¡Hola, tributos! ¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último capítulo? La verdad.... es que demasiado. Así que como sé que mis disculpas os aburren, aquí tenéis por fin el capítulo 17 ^^ (con banda sonora algo lóbrega de The Common Linnets, que nos participan este año en Eurovisión :D)
¡Espero que os guste!
¡Ah, pero antes de que se me olvide! Dado que parece que retraso más y más el puñetero cambio de diseño y no quiero que pase un año hasta que se lo agradezca, quiero darle desde aquí un enormísimo abrazo y un gracias del tamaño del nubarrón que está encima de mi casa (con las fiestas se tenía que poner a llover -.-) a Claudia Everdeen, por la preciosa imagen que se preocupó en editar allá por noviembre y que yo todavía no he subido porque soy una desconsiderada :(. ¡Muchísimas gracias!
Cuando de verdad cambie el diseño, la pongo en la página principal; por ahora, ¡pasa a ser nuestro nuevo botón de afiliados, que el otro es feo con ganas! ^^
Y ahora sí, el capítulo:
Ooh after all that we’ve been through [...]
Here in the calm after the storm
Maybe I can find you
Down this broken line
Maybe you can find me
Guess we’ll know in time
The calm after the storm, The Common Linnets
CLOVE
Al día siguiente, me dirijo al centro de entrenamiento con la pierna izquierda entablillada, vendas alrededor de la cabeza y el pecho, y un labio superior que, sinceramente, dan ganas de vomitar sólo con verlo. Sin embargo, y pese a que no voy a poder entrenar correctamente en al menos un mes, me siento satisfecha: Alline está ingresada en el “hospital” del distrito, con tal carga de morfina que ni siquiera es capaz de incorporarse.
Apoyada en una rudimentaria muleta y con mi hermana, obsesionada en acompañarme para que no me pase nada malo, me dirijo al centro para comunicar mi situación a Idey y el resto del grupo. Las reacciones en general, son muy graciosas: en cuanto me ve, a Coy se le cae la lanza que sujeta en la mano y se queda tan pálido como si acabase de ver un fantasma; Liah casi atraviesa la cabeza de Marietta con una flecha; y Hayden ahoga una exclamación de sorpresa antes de correr como una bala hacia mí y darme un abrazo que se queda a poco de tirarme al suelo.
El único que no actúa de una manera especial es Cato que, tras una milésima de segundo en la que me parece ver una sombra pasar por sus ojos, se me acerca tranquilamente esbozando una irónica sonrisa.
-¿Te equivocaste de lado al lanzar un cuchillo, Knivey?
Hago un amago de pegarle un puñetazo, aunque la que acaba sufriendo las consecuencias del brusco movimiento el resto del día soy yo. Tras una carcajada general, y pasado el “shock” de verme como recién devuelta por las entrañas del infierno, cada miembro del grupo vuelve a lo que estaba haciendo y yo, con el permiso de Idey, me siento en una esquina de la sala a observarles.
La rutina del centro de entrenamiento es bastante simple: yo he llegado a poco de las once, pero, por lo general, los fines de semana empezamos a las nueve, sin descanso por ser sábado o domingo. Durante tres horas, nos dedicamos a una especie de “tour” por todas las estaciones de entrenamiento, guiados ocasionalmente por nuestra entrenadora, que se dedica a colocar lanzas en su posición correcta antes de atacar, ejercer de árbitro en los combates cuerpo a cuerpo o con armas, y, en los casos que ello lo requiera, transportar a los heridos hasta la enfermería. Después, tenemos lo que a Idey le gusta denominar “charlas de orientación”, o como Dock las llamaba, “vamos a ver quién cuenta el mejor chiste”; básicamente, consiste en sentarse en un corro cual niños de tres años y recibir todas las correcciones que se hayan podido ver, más, en el caso de los otros grupos, intentar que cada aspirante a profesional se decante por un estilo de lucha, arma, etcétera, que potenciar. De ahí viene el nombre que puso nuestro anterior mentor: al tener que llenar los mismos tres cuartos de hora con la mitad de contenido, en lo que suele acabar la cosa es un montón de pullas y apuestas, seguidas de comentarios sobre las habilidades y NO habilidades de cada miembro particular.
Llegada la una menos cuarto, dedicamos una porción de tiempo igual a la preparación física, con carreras, abdominales y demás ejercicios musculares, para finalmente, hasta las dos en el caso de los domingos, prolongado hasta las seis si es sábado, practicar nuestra… llamémosla habilidad especial.
Así que eso es lo que hacen mis compañeros durante toda la mañana. Lo único extraordinario que sucede en ese período de tiempo, es la llegada de un chico poco más pequeño que yo, y mucho más alto y corpulento. Según nos dicen, es un buen candidato a meterse en el, actualmente, escaso grupo especial; sin embargo, basta con que me eche un vistazo de reojo y Cato le susurre algo así como que me pasé de lista con Marietta, que en ese momento está destrozando despiadadamente a un maniquí para que, con un saludo cortés, se vaya por donde ha venido.
A partir de ahí, los días pasan y sigo la misma rutina, introduciéndome poco a poco en el entrenamiento habitual: tras una semana, pruebo a lanzar cuchillos sentada, aunque no es hasta la segunda que puedo realizar el gesto sin que mis dos costillas rotas hagan acto de presencia; después, cuando mi pierna mejora y en el labio la hinchazón ha disminuido, empiezo otra vez con los ejercicios de pie. Tras un mes y nueve días, puedo entrenarme con normalidad tal y como lo hacía antes de mi encontronazo con Alline y compañía, la cual por cierto, ya ni siquiera se atreve a mirarme por los pasillos.
Podríamos etiquetar la pelea como una experiencia positiva: en el centro ya no hay nadie que no conozca la historia de cómo la diminuta Clover Ringer venció a tres profesionales con la única ayuda de un cuchillo, y entre eso y mi buena posición en el ejercicio de campo, me he ganado una notable reputación.
Por otro lado, Cato, al igual que mis heridas, parece ir actuando con mayor normalidad con respecto a mí gradualmente. Volvemos a hablar como solíamos hacerlo, con sarcasmos e insultos cariñosos, con pullas amistosas que dejan entrever un fondo simpático. Me coge la mano un par de veces, lanza piropos de tanto en tanto, e incluso una vez, hace un intento de apostar un beso contra mí; lo rechazo, por suerte, ya que ese día él decapita más maniquíes de las dianas que yo consigo.
Los meses se suceden, uno tras otro, y al final, como parece ser lógico, en una tarde de abril especialmente soleada y bonita, Cato me pide salir; no de una manera romántica, no sellándolo todo con un apasionada beso de purísimo amor, como en los cuentos de hadas que Bethany me relataba de pequeña si no podía dormir. Hace ya mucho tiempo de la discusión tras el árbol, y en ella quedó acordado, para siempre, que con respecto a nosotros el amor no existe, pues solo consiste en una distracción, peor, un arma más mortífera que cualquier cuchillo, que puede acabar con nuestras carreras como profesionales, con todo para lo que hemos trabajado y que hemos construido a lo largo de nuestra vida, y sin lo cual, somos menos que nada.
Así que de esa manera, los meses siguen pasando hasta que, antes de poder darme cuenta, nos encontramos en pleno junio, y con ello, llega la cosecha. Me despierto con el corazón latiendo desbocado, aún a sabiendas de que, teniendo como tengo tan solo quince años, aún no estoy en la edad que nuestro centro de entrenamiento acepta para presentarse voluntario; sin embargo, hoy se llevará a cabo nuestra primera prueba, la que demostrará si de verdad lo que estamos haciendo sirve para algo… Porque el que, con los diecisiete a punto de ser cumplidos, sí se presenta, es Cato.
-¡Clover Ringeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeer!
Alzo la vista al cielo. Puede que Bethany odie el hecho de lo que la cosecha signifique, pero en lo que se refiere a su preparación, hay pocas cosas que le gusten más.
-Ya bajo – refunfuño a la vez que descuelgo el vestido de la percha en la que está situado; el plan original era llevar el mismo que me puse el año pasado para el certamen de baile pero (¡oh milagro!), parece que he crecido y ya no me cabe. Con metros de suave e insoportable tul azul celeste en las manos, desciendo los peldaños de la escalera. La única razón por la que le dejo hacer esto, es para que se calle el año que viene cuando levante la mano al pedir voluntarios. Aunque también está el que… Eso.
Mi hermana me ayuda a meterme en el pomposo traje que ella misma ha diseñado, y escoge unos zapatos de ligero tacón a juego. Últimamente, le está yendo muy bien en el sitio donde hacía las prácticas de vestuario, e incluso le han permitido coser para la venta un par de conjuntos propios. Gana mucho más dinero de lo que debería ganar una aprendiza, y, al igual que en mi caso, su relación con Raw se enfría día a día, por lo que, ahora que tiene la edad legal para hacerlo… Está pensando en irse.
Y aunque sé que es lo mejor para su felicidad y para ella misma, no puedo evitar sentir un poco de pena al pensar que, en breves, yo me quedaré sola en casa, sin su apoyo no verbal después de las discusiones, sin sus ridículos chillidos entusiasmados cada vez que digo que voy a salir con Cato… Sin que me recoja en la calle después de meterme en una pelea, o de haber tomado más alcohol del que mi poco tolerante cuerpo puede soportar.
Así que, en un intento de prolongar su estancia entre las cuatro paredes que nos han visto crecer y cambiar más o menos juntas, estoy pasando el máximo tiempo posible con mi hermana, haciendo las cosas que a ella le gustan…
Aunque como vea otra cinta del pelo diferente por el espejo, creo que voy a estallar.
-Beth…
-¿Sí? – responde con voz distante, concentrada en la maraña de pelo negro que tiene delante.
-¿Te importaría dejar de clavarme las horquillas en la cabeza como si fuese un blanco de entrenamiento?
Ella alza la vista al cielo y, con manos maestras, y causándome otra punzada de dolor, retuerce un último mechón antes de retroceder para contemplar su obra.
-Perfecta – concluye satisfecha. - ¿Nos vamos?
Yo me levanto y paso las manos cuidadosamente por la trenza que me cruza la cabeza desde el lado izquierdo hasta finalizar detrás de mi oreja derecha, con destellos azules conseguidos con un material que parece seda, descendiendo del recogido.
Vale, esto salva un poco al vestido de princesa encerrada en un torreón. Creo que hasta podré aparecer delante de los demás con ello puesto.
-Sí, vámonos.
En el Distrito 2 hay demasiada gente como para que todos juntos, quepamos en la Plaza Central; por lo tanto, sólo aquellos que están en edad de entrar como tributos pueden acceder a ella, y aun así, casi siempre se colapsan todas las calles cercanas con los niños más pequeños, que no van a presentarse voluntarios.
Saliendo de casa con dos horas y media de margen respecto al inicio de la cosecha, ya encontramos una marea humana vestida con seda, lino, tul, y demás materiales demasiado caros como para emplearlos más que en una ocasión especial. Segura de haber perdido al menos dos capas de mi vestido en el proceso, me muevo entre la multitud de cuerpos sudorosos por el camino que mi hermana, unos diez centímetros más alta que yo sin contar con sus tacones de vértigo, abre en la búsqueda de sus amigas.
Por suerte, yo localizo a mi grupo poco después de que lo haga ella y, tan rápido como me lo permite la aglomeración, alcanzo al corro de jóvenes alegres que se encuentran, amplios y con más de un metro cuadrado para cada uno de ellos, en una esquina apartada.
En cuanto llego con el vestido claramente desmejorado y el peinado siguiendo su mismo camino, todos prorrumpen en sonoras carcajadas.
-¿Te pisoteó una bandada de hadas azules por el camino, Knivey? – comenta Coy divertido y sin malicia.
Suspiro con fuerza, apartándome con ello de la cara un mechón suelto y, a la par que otra oleada de risas sacude a mis compañeros, yo me cruzo de brazos y arqueo una ceja en dirección a Cato.
-¿No vas a decir nada? – pregunto fingiendo molestia.
Él se queda un rato quieto y pensativo, frunciendo el ceño, como evaluando qué significan mis palabras.
-Tienes razón: más bien te pareces a un pastelito gigante.
Le dedico un puñetazo en el brazo como agradecimiento, y él intenta pasar el otro por mi cintura con el fin de atraerme hacia él; sin embargo, yo me aparto y me escudo junto a Hayden, la única que parece haber hecho un intento de contener las carcajadas al verme en tan lamentable estado.
-Venga, Clove, era una broma…
-Espero sinceramente que salgas elegido hoy para que tengas una muerte sangrienta y cruel a manos de algún muto – contesto yo con una mirada cargada de odio. Todos se quedan en silencio ante semejante afirmación, e incluso percibo miedo en los ojos de alguno… Mas en ese instante sonrío y, elevándome sobre las puntas de los pies, me acerco a Cato para depositar un beso suave en sus labios.
Cuando recupero mi estatura normal, este se acerca a mi oído.
-Ha habido un momento en que pensaba que lo decías de verdad.
-Ha habido un momento en el que yo también – contesto irónica.
Pasa otra hora y media (en la que Hayden y Marietta se dedican a normalizar mi aspecto, esconder los descosidos de la pérdida de capas y alabar el diseño de Bethany una vez este queda adecentado), antes de que, separados en el grupo de quienes pretenden presentarse y quienes no, nos situamos en nuestras marcadas posiciones para el comienzo de la cosecha. Sacudo la mano de Cato, y doy un tenue abrazo tanto a mi amiga pelirroja como a Liah; después, Coy se ofrece a llevarme a espaldas hasta el grupo de las chicas para no echar por tierra el trabajo de los últimos noventa minutos, a lo que Hayden replica que ella tampoco quiere estropear su precioso vestido amarillo.
-Lo siento, querida, pero Knivey pesa menos – responde con una burlona sonrisa a la par que yo me cuelgo de él, intentando esconder mi cara avergonzada por el ridículo de la situación.
Una de las mayores ventajas del paso del tiempo este último año, ha sido la vuelta a la amistad con Coy; estuvimos casi dos meses sin apenas dirigirnos la palabra el uno al otro, hasta que nos dimos cuenta de que aquella situación era insostenible. Lo quisiéramos o no, éramos compañeros, pasábamos la mayor parte del día juntos y, yo por lo menos, no asimilaba el, por culpa de mi carácter tan frío y apático, haber perdido una de mis amistades más cercanas.
Y, aunque el trato que nos dispensamos el uno al otro ya no sea el de antes, yo creo que este ha sufrido una mejora: en cierto modo, mi actitud egoísta ayudó a Coy a comprender que yo no soy una gran persona, más bien todo lo contrario, y que acercarse demasiado conlleva un riesgo grave; pienso que entendió realmente lo que significaba ser un profesional, lo que acarreaba el dedicarse a ello, y que le ayudó a aceptarlo en su más cruda realidad, no solo como la imagen idealizada de gloria y fama a la que todos nos evocamos al ver a los vencedores pletóricos durante el Tour de la Victoria. En cierto sentido, le hizo alcanzar una madurez que, por distintas causas, gente como Hayden, Cato y yo ya llevamos implícita y que, sin ser ni mucho menos idílica, es necesaria para la vida que se lleva en el Distrito 2.
Con un par de tambaleos que me dejan a poco de precipitarme en un charco de barro, y sujetándome las costillas para aguantar la risa, acabo finalmente en el suelo, frente a un corro de niñas horrorizadas por el grotesco espectáculo que estamos dando. Me despido con un “gracias” entrecortado, y el joven sale corriendo a la columna de chicos en la que ya están empezando. No tardan en hacer lo mismo en la de las chicas, pasando nuestra huella dactilar por un pequeño escáner portátil. Los asientos de la tarima van siendo ocupados por el alcalde y altos cargos de la ciudad, entre los cuales, con su uniforme impoluto, se encuentra mi padre, que dirige a los agentes de la paz encargados de la guardia en la cosecha. Cinco minutos después de que el último de los funcionarios con escáner haya desaparecido por detrás, con el retraso milimetrado que la caracteriza, aparece ella.
Lunnette Hiddenglass lleva siendo acompañante de nuestro Distrito desde poco antes de comenzar yo mi entrenamiento. Caracterizada por sus pestañas de un metro de largo, los ojos brillantes con incrustaciones de gemas preciosas en el iris, y su gusto por las faldas largas con abertura delante es, según palabras de mis progenitores: “La mujer con la voz más chillona de todos las que han venido de Capitolio.” Con pasitos cortos debido a sus tacones de treinta centímetros, se acerca al micrófono en el que, con su tono de ratoncillo inconfundible, nos saluda como tiene por costumbre hacer todos los años: anuncia que hemos llegado ya a los Septuagésimos y pico Juegos del Hambre, cuenta por enésima vez la historia de los Días Oscuros, y cómo el Distrito 2, pese a haber participado en la rebelión, fue el primero en unirse nuevamente a las fuerzas vencedoras del Capitolio.
Otros quince minutos de parloteo, antes de que pronuncie las palabras que a todos interesan.
-Y por supuesto, las damas primero.
Se acerca a una de las dos gigantescas urnas y, al azar, coge una de las diminutas papeletas con una floritura.
Lo desdobla con cuidado, y todo el sector izquierdo de la Plaza aguanta la respiración y aprieta los puños.
-La afortunada es…
FIN DEL CAPÍTULO 17
***
¡Tatatachán! ¿Quién será nuestra afortunada elegida? Jajaja, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado? ¿Horripilado, quizás? ¿Alguna otra petición de suicidio a enviar al buzón? ¡Un besazo, y feliz Semana Santa!
Si nos vas a dejar con tanta duda será mejor que subas capítulo más seguido!! Tienes abandonado el blog :(
ResponderEliminarSigue así, escribe más capítulos, y si, enviaré una carta si no subes capítulo!
No si ya,de verdad que si tuviera más tiempo actualizaría cada semana D:
Eliminar¡Un beso!
ESTA GENIIIAL!!!gracias por otro maravilloso capitulo de tu maravillosa historia.Pero ....y si les toca? Es que lo has dejao tan inteeresanteee y con tanto suspenseee. Pero es qeniial es uno d mis capitulos favoritos(bueno tos lo son) asi que espero que subas pronto el siguiente porque me has dejao cn ganas d mas capitulooos. Esta geniiial
ResponderEliminar¡¡¡un besooo!!!
¡Muchas gracias!
EliminarBueno, la emoción continúa en el siguiente jajaja
¡Un beso!
Septuagesimos y cuanto ???? Es el buen numero o aun nos quedan algunos años ??? Y...y... noooooo, ella no va a ser verdad, o si ? Todo esto es demasiado, lo siento, pero en acorde con Marlangela Korlov, cartas tendras si el capitulo no llega pronto. Y si el nuvo diseño tampoco !
ResponderEliminarJajajaja sigue asi un Besazooooooo !!!
Jajajaja el nuevo diseño ya pertenece casi a una utopía, pero este verano caerá... O eso intentaremos :S
Eliminar¡Un beso!
Espero por tu bien que no salgan los dos elegidos jajaja si no... me uno al envío de cartas jajajaja
ResponderEliminarMe ha encantado este capítulo porque se ve que, a pesar de que Clove es fría y calculadora es capaz de mantener una 'especie de relación' con Cato y cumplirle los caprichos a su hermana. Además recuperó la amistad que tenía con Coy, tengo que reconocer que aunque sea la competencia del Cato el chico me cae bien jajajajajaja.
Espero que subas el siguiente pronto y ver más pronto aún tu marabillosos nuevo diseño.
Besoos :)
Si Coy en el fondo es un amor... Para mí es el más sufridor de la historia, sin duda :3.
EliminarMe alegro que hayas podido ver todas estas cosas en un solo capítulo :)
¡Un beso!
Me gusta mucho. Ya se te extrañaba y moría de ganas por leer la historia. Sube el siguiente, porfa. Besos :*
ResponderEliminar¡Muchas gracias! De verdad que intento mantener el blog lo más actualizado posible :)
Eliminar¡Un beso!
P.D. Ya te afilie y me gustaría que me afilies c:
ResponderEliminarCreo que ya estás, siento muchísimo el retraso, ¡gracias por volver a avisar! :D
Eliminar¡Un beso!
oye te voy a odiar si no subes el siguiente capitulo
ResponderEliminarMadre mía, ya empiezan las amenazas jajaja. Sí, la verdad es que soy digna del odio de cualquiera con el tiempo que tardo en actualizar :)
Eliminar¡Un beso!
DIOS!!! Cuanto queda para el siguiente?!?!?!
ResponderEliminarCada vez menos jajaja.
Eliminar¡Un beso!
Oh, me acabo de pasar porque llevaba unos capítulos atrasados y he visto la imagen y aiss!! Muchas gracias por ponerla:)) Y de nada:) El capítulo genial y en cuanto pueda me paso al 18! MuchosBesos^^
ResponderEliminarPD: He contestado a las preguntas del premio te dejo la dirección http://ruelaniitadeldistrito11.blogspot.com.es/2014/04/premio-desde-que-fue-del-distrito-2.html
No, de verdad que muchísimas gracias a ti por hacérmela y no enfadarte por lo poco agradecida que he estado :)
EliminarYa he visto las respuestas, ¡muy buenas! :D
¡Un beso!