lunes, 4 de enero de 2016

Capítulo 34: Right beside you

¡Hola, hola, tributos! Sí, os estaréis preguntando exactamente lo mismo que yo: ¿cómo puede ser que en menos de un mes desde el último capítulo por primera vez en por lo menos un año... va a publicar? Pues lo cierto es que no lo sé, pero supondremos que el espíritu festivo se ha adueñado también del blog y, ¡por eso traigo este capítulo como regalo de Navidad! :D. Dicho lo cual, no quiero prolongar la espera así que... ¡Espero que os guste!

If I had to
I would put myself right beside you
So let me ask
Would you like that?
Would you like that?
                       The diary of Jane, Breaking Benjamin

 CLOVE
-Tío, de verdad que no sé de qué me estás hablando…

-¡Estoy hablándote del cuchillo que hace un minuto estaba en mi mano y que tú me has quitado, ladrón mentiroso!

El tributo masculino del Distrito 6 parece hacerse más y más diminuto a cada paso que Cato da hacia él.

Pese a que al principio ha tratado de retroceder, con las palmas de las manos levantadas en un patético intento de protegerse, en poco tiempo se ha topado con una pared a su espalda que le impide cualquier posibilidad de huida de la inmensa mole que se cierne sobre él. De un rápida ojeada veo que todos los agentes de la paz situados estratégicamente, de manera que hace un segundo resultaban imperceptibles, comienzan a mirarse unos a otros, algunos incluso avanzando hacia el lugar del conflicto…

Y mis piernas se mueven antes de que mi cerebro dé la orden. Mis músculos se ponen en marcha impulsivamente y, cuando me quiero dar cuenta, justo en el instante en que veo alzarse un puño amenazador, estoy entre Cato y el otro tributo, con el cuerpo en tensión y una mirada en la que trato de volcar toda la firmeza que puedo.

Cato tarda un segundo en asimilar que la persona a la que tiene delante (a la que está apuntando directamente con el puño) no es la misma a la que pretendía dirigir este y noto la confusión cruzar su rostro un segundo antes de  que sus ojos vuelvan a mostrar una furia llameante; sin embargo, por dentro, suspiro de alivio al ver que baja la mano.

Evalúo la situación rápidamente: los guardias siguen observándonos con desconfianza, y la mayoría ya se mueven en nuestra dirección; he conseguido dejar a Cato inmóvil un instante, pero sé que esta pausa durará poco, así que antes de que le dé tiempo a reaccionar, me inclino hacia él para susurrarle como le susurré en el Desfile, con la voz suave pero sin vacilación que sólo es capaz de calmarle:

-Los Vigilantes. Los guardias. No dejes que en un momento se estropee todo por lo que has luchado.

 Me aparto y durante un instante imperceptible, intercambio mi mirada con la suya, para asegurarme de que, en efecto, lo ha entendido; después, delicadamente, casi como si se tratase de una invitación, le empujo levemente hacia atrás, alejándole del conflicto, de los problemas, de todo lo que pueda hacerle daño, de la manera en que sé que no puedo evitar hacerlo.

-¡Ya nos veremos en la Arena! –oigo su voz elevarse por encima de mí.

Sigue gritando al tributo del Distrito 6 durante un rato: le vuelve a amenazar de cara a la Arena una, dos tres veces, le llama otra vez mentiroso y ladrón, jura que las cosas no se van a quedar así y que se arrepentirá; pero lo más importante es que cede a mi leve empujón y, poco a poco, se va alejando, mientras el resto de tributos vuelven a centrarse en sus respectivos puestos y los guardias se retiran a sus posiciones semiescondidas de siempre. Cuando por fin deja de gritar improperios me mira, con una huella de furia aún impresa en esa mirada y me espero que, en ese momento, empiece a ser a mí a quien insulte…

-Gracias, Clove. –dice sin embargo en un tono de voz brusco, que no tiene nada de agradecimiento.

Pero yo le conozco lo suficientemente bien para saber que eso es todo lo que puedo conseguir de él en este momento así que ni siquiera me molesto en responder un “de nada”.

-Espadas. –contesto en su lugar. – Quiero practicar espadas.

Él capta al mensaje así que, juntos por primera vez desde que empezamos el entrenamiento, nos dirigimos a ese puesto y, durante una hora, nos dedicamos a lanzar estocada tras estocada a todos los maniquíes que el instructor nos pone delante.

En realidad, yo odio las espadas; bueno, no, no es que las odie, pero desde luego no son el tipo de arma que más me gusta ni la que me apetece practicar en este momento. Las espadas son demasiado pesadas, demasiado difíciles de manejar como para centrarte en algo más que en lanzar ataques y protegerte de los del adversario, dejándote muy poco espacio para pensar y analizar tu situación; sin embargo, en este momento lo único que importa es conseguir que Cato libere la suficiente tensión como para olvidarse del incidente, que se relaje, y no hay nada mejor para ello que una sesión capaz de agotarle físicamente y hacerle reventar.

Así que no es hasta que ya estamos sudados, hechos un asco, y él raja de un solo golpe un saco de arpillera del que se escapa una lluvia de paja, que quedo contenta y decido que, al menos yo, puedo parar. Me siento en una esquina de la zona de espadas, centrándome en calmar mi respiración acelerada; en poco menos de un minuto, sin embargo, noto la presencia de otra persona a mi izquierda.

Su mirada limpia y llena de su orgullo habitual, en la que ya no queda ni un rastro de la ira de hace un rato, es la que corrobora que no me equivocaba, que ya ha habido suficiente actividad como para despejarle la mente. Tal y como me sucede muy a menudo últimamente después de estos tres últimos meses evitándonos, me quedo observándole en silencio: lleva algo alrededor del cuello, una cadena finísima que no había visto hasta ahora y de la que cuelga un objeto escondido bajo la ropa. Supongo que se tratará de un recuerdo del Distrito 2 preparado por Hayden, como mi pulsera; al fin y al cabo, ella era tan amiga suya como mía. A mi cabeza vuelven los recuerdos felices de los entrenamientos en casa, de las veces que reí con los dos, y no soy consciente de la sonrisa que ha aparecido sin permiso en mi cara hasta que él se gira y, sorprendido pero contento, me devuelve una llena de satisfacción y un ligero deje de arrogancia.

Se acerca a mí, de una manera que, sumida en esos mismos recuerdos, se asemeja demasiado a las pocas veces en la que se acercaba para darme un beso suave, no lleno de una pasión sobrecogedora. Con cuidado, se inclina hasta que su boca roza mi oreja y, muy a mi pesar, el susurro de su aliento en mi oído hace que se me ponga el vello de punta cuando comienza a hablar:

-El chico del 12, en combate cuerpo a cuerpo.

Por supuesto, en cuanto mi cerebro asimila la frase, todos las evocaciones abandonan, de una manera que resulta humillantemente dolorosa, mi cuerpo. Tardo un instante en entender a qué se refiere, pero entonces vuelve a mi cabeza dónde estamos y la conversación de esta mañana: por supuesto, la búsqueda de aliados.

Despejo las absurdas ensoñaciones y observo al tributo que él me ha indicado: se encuentra a escasos metros de su compañera de Distrito (oh, qué sorpresa), pero, por una vez, no es el conjunto de los dos unidos irremediablemente lo que llama la atención, sino sus propias habilidades.

Durante la sesión de espionaje que llevé a cabo en el entrenamiento de ayer vi a un número indecible de tributos practicar el combate cuerpo a cuerpo y tan solo Tamina fue capaz de derrotar al instructor. Sin embargo, pese a que sus formas son mucho más burdas y se encuentran a años luz de la elegancia con la que mi aliada se desenvuelve, parece que el chico también ha logrado poner a este en un serio aprieto. Al contrario que Tamina, no necesita realizar fintas, ni complicados pasos casi volátiles, porque parece capaz de averiguar dónde se encuentran los puntos débiles de su contrincante de un solo vistazo. Tiene una fuerza bruta impresionante para su tamaño, por qué negarlo, pero más allá de eso es observador y empático: debo admitir que estoy de acuerdo con Cato.

-Podríamos arriesgarnos con él –digo yo también en susurros –pero no parece que se vaya a separar con facilidad de su compañera. La parejita combustible, ¿recuerdas?

Noto cómo sus músculos se tensan al mencionar lo sucedido en el Desfile.

-A ella no quiero verla sino es acompañada de un cañonazo. –escupe.

Me preparo para un nuevo ataque de ira; sin embargo, tras el comentario, inspira lentamente una vez y, cuando vuelve a hablar, su tono de voz es totalmente normal y controlado:

-Está bien, en cuanto salgamos del entrenamiento hablaremos con Brutus y Lyme y les diremos que le queremos a él, y únicamente a él, con nosotros; serán todo lo parejita que quieran, pero si su mentor tiene dos dedos de frente aceptará nuestras condiciones. Si no…

-Peor para él en la Arena –concluyo.

Me mira y esboza una sonrisa cómplice, la segunda en menos de diez minutos y en prácticamente tres meses. A pesar de que es una sonrisa segura, confiada, propia nada más que de un aliado (o, en el mejor de los casos, de un amigo), no puedo evitar sentirme reconfortada por verla, por poder disfrutar de la compañía de una persona cuyas mutuas aspiraciones entendemos perfectamente. Por ello, a pesar de que estoy agotada y de que ya es la hora a la que hemos quedado para comer, cuando Cato me reta a probar quién de los dos es más hábil en el circuito de obstáculos no puedo más que aceptar el desafío si, con eso, este frágil momento de alegría se prolonga un poco más.

Así pues, no me extraña el que, cuando llegamos a nuestra mesa, la mayor parte del grupo esté terminando el plato principal, lo que parecen ser unas finas láminas de pollo a la plancha con queso gratinado sobre un lecho de verduras asadas. Glimmer, de hecho, cuya única similitud conmigo parece residir en las raciones pequeñas, ya ha empezado con el postre: una porción de una tarta como sacada de un cuento, que alterna capas  de galleta y nata helada bañadas en caramelo, para coronarse con una nube de almendra y brillantes rosas. Rechazo el recuerdo de la última tarta, mucho más sencilla y aun así similar, que mi madre compró, mientras Cato y yo nos sentamos; yo al lado de Marvel y él, cómo no, de Glimmer.

El momento de fantasía en el que he estado sumida la última hora comienza a desvanecerse, simplemente, con ese gesto; sin embargo, disfruto de la cara con la que me mira nuestra aliada que, tras haber comprobado que no posee el monopolio total de Cato, está que echa humo. Cuando, nada más llegar, me mira con un odio inusitado, la expresión de falsa inocencia me sale de manera natural.

Pero ella no tarda en demostrar que no va a permitir que nadie le pise ni un centímetro de su terreno.

-¿Qué tal está? –le pregunta Cato ingenuamente, señalando la tarta.

Y no necesita más empuje que eso. Glimmer echa su cabellera rubia a la espalda, se moja los labios con la salsa de caramelo y adopta el tono de voz más sensual de su repertorio.

-Compruébalo tú mismo – responde, y sin aviso previo, le da el beso más posesivo y apasionado que he visto en mi vida.

La mandíbula se me desencaja antes de que pueda hacer nada para evitarlo. Tras unos segundos que a mí se me hacen eternos, los dos se separan, ella con una engreída sonrisa pintada y él, ligeramente aturdido.

-Dulce – balbucea.

Tamina y Xack sueltan una risita incontrolable, y (sorprendentemente) tanto Marvel como yo ponemos los ojos en blanco. Ahora es Glimmer la que me dirige a mí esa expresión de fingida inocencia y burla absoluta, con la que consigue que me hierva la sangre en todo el cuerpo.

¿Debería esperar a darle una muerte lenta, o acabo con ella nada más pisar la Arena?

Barajo diferentes formas de tortura realmente creativas mientras, a mi alrededor, vuelve a desarrollarse una conversación entre gritos. Me he vuelto consciente de que ahora mismo estoy demasiado enfadada como para seguir las instrucciones de mi mentora y  hacerme la gallita, en cuanto Marvel y Cato se han puesto a decir las omnipresentes bravuconadas; pero no tardo en aburrirme enumerando las partes del cuerpo en las que tendría que cortar para conseguir un desangramiento lo más lento posible, así que me dedico a permanecer en silencio y aprender más sobre mis aliados:

No tardo en advertir que quien lleva la voz cantante en la mesa (como sin duda sucederá en la Arena), es Cato. Este intercambia sus puntos de vista con ambos tributos del 1 por igual, mientras que Tamina y Xack se limitan, simplemente, a añadir algún comentario aquí o allá, sin jugar un papel realmente importante. Me digo a mí misma que es esa faceta misteriosa, de no dejarse mostrar del todo, lo que ha hecho que ellos dos me resulten muchísimo más interesante que Glimmer y Marvel, a los que pude etiquetar prácticamente desde el minuto uno; sin embargo, el saber ahora los lazos que les unen le da un nuevo enfoque a la situación.

¿Cómo reaccionaría yo si estuviese en el lugar de Tamina? Si fuese mi vida o la del hermano de mi mejor amiga, la de un niño al que he visto crecer a mi lado siempre, ¿qué haría yo? ¿Qué hará ella? Arriesgar, más aún, sacrificar tu vida por otra persona no es una decisión que puedas tomar a la ligera, pero pensar en dejarle morir, en ver cómo expira su último aliento mientras tú no haces nada por evitarlo debe de ser casi igual de terrible. Miro a Cato, pienso en todo lo que hemos vivido…

Y un pensamiento que lleva creciendo en mi interior sin permiso desde que su nombre salió de la boca de Lunnette en la Cosecha, que alguien puso en boca de otro ayer por la mañana, eclosiona de repente y explota en mi cabeza. El aire se escapa de mis pulmones en una exhalación lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de los demás, pero yo ignoro las cinco caras que me miran de repente, demasiado abrumada por la conclusión en la que han derivado mis reflexiones.

“Sólo es uno el que vuelve a casa.” Eso es lo que oí decir a Lyme y que quise ignorar, lo mismo que me hace sufrir por más que use todas las estrategias que conozco para que Cato incida en mí lo menos posible.

Porque es verdad que todas las preguntas que acabo de hacerme dejarán de ser hipotéticas para pasar a ser reales en muy poco tiempo; y, aunque eso me asusta y angustia a partes iguales, en el fondo, desde el Desfile, sé cuál es la respuesta.

Lo que no me había planteado, pese a que me he dicho mil veces que él ha debido de pasar página, es que Cato también se ha debido de hacer la misma pregunta en algún momento…

Y me da miedo conocer la respuesta.



FIN DEL CAPÍTULO 34
 ***
¡Y eso es todo por hoy! Sé que nos es un capítulo especialmente largo y que me eternizo más por minutos (y que digo lo mismo cada vez que publico), pero al menos aquí ha habido un poco más de acción, ¿no? Vosotros, ¿qué pensáis? ¿Os ha gustado? ¿No? Todo lo que creáis conveniente lo podéis dejar en un comentario :D.
Dicho lo cual, ¡un beso, y hasta la próxima!

8 comentarios:

  1. Me gusta...!! Creeme valio la espera, diario entro para ver si ya esta el nuevo capitulo....
    Simplememte hermosa...!!***

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! No sabes la alegría que supone leer comentarios como este :D.
      ¡Un beso!

      Eliminar
  2. Creo que ha sido muy bien capitulo aunque digas que te eternizas, porque la preparacion es tambien muy importante y que ademas hay que tener cuidado en no hacer contra-sentidos con el libro osea que tomate tu tiempo, (no en escribir sin embargo jejeje).
    Sigue asi, besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Merci, mon amour! Me temo que lo de eternizarme en escribir ya no tiene remedio (además, ahora estoy haciendo cositas nuevas a las que pretendo dedicarme una vez acabe con Cato y Clove así que, aunque parezca que no, escribo jajajaja).
      ¡Un beso!

      Eliminar
  3. Awww, me encantó. Que Clove sea la única que pueda calmarle y esa escenita juntos hace que se me derrita el corazoncito. Pero tengo unos nervios por ver empezar los Juegos y todas las escenas que va a haber ¡Ay,qué ganas!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja si es que en el fondo son monísimos *.*; yo también tengo ganas de acabar ya con los preliminares y centrarme en la acción de los Juegos, pero es que se me ocurren taaaaantas cosas que contar antes de que empiecen...
      ¡Un besazo!

      Eliminar
  4. Si odio que a Glimmer le guste Cato, ¡imaginate lo del beso! ¡Cato es solo de Clove! Clato ofrecer <3. Todos tus capítulos me encantan y nunca me voy a cansar de repetirtelo. Un beso enorme, muchos saludos y feliz año.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja, ¡muchas gracias! Sí, creo que el odio hacia Glimmer es denominador común de todos en este blog...¡Un besazo!

      Eliminar