vuelvo a hacer amago de pasar, y ella permanece en sus trece. Abro y cierro el puño, intentando relajar las venas que vuelven a marcarse.
-Mira, Hayden…
-¡No, Cato, mira tú! ¡Llevabas años, AÑOS sin tener esos desquites, pero en cuanto hemos empezado con los entrenamientos extra, has vuelto a hacer lo mismo! ¡No es normal atacar así a la gente, no es normal dejar a una chica llorando en el suelo porque intenta evitar que cometas una barbaridad! Y si vas a seguir haciendo estas cosas, Cato…
-¿Qué? – la corto con voz burlona - ¿Dejarás de hablarme?
Noto cómo la furia crece igualmente dentro de ella y al final, con todo el veneno que puede, grita.
-¡HABLARÉ CON CLOVE!
Tras lo cual, con esa infantil amenaza como ultimátum, Hayden deja libre el paso al vestuario masculino apartándose de la puerta. La observo pasmado un minuto mientras se aleja, sola, para emprender el camino que lleva a su casa. Y entonces, sin poder evitarlo, exploto en una carcajada sonora e incontenible.
Sus palabras han sonado tan ridículas que no encuentro otra manera de tomármelas: a broma. Además, ¿cuántos años cree que tengo? ¿Catorce, todavía? Por Dios, ya cuento con una edad como para saber lo que tengo y no tengo que hacer, y si un piojo de cincuenta kilos se mete conmigo, estoy en mi total y pleno derecho de devolverle el golpe (literalmente), para que sepa dónde no conviene entrar. ¡Que he vuelto a no controlarme, dice! Sí, no tengo las maneras más finas y delicadas del Distrito, eso está claro, pero si no le gusta, tendría que haberlo decidido cuando nos conocimos, no doce años después, cuando creo que ya es un poquito demasiado tarde para cambiar, ¿no?
Respirando hondo un par de veces hasta calmar el ataque de risa, me dirijo yo también a la puerta para ir casa. En el camino, veo tras la cortina semi-corrida que da paso a la enfermería, al chaval de la sala de entrenamientos, a quien le están mirando el hueco del diente que se ha roto durante el combate, antes de todo el embrollo que ha hecho enfadar a Hayden. Paso de largo con el pecho hinchado y la cabeza alta, pero en cuanto salgo a la calle me veo obligado a intentar refugiar la cara bajo el cuello del abrigo, pues una rugiente ventisca de nieve azota sin piedad cualquier rastro de piel desnuda. Con paso apretado, me dirijo hacia la bifurcación del árbol, rememorando aún la conversación de minutos atrás.
“¡Hablaré con Clove!” Bueno, pues desde luego no podrá hacerlo antes que yo porque…
Espera.
-¡MIERDA! – bramo, pegando una patada a la tierra helada.
Tan rápido como puedo sin resbalarme con la finísima capa de hielo que cubre el suelo de medio Distrito, corro en dirección contraria, rehaciendo mis pasos desde el Centro de Entrenamiento. Paro un instante al ver salir a un grupo de chicas con gruesísimos abrigos.
-Oye, un momento – las paro, y ellas se quedan mirándome sorprendidas (alguna demasiado para bien, a juzgar por su sonrisa que no sé exactamente de qué manera interpretar) - ¿Tenéis hora?
-¿Me estás pidiendo en serio que saque el reloj con el tiempo que hace? – contesta esa misma. Se acerca lentamente hasta situar su pelo de artificial olor a vainilla justo debajo de mi mentón y, usando mi brazo para taparle el viento, se sube ligeramente la manga del abrigo – Las seis y diez. ¿A qué tanta necesidad, rubio? – levanta el mentón y noto su respiración helada prácticamente encima de mis labios.
Arqueo una ceja sin saber qué es lo que pretende exactamente, pero las risitas a la espalda de sus amigas son suficientes para saltarme las alarmas y, sin preocuparme de lo desconocidas que sean, suelto precipitadamente la verdad
-He quedado con mi novia. Hace diez minutos.
CLOVE
La aguja larga del viejo reloj de la cocina marca el número cuatro, lo que significa que han pasado ya veinte minutos desde el momento en que se suponía que Cato llamaría a la puerta de casa. Tamborileo sobre la mesa con dos dedos, intentando controlar el nerviosismo y, para qué negarlo, el enfado, del que estoy quedando presa con cada tic-tac del segundero.
Es la quinta vez en lo que va de mes. Lo cual, teniendo en cuenta que salimos juntos del entrenamiento cinco de los siete días de la semana y, por ende, en tal caso no quedamos a ninguna hora, es una cifra bastante considerable.
-¿Te ha vuelto a dejar plantada, eh? – Raw irrumpe en la cocina con el uniforme de Agente de la Paz aún puesto y cubierto de nieve.
Ahí estamos, el que faltaba para completar la fiesta del buen humor.
-Deberías dejar de perder el tiempo con ese idiota y dedicarlo a cosas un poco más útiles, hija. Por ejemplo…
-Como me vuelvas a decir que tengo que entrenar, cojo el cuchillo y lanzo a lo primero que se mueva – advierto con voz fría, acercando la mano a la tabla del pan, donde el instrumento metálico reposa entre varias migas.
-Clover, no me amenaces. Soy tu padre, te guste o no, y me debes un respeto.
-El mismo que recibo yo cuando hago planes con Cato, ¿no?
Desde mi posición, noto cómo se le tensa la mandíbula ante mis palabras, y sonrío para mis adentros.
-Cuida ese tono – repone con el tono suave de quien intenta controlar la ira. – Puede que ahora sepas manejar muy bien tus armitas, y que seas una luchadora que gane en los Juegos dentro de poco…
-Oh, créeme que lo haré – le corto – Y te aseguro que no habrá nada que me resulte más gratificante que irme de aquí a mi nueva casa de Vencedora, a disfrutar del descanso de no tenerte a ti detrás criticando cada paso que doy.
-Clover…
-¿QUÉ? – respondo levantándome.
Él hace un amago de cogerme por el brazo, pero yo aprieto su mano, justo en el punto en el que le clavé el cuchillo hace casi dos años y del que aún le queda una fea cicatriz, y el dolor le hace soltar un gemido.
-Llevan bastante tiempo sin darme miedo tus amenazas, Raw. Y aunque soy perfectamente capaz de fingir que no pasa nada en el día a día, de ejercer el papel de hija adolescente normal todo el tiempo que sea necesario, no pienso aguantar que te metas conmigo, ni con lo que hago, ni con mi novio, ni una sola vez más, ¿estamos?
Sigo apretando la cicatriz mientras él intenta no dar más muestras del dolor que eso le causa, ni siquiera el gemido que le he arrancado a la fuerza en un primer momento. Aunque nos peleemos, nunca alzamos la voz en ningún momento: lo último que necesitamos cualquiera de los dos es a mi madre llorando por la mierda de familia que tiene.
Al final, cuando veo la enorme figura de Cato acercarse a la casa desde la ventana, suelto a Raw, y él se apoya un instante casi imperceptible en la mesa con un suspiro. Por una vez, creo que he ganado yo.
Claro que eso, es una absoluta mentira.
-Todo lo que tú consigas, Clove, - murmulla – será mi triunfo, aunque tú no lo quieras. Si ganas, yo habré ganado porque habré conseguido mi objetivo; si te mudas sola a tu puñetera casa de Vencedora y no nos llevas, yo habré ganado igualmente porque mi hija, mi sangre, habrá obtenido aquello por lo que yo he luchado todo este tiempo. Lo único que podrías hacer para vencerme sería no presentarte voluntaria, y de esa forma tú también perderías porque acabarías con la única posibilidad que tienes en tu vida, a la que te lleva tu entrenamiento profesional. Me debes todo lo que eres y, por ende, me deberás todo lo que logres.
Tras esto, Raw se aleja hacia las escaleras que llevan al piso de arriba. Con la saliva trago los restos de mi orgullo, más herido por sus palabras de lo que jamás me gustaría admitir. Enderezo los hombros y calmo el picor que empieza a crecer en mis ojos con un par de parpadeos rápidos, antes de tirar del pomo para abrir la puerta principal.
Porque por supuesto, tiene razón, como siempre.
-¿Dónde estabas? – pregunto con el tono alterado, intentando que no se me note la voz rota; aunque, últimamente, Cato se fija cada vez menos en ese tipo de cosas.
-Oye, lo siento, me distraje con el tema del entrenamiento y no vi la hora que era hasta que…
-Si quedamos a una hora, es por algo, Cato. ¡Me dijiste que ya habrías salido y que no te interrumpía para nada, que esta vez estarías puntual! – con un susurro ente dientes, añado - ¿A ti te gustaría que yo te dejara colgado y solo en casa con tu padre?
-Mira, ya te he dicho que lo siento, ¿vale? Pero creía que como profesionales, ambos teníamos perfectamente claro cuál era la prioridad, ¿no? Este año es mi última opción de presentarme…
-¡Yo también me presento y no por ello me olvido de mirar el reloj!
-¡TÚ TIENES OTRAS OPORTUNIDADES! – exclama, pegando un pisotón a la madera.
Veo cómo el color le sube a las mejillas y empieza a contraer los músculos de los brazos bajo el abrigo. Inspira y espira acelerado, consciente de su pérdida de control, tratando de volver en sí. Tras un minuto así, parece recomponerse y vuelve a hablar.
-Clove, es que…
-Vale, lo entiendo – corto; no me apetecen más peleas. Intento hacer un amago de sonrisa para suavizar lo brusco de mis palabras.
-El entrenamiento…
-Es lo primero, sí. El entrenamiento es lo primero. Pero, en la medida de lo posible, intenta organizarte, por favor.
Cato asiente y me tiende, una mano, en señal de paz. Se la cojo y, tras salir definitivamente, me giro para cerrar la puerta. “El entrenamiento es lo primero.”
Desde el rellano de la escalera, Raw me observa con una sonrisa socarrona.
FIN DEL CAPÍTULO 22
¡Taráaaaaaaan! Y bien, ¿os ha gustado? ¿No? ¿Me he pasado con Cato? ¿Le tenéis tanto asco a Raw como Clove? ¿Le tenéis tanto asco a Clove como Raw? Cualquier cosilla en los comentarios, que se agradecen muchísimo :)
Nooooo, no hagas final alternativo. Haz el final de Collins. o haz los dos porque el final de Collins es el final de nuestros protragonistas. Es el final original y asi es como debe terminar. Si no fduera asi, esto no serian los juegos del hambre. Cato y CLove serian diferentes. Me parece muy mal tu idea pero bueno, para gustos colo res.
ResponderEliminarPD:Como no hay encuesta digo aquí ¡final de collins!
¿No os dais cuenta de que si no la historia cambiaria?
Por eso sigo este blog, prque es fiel y me encanta.
¡Hola!
EliminarEntiendo que tú no quieras un final alternativo (de hecho, a mí también me gusta más el original), pero quería preguntar para saber la opinión general ya que, al fin y al cabo, vosotros sois quienes dais vida a esta historia :)
Me alegra que la historia te guste y te parezca tan auténtica, de cualquier manera :D
¡Un beso!
Pedazo capítulo, puedes hacer los dos finales por mí pero el original sería el verdadero ¿no?
ResponderEliminarBueno pues eso pedazo historia, pedazo escritora. No tardes en mandar el siguiente y así la vuelta se nos hace más corta.
Hombre, lógicamente el original sería el "verdadero", aunque yo no quisiera, porque fue el que se escribió en la trama original jajaj; de cualquier manera, vistos los resultados de la votación parece que la mayoría de la gente prefiere el final original así que...
Eliminar¡Un beso, y muchísimas gracias por tu apoyo! :D
Tú si que me haces feliiiiz que me has mencionado al principiiio, a estado genial el capitulo, espero el proximooo, y respecto a la encuestaaa.... Quiero los dos porque enfiin tambien soy muy fan de peeta y katniss pero le e cogido tanto cariño a este fiic que nosee, en cualquier caso como ya dije me encantaraaa al igual que lo que sigas ecribiendo.
ResponderEliminar¡Un besoo!
¡Hola!
EliminarMuchas gracias por aceptar ambos finales jajaja. Probablemente llegado el momento escriba ambos, aunque sólo sea por ver lo que pueda hacer.
¡Y cómo no te voy a nombrar después de tanto tiempo! Jajaja es una alegría ver cuánta gente disfruta del fic ^^
¡Un beso!
Buenísimo capítulo! Creo que prefiero el final de Suzanne, aunque me dé muchísima pena que tengan que morir Cato y Clove. Pero es la realidad, que es lo que a mí me gusta.
ResponderEliminarMuchos besos!
Paula
¡Muchas gracias! Sí, yo comparto tu punto de vista; a pesar de que sea triste, es lo más cercano a la realidad :)
Eliminar¡Un beso!
Por qué tenían que tenían que morir, Collins? No podía haber pasado como en en llamas y que les hubiesen sacado para vivir felices y comer perdices? Buaaaaaaaa
ResponderEliminarUna cosa, tú has inventado el amor de Cato y Clove o fue Collins? Te admiro mucho, besos
¡Hola!
EliminarPues respondiendo a tu pregunta, la verdad es que Collins nunca especificó que Cato y Clove estuviesen enamorados como tal; sin embargo, para mí el libro dio unas cuantas pruebas (la más notable de todas, ese "quédate conmigo" de Cato a una Clove a las puertas de la muerte) que me inspiraron, junto con otros fics que ya había leído (no soy ni mucho menos la única que ha escrito sobre esta historia jajajaja) a intentar mi propia versión :).
Es un placer leer tus comentarios, ¡un beso!