miércoles, 17 de junio de 2015

Capítulo 28: Places, places

¡Hola desde el otro mundo, tributos! ¿Os acordáis de mí? Sí, esa chica rematadamente lenta que decía que estaba escribiendo una historia sobre Cato y Clove, allá por septiembre de 2012...
Bueno, pues, ¡bienvenidos de nuevo! Soy yo, aunque después de dos y meses y medio sin decir ni mu, no es que no me merezca ni a unos de los 69 fantásticos seguidores que os pasáis por aquí, sino ya siquiera la más mínima visita residual de algún ordenador que vaya por ahí haciendo spam. Sobretodo, si tenemos en cuenta que a principios de año me fijé el objetivo de terminar esta historia antes de ver acabar el 2015...
El caso: me he disculpado tantas veces que ya no sé ni cómo hacerlo sin repetirme, pero de verdad que lo siento muchísisisimo. Por suerte, ahora ya estoy de vacaciones definitivamente (o al menos, hasta septiembre), por lo que pretendo aprovechar el tiempo libre para subir al menos cuatro o cinco capítulos (depende de mi disponibilidad de internet) antes de que comience el nuevo curso :).
En fin, me dejo de discursos y os traigo el esperado capítulo que nos ocupa (bastante largo, para compensar la espera). ¡Espero que os guste!


Places, places, get in your places
[...] put on your doll faces.
Everyone thinks that we're perfect
Please don't let them look through the curtains.
                      Dollhouse, Melanie Martinez

CATO
Tío… ¿Qué?
-¿Sois familia? –exclamo
Clove sólo gira la cabeza un segundo para mirarme, como si de repente hubiese notado que yo estaba allí, antes de volver a centrar su atención completamente en Brutus. Noto una ola de indignación subir desde mis entrañas, pero la acallo con un gruñido y me dedico a observar el lujoso vagón en el que nos encontramos.
No aguanto más de dos minutos antes de buscar una salida para irme de aquí.
-Raw –dice Clove justo cuando creo que nadie va ya a contestarme –se pasó su vida entera lamentándose por no haber podido alcanzar la gloria a la que llegó su hermano mayor, Brutus, al ganar unos Juegos. Desde el momento en el que le pusieron la corona en la cabeza, decidió que quería lo mismo para él y, como nunca tuvo la oportunidad de competir, se obcecó en criar un chico para que fuese su vencedor particular… Algo que tampoco le llegó y por lo que, a falta de nada mejor, se quedó conmigo.
La cara de Brutus, a diferencia de la de su sobrina, expresa diversión, como si todo esto no fuese más que un espectáculo en el que se pidiese la colaboración del público.
-La verdad es que si yo hubiese tenido que elegir, habría optado por tu hermana, Clovey.
-Y él también, pero Bethany no estaba disponible. –no tarda ni un segundo en contestar, su expresión ya dura como el acero. -Así que, sintiéndolo mucho, a la que toca aconsejar este año es a mí; seguro que te lo pasas en grande decidiendo entre darle el golpe de gracia a tu hermano fastidiándome toda oportunidad o cumplir tu maldita función como mentor y ayudarme.
-¿Tu hermano? ¿Raw?  ¿Cuándo has dejado de llamarle “padre”, sobrinita?
Mientras ambos se retan entre sí con la mirada, comienzo a apreciar ciertos parecidos  los que, de no saber su relación, quizá no habría visto: los labios finos, la nariz recta, la ceja ligeramente arqueada al gruñir el ceño… Y si soy capaz de evocar por un momento la imagen de Raw a partir de las pocas veces que nos hemos cruzado, el parentesco es muchísimo más notable.
La voz de la otra mentora, que no he reconocido en un principio y cuya presencia había quedado eclipsada por su compañero hasta ahora, surge desde la entrada, firme y directa.
-De cualquier manera chica, eso no pasará, porque tu mentora oficial voy a ser yo; creo que ya ha quedado bastante claro que juntaros no haría un favor a la imagen de ninguno de los dos. Soy Lyme, por cierto. Y vosotros eráis…
-Cato Underneath.
-Clover Ringer. Pero todo el mundo me llama…
-Clove –interrumpe Brutus con una sonrisa burlona- O Clovey, ya sabes, porque no es demasiado grande…
-Aunque sí algo peligrosa. –responde ella, mordaz -Como para considerar irse con ojo cuando esté cerca.
Pese a la supuesta frialdad con la que habla, reconozco lo que se oculta tras su mirada de hielo, quizá porque llevo observando cómo esta se fortalecía mucho, muchísimo tiempo, y más aún en los últimos meses. Le delata la mano en la cintura, donde lleva siempre al menos un cuchillo, la pierna izquierda ligeramente adelantada y el parpadeo algo más lento de lo habitual. Si fuese a mí a quien se dirigiera, apretaría los puños con toda la fuerza que pudiera, preparado para responder a la mínima señal de ataque que, seguramente, ella estaría a punto de lanzar; sin embargo, por muy tío suyo que sea, Brutus no parece conocerla tanto, porque la sonrisa imbécil sigue jugueteando en las comisuras de sus labios cuando vuelve a abrir la bocaza.
-Has cambiado desde la última vez que te vi, pequeña; si no hubiese sido por el nombre ni sabría que estaba viendo a mi sobrina subirse a la tarima este año, y menos aún si al llegar al tren me hubiese respondido a cada comentario en vez de salir corriendo a la mínima ocasión para que no se le viera hacer pucheros.
A pesar de no decir nada, la cara de Lyme demuestra que ese comentario ha sido suficiente para ella. Cuando Brutus se pone a hacer estúpidas muecas, le dirige una mirada asesina antes de indicarnos dónde están nuestros compartimentos, y decirnos que, si no hemos comido ya, nos pasemos por el vagón comedor, puesto que aún quedan varias horas para la cena. Empuja ligeramente a Clove con la mano para que avance, pero esta sólo da un par de pasos antes de girarse, con su expresión sarcástica más habitual estampada, y contestar a Brutus.
-¿Sabes? Quizás no te habría sorprendido tanto ningún cambio si te hubieses preocupado por pasarte por nuestra casa en los últimos ocho años.
Y con estas palabras como sentencia, sigue a Lyme a su compartimento.
***
Dedico el resto del día a no hacer nada, prácticamente. Tras un corto paseo para encontrar el vagón comedor, pido a un desquiciantemente amable camarero que me ponga cualquier cosa que pueda llenarme el estómago. Al poco tiempo, aparece con una enorme bandeja rebosante de patatas y huevos fritos, así como un vaso lleno de una bebida burbujeante, como las que sólo he tomado en ocasiones muy especiales al ir a casa de Hayden. A pesar de que estoy un buen rato entretenido con la comida, Clove no da señales de vida en ningún momento.
En fin, si quiere desaprovechar la ocasión por una estúpida pelea, es problema suyo.
Vuelvo a mi compartimento, donde me encuentro una mullida cama que nada tiene que ver con mi camastro medio roto del Dos, y una cómoda llena de ropa. Cojo unos pantalones marrones y un fino jersey turquesa que parecen de mi talla antes de meterme en la bañera, y estoy allí cerca de un cuarto de hora, hasta que no soy capaz de permanecer quieto más rato. Me peino el pelo con los dedos, me pongo la ropa nueva y me quedo sorprendido por lo bien que me queda. Casi todo lo que he llevado a lo largo de mi vida había pertenecido antes a mi padre o a mis hermanos, y por tanto nunca me acertaba la talla o tenía una larga lista de agujeros, descosidos o rotos; la única excepción en dieciocho años ha sido el equipo de entrenar, en el que me permití gastarme mi escaso dinero mensual.
No se me ocurre qué más hacer, así que recojo mi ropa vieja del baño y, como puedo, doblo la camisa y la dejo encima de la cómoda. Voy a hacer lo propio con el pantalón cuando veo algo gris que sobresale del bolsillo. Ah, claro. Hasta ahora, se me había olvidado por completo, pero en cuanto lo cojo, lo recuerdo: es el regalo que me ha hecho Hayden (que ha venido a verme junto a Coy y Marietta, aunque ellos no parecían muy a gusto allí) para que lo lleve como símbolo de mi Distrito, que dice que lleva preparado desde que ambos cumplimos los quince. Se trata de una especie de piedra, parecida a la pizarra, ovalada, plana y del tamaño de mi puño, más o menos, en la que está grabado el símbolo del Dos rodeado de la frase “orgullo a nuestro Distrito”; el mantra de los profesionales. Está enganchada a una cadena muy fina, casi invisible, dado que las correas de mayor longitud que la del diámetro de una muñeca no están permitidas en los Juegos, así que me la paso en torno al cuello y escondo la piedra debajo del jersey. En comparación con mi piel, está fría, fría y muerta, y no puedo evitar pasar los dedos por el grabado.
La frase es una perfecta síntesis de mi objetivo en la vida.
Tras dar un par de vueltas por el compartimento, decido que no tengo mejor manera de matar el tiempo hasta la cena que durmiendo, así que me recuesto encima de la mullida cama, sin una esperanza real de ir más allá de cerrar los ojos, porque no tengo ni una pizca de sueño; sin embargo, es tan cómoda que lo único que sé horas más tarde es que Lunnette está llamando insistentemente porque ya ha llegado el momento de cenar.
Gruño malhumorado cuando me levanto, y abro la puerta para encontrarme con su deslumbrante sonrisa blanca aturdiendo a mi cabeza adormilada.
-Se duerme bien, ¿verdad? –pregunta antes de soltar una risita cantarina y acompañarme hasta el vagón comedor.
Esta mujer es tan rematadamente estúpida que acaba con mis fuerzas hasta de darle un golpe para ver si sus neuronas se desentumecen.
Cuando llegamos, todo el mundo está ya allí, sentados en torno a una mesa con más comida por persona aún que la que me he tomado yo a mediodía. Lyme y Brutus se encuentran a un lado de la mesa junto a otra silla vacía en la que Lunnette se sienta. Enfrente, junto a una Clove tan tensa como esta mañana, queda el sitio que me corresponde. Nada más tomo asiento, los camareros empiezan a servir platos de las inmensas fuentes rápidamente. Comemos en silencio la espesa sopa de zanahorias, la ensalada verde y las chuletas de cordero con puré de patatas, el queso y la fruta, hasta que llega una enorme tarta de nata. Clove lleva sin probar prácticamente nada desde las chuletas, y noto que se lleva la mano a la boca en cuanto ve que aún queda un plato más.
-Effie Trinket me comentó que en el 12 suelen ponerla de chocolate, supongo que por todo el tema de la minería, y eso. –dice Lunnette, como si eso fuera lo más lógico del mundo.
No entiendo qué relación puede llegar a tener la actividad económica del 12 con el sabor de la tarta, y parece que el resto de comensales tampoco, por lo que Lyme decide cambiar de tema:
-¿Y vosotros de qué parte del Distrito sois, chicos?
-Del centro –respondemos a la vez.
Aunque yo no he visitado nunca ninguna otra zona, sé que el Dos está compuesto por un puñado de pequeñas confederaciones donde se concentran las viviendas, en medio de las montañas. Conozco los nombres del algunas, las más importantes: el Norte cantero, Los Valles, la región que rodea Base, una enorme montaña a la que se accede desde la estación de trenes de nuestra Plaza, etcétera.
-Oh –murmura Lyme, sorprendida –¿Os conocíais de antes?
Giro la cabeza hacia Clove en el mismo instante en que ella la gira hacia mí. Arquea la ceja imperceptiblemente, como en una especie de desafío, pero yo hago caso omiso y ambos apartamos la mirada.
-Fuimos a entrenar al mismo grupo un tiempo, con Dock Wolff.
-Sí, hasta que él se cambió a otro. –añade Clove con malicia.
Por el rabillo del ojo, veo que ella me está observando, esperando mi reacción, así que le devuelvo una mirada asesina y espero a que alguien saque un tema de conversación que nos permita olvidar esto.
Me he estado esforzando muy duro para borrarla de mi vida por completo en muy poco tiempo, para dejarla relegada al lugar dentro de mi cabeza en el que se encuentran personas como Marietta, por ejemplo: simples conocidos con los que no mantengo una relación especial. Y no me da la gana tener que saltar ahora, tener que rememorar nuestra mierda juntos sólo porque ella esté enfadada por tener que enfrentarse al idiota de su tío.
Cuando le vi subir a la tarima, tan pequeña, con su pelo oscuro y su vestido blanco (que ya se ha quitado), algo dentro de mí dio un vuelco, y tuve que resistir las ganas de tirarme encima de ella para apartarla de allí. Supongo que mi subconsciente sabía de alguna manera que, desde ese momento, sólo supondría un obstáculo más grande que rebasar en mi camino a convertirme en vencedor…
“O quizás es que la parte que se preocupa por ella sigue dentro de ti” murmura una vocecita aguda en mi cabeza.
La acallo antes siquiera de tener tiempo de pensar en esa posibilidad. No, de ninguna manera; dije que olvidaría que había existido y así va a ser.
Pero la mirada que nos dirige Brutus en eso momento augura que eso no va a resultar tan fácil, y me agarro inconscientemente a los bordes de la mesa en señal de defensa, esperando lo peor.
-Espera… Yo a ti te he visto antes. –me dice, y pongo los músculos en tensión. - Tú eres el que acompaña siempre a la hija de Dart y Pansy Milton, ¿verdad? Cómo se llama… ¿Heidi?
-Hayden –corregimos Clove y yo al unísono. Al segundo, la sonrisa de Brutus hace que parezca arrepentirse de haber hablado.
-Ya, eso mismo… ¿Y estabais muy unidos en vuestro grupo de entrenamiento? Porque, desde luego, vosotros dos os sincronizáis al milímetro; será interesante en la Arena…
-¡Ay, va a empezar el resumen de las cosechas! –interrumpe entonces Lunnette con un gritito –Lo siento chicos, pero tendremos que postergar la sobremesa. ¡Es vuestra oportunidad de ver a los demás tributos antes de llegar al Capitolio!
Pongo los ojos en blanco, aunque agradezco infinitamente que la retransmisión obligue a Brutus a mantener la boca cerrada sobre este maldito tema. Todos nos levantamos de la mesa para ir a un compartimento contiguo con una pantalla en la que se ve cómo se presentan Claudius Templesmith y Caesar Flickerman, este último con una deslumbrante peluca nueva. Me sorprende oír que, a mi espalda, Lyme le pide a uno de los camareros que traigan libretas y bolígrafos. Cuando se percata de mi expresión extrañada, me explica:
-Esto es lo que diferencia a los Distritos profesionales, más allá del entrenamiento de sus tributos; desde el minuto uno, nos tomamos muy en serio cualquier factor que pueda determinar la victoria de un chaval de casa.
Todos nos sentamos frente a la pantalla y el camarero aparece a los pocos segundos con lo que le ha pedido Lyme, justo a tiempo para la Cosecha del Distrito 1.
-Ojo con estos chicos; serán vuestros aliados sí o sí –comenta Brutus, que por primera vez en todo el día ha dejado de lado su faceta fanfarrona.
Como prácticamente todas las del 1, la chica elegida es tan guapa que deslumbra. Caesar Flickerman no para de admirar su pelo rubio y sus ojos verdes, y añade al final un comentario sobre que el tributo masculino también parece poder dar mucho juego.
-Eso, arréglalo, no se note que ella se lleva todas las luces. –murmura mi mentor, sin dejar de apuntar en su libreta. -¿Quién los llevaba este año, Gloss o Cashmere?
Los nombres hacen que se me escape una carcajada sin querer, pero Lunnette contesta totalmente seria.
-Cashmere a uno y Glare a otro. Gloss los llevó el año pasado.
-Entonces habrá que tener cuidado con ella, Cashmere le va a enseñar todos sus trucos.
Los tres callan cuando los presentadores introducen nuestra propia cosecha, y alaban el valor que hemos tenido ambos al presentarnos voluntarios (cosa que, de cualquier manera, sucede todos los años en nuestro Distrito). Hablan de la peligrosa dulzura que representa la imagen de Clove (“no es demasiado grande para ser del Dos, pero esa mirada habla por sí sola”) y de… Bueno, de lo monstruoso que parezco  yo. No puedo evitar que el pecho se me hinche de orgullo cuando Claudius menciona que me ve como un potencial ganador.
-Bien, bien, os han dado una buena imagen, eso es importante –masculla Lyme –No eres tan guapa como la del Uno, pero con ese vestido se te ve resultona y, la verdad, das más miedo; en cuanto a ti –me señala –tú no necesitas mucho refuerzo, supongo.
No estoy convencido de que eso sea un cumplido, precisamente, pero lo dejo pasar y sigo observando a mis futuros rivales.
En el Distrito 3, no hay ninguna sorpresa: dos chavales delgados, con profundas ojeras y manos nerviosas que seguramente, morirán antes de la primera noche. En el 4, sin embargo, sale elegido un crío que acabará de entrar a sorteo, y sorprendentemente nadie se presenta en su lugar.
-Cada vez es más raro que manden profesionales. –dice nuestra mentora -No tienen una opción real de ganar desde hace por lo menos cinco años.
-Hace cuatro salió vencedora una chica –comenta Clove, que hasta ahora se ha mantenido en silencio –Annie Cresta, creo que se llamaba.
Brutus y Lyme se miran y el primero suelta una carcajada antes de añadir por lo bajo:
-Sí, la loca. Tuvo suerte de tener a Finnick como mentor, o habrían acabado con ella tan rápido como con su compañero de Distrito.
Caesar y Claudius pasan entonces a hablar de la muchacha pelirroja que ha salido en el 5, y más adelante de los tributos del 6, 7, 8, 9 y 10, sin que ninguno llame especialmente mi atención ni la de los mentores. Sólo se oye otra pregunta acerca de si este u aquel vencedor va a participar, y un par de comentarios despectivos por parte de Lunnette acerca del porte o el vestuario de los acompañantes.
-No entiendo cómo no le sustituyen –se queja durante la Cosecha del Distrito 8 –Ese sitio es suficientemente gris como para añadirle una actitud apagada.
A mí la peluca naranja butano no me parece ni mucho menos gris, pero si tuviese que discutir con ella cada comentario con el que no estoy de acuerdo, ya habría salido volando por la ventana.
Sólo quedan dos Distritos, unos diez minutos de programa, y veo que Brutus empieza a bostezar bajo la mirada reprobatoria de Clove, a la que no hace ni caso.
-En fin, el 11 y el 12 morirán a los cinco minutos de pisar la Arena, así que creo que me puedo ir a disfrutar de la cama de mi compartimento.
Hace ademán de levantarse; sin embargo, Lyme le detiene con una mano, y le obliga a sentarse de nuevo.
-Creo que este año no; ha pasado algo raro en el Doce, he oído que algunos de los asistentes del tren lo mencionaban.
Así pues, pese al mohín de su cara, Brutus vuelve a sentarse en el suelo y a coger su libreta con desgana, en el instante en el que sale elegida una inmensa mole más o menos de mi tamaño, que no hace más que empequeñecer a la niñita que se encuentra a su lado.
-Tiene gracia, pues nos encontramos en un mismo Distrito a nuestro contendiente mayor y al más joven –comenta Caesar Flickerman.
Entonces, pasan por fin al último Distrito, y tan sólo la emoción que se palpa entre los dos presentadores ya indica que Lyme no iba desencaminada. He visto el resumen miles de veces, y a estas alturas no queda espacio para la excitación que muestra la pantalla.
-¡Primrose Everdeen! –grita una mujer vestida enteramente de rosa, y a los pocos segundos, una niña de trenzas rubias y con la camisa mal metida por dentro de la falda, se acerca vergonzosa a la tarima desde el final de la columna.
Aguardo a que pase algo sorprendente, pero no se ve nada más que a la chiquilla caminando en medio del silencio. Doy golpes con los puños en el suelo y observo cómo Brutus juguetea con su bolígrafo.
-¿Y esto es lo que había que ver? –pregunto con el ceño fruncido -¿Otra cría que sale eleg…
-¡Me presento voluntaria! –exclama una voz desde la pantalla. Una voz desesperada y joven, que muestra en tres palabras un montón de emociones contenidas, y que hace que todos los que estamos viendo la pantalla nos inclinemos instintivamente hacia la imagen. ¿Qué narices…
-¡Ahí está! La primera voluntaria del  Distrito 12 desde hace… ¿cuarenta años, puede ser, Claudius?
-¡Cuarenta, efectivamente, Caesar! No sé qué tal lo hará Katniss Everdeen en los Juegos, pero por ahora ya se ha ganado un hueco en nuestros corazones al presentarse en nombre de su hermana pequeña.
Los dos siguen parloteando acerca de la chica, pero yo ya no soy capaz de escuchar. Por alguna razón que desconozco, la furia crece dentro de mí con ese comentario; quizás porque es la primera que se ha llevado un halago tan importante desde que he aparecido yo, quizás porque no me trago el perfecto sacrificio de hermana mayor… Lo único que sé, es que las palabras brotan de mis labios sin yo pensarlas tan siquiera cuando digo:
-A esa la mato yo.

FIN DEL CAPÍTULO 28

¡Y esto es todo! Ay madre mía, qué emoción ver que ya están prácticamente a punto de empezar con toda la acción :D. Sé que los próximos capítulos serán bastante tranquilitos porque la trama no me da para más, pero después... ¡Llegarán por fin los Juegos!
¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿No? ¿Os ha parecido una basura después de tanto tiempo? ¡Un besazo, y nos vemos pronto!

8 comentarios:

  1. wow wow wow Pedazo capítulo!!!!! Te vas a cagar, Cato...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaj; el pobre está un poco confundido.
      ¡Un beso!

      Eliminar
  2. Al final vas a hacer el final oficial?
    (Cruza los dedos y desea que lo haga)
    Gran capítulo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me lo he estado planteando y, dado el muchísimo tiempo que llevo con la historia sin llegar a acabarla, creo que lo mejor será ser fiel a la versión de Collins y hacer el final oficial.
      ¡Un besazo!

      Eliminar
  3. Me encanto!! ( seguidora nueva :D) espero con ansias tu siguiente capítulo y ojalá no te demores tanto como de costumbre jajaja, mentira tómate tu tiempo. Un besito!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Bienvenida, entonces :D!
      Me temo que eso de ir subiendo los capítulos a paso tortuga es el mayor problema con el que cuenta el blog jajajaj; ¡intentaré subsanarlo poco a poco!
      Un beso :)

      Eliminar
  4. La espera ha merecido la pena... Me encantaaa!!!

    ResponderEliminar